— Miguel Ángel Albizures
Estamos a las puertas de un régimen fascista que debemos rechazar con toda nuestra fuerza, pues salvo que los magistrados de las Cortes, hagan respetar la Constitución o que en las filas del Ejército surgiera un grupo de militares dignos y que al mismo tiempo se conformara un movimiento social unificado, cuyo objetivo principal fuera el rescate de Guatemala, se podría evitar un retroceso de noventa grados que nos llevaría a la década de los ochenta, donde pensar era delito y no digamos ya el intento de luchar por ejercer los derechos ciudadanos. Es decir volveríamos a la época cavernícola, donde el “usted papá, usted mamá” se escucharía en las cadenas de radio, mientras los fusiles llegarían antes que los escasos frijoles para quienes tengan la suerte de sobrevivir a la persecución implacable.
Seguimos a las puertas de ello, napoleoncito se siente grande y no perdona. El tirano Ubico, que en 1931 inició su mandato fusilando y acallando las voces de protesta, reencarna en un presidentito rodeado de militares que le imponen lo que quieren, otros obedientes, sumisos, indignos y dispuestos a cumplir las órdenes de un comediante que hoy se hace llamar comandante y se empina tratando de dar la altura, pero tras él sobresalen las boinas militares que le sostienen para que no caiga, y él, sumiso, se recuesta en sus hombros aferrándose a los fusiles. ¿Es la mala hora de Guatemala que puede durar varios años más? ¿O el pueblo hará ondear las banderas patrias y rescatar la democracia hace tiempo perdida?
Quizá lo mejor sería que el pueblo escriba el segundo tomo del libro de Manuel Galich: Del Pánico al Ataque y haga posible otro proceso que revolucione las arcaicas estructuras del país, haciendo los cambios necesarios para que no mueran más niños de hambre, garantizar el ejercicio pleno de los derechos y encarrilar el país por los senderos democráticos, hoy obstruidos por quienes detentan el poder y hacen circular carros artillados para atemorizar al pueblo y someter a las instituciones que quieren garantizar el Estado de derecho y el funcionamiento de la justicia. No hay que permitir la instauración del fascismo ni que los desafortunados gritos del presidente y las tanquetas nos paralicen, el pánico no tiene cabida en estos momentos de prueba, pues incluso en los tiempos de los peores gobiernos militares el pueblo estuvo en las calles exigiendo sus derechos, muchos cayeron y la sangre de ellos debe seguir reivindicándose para vivir otra primavera y que las nuevas generaciones vivan en un país libre de gorilas, con el perdón de esos lindos animales que son más grandes, listos y cuerdos que muchos presidentes que hemos tenido que soportar.
Ellos pueden tener los fusiles pero la razón la tiene el pueblo y no hay poder que pueda doblegar a un pueblo dispuesto a defender su país y sus derechos frente a las mafias. Las banderas deben ondear frente al Palacio hasta lograr detener a quienes quieren someter al pueblo. Los fascistas a sus cuevas, el pueblo a las calles.
https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/09/06/los-fascistas-a-sus-cuevas/
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