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sábado, 10 de diciembre de 2016

Guatemala: identifican desaparecidos durante la guerra


ARCHIVO - En esta foto de archivo del 13 de enero de 2011, un antropólogo forense exhuma parte de una fosa común en uno de los cementerios más grandes de Guatemala, La Verbena. Los restos de Juan Estuardo Orozco López y José Zenón Hernández Cusanero fueron encontrados en una fosa en este lugar. Son dos de 500 desaparecidos que hasta ahora se han identificado tras un proceso que comprar sus restos con DNA de sus familiares. El proceso inició a mediados de año, de acuerdo a la Fundación de Antropología Forense de Guatemala. (AP Foto/Rodrigo Adb, Archivo)

AP. 10.12.2016 - 10:29h PST 

Por más de 30 años, los restos de Juan y José no fueron más que una pila de huesos sin nombre.

Las osamentas se hallaron en una fosa común del cementerio de La Verbena, en la capital de Guatemala, y son un recordatorio de la guerra civil que cimbró el país centroamericano entre 1960 y 1996.

Juan Estuardo Orozco López y José Zenón Hernández Cusanero son dos de 500 cadáveres desaparecidos identificados hasta el momento, pero de acuerdo con un informe de La Comisión para el Esclarecimiento Histórico —auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas— aún hay pendientes por saldar: en esa guerra que enfrentó a militares y civiles desaparecieron 45.000 y murieron 200.000.

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala logró la identificación de los restos tras realizar comparaciones con muestras de ADN de las víctimas con sus familiares. Aunque el proceso inició a mediados de 2016, la información —a la que The Associated Press tuvo acceso en exclusiva— no se había dado a conocer a la prensa sino hasta ahora.

Los nombres de Juan y José se suman a una lista de 183 que aparece en una bitácora conocida como Diario Militar, cuya existencia se dio a conocer en 1999 y constituye un registro de quienes fueron detenidos tras acusaciones de subversión y haber pertenecido a la guerrilla.

Señalados como enemigos de los regímenes militares que entonces gobernaban Guatemala, miles de integrantes de organizaciones sindicales, estudiantiles o campesinas se convirtieron en víctimas del conflicto.

El Diario Militar, que identifica con fotografía a cada víctima de las fuerzas de seguridad, detalla lo que ocurrió tras su detención. Entre otras cosas, ahora se sabe que el número "300" era una clave para detallar que alguien había sido asesinado.

Por más de 30 años, los restos de Juan y José no fueron más que un par de osamentas marcadas con números —496 y 1200— en una fosa común. Como ellos, muchos otros cadáveres anónimos ampliaron la cifra de miles de desaparecidos a causa de la guerra.

Según los testimonios de la familia de Juan, un ingeniero eléctrico que tenía 29 cuando desapareció, el joven fue atacado en la zona 11 de Ciudad de Guatemala tras resistirse a ser detenido por fuerzas de seguridad en agosto de 1983. Nunca dieron con su paradero.

El Diario Militar identifica a Juan con el número 2. Asimismo, la bitácora establece que utilizaba el seudónimo de "Miguel y Marín" y que era un supuesto miembro de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), una de las cuatro fracciones de la guerrilla conocida como Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).

El informe detalla: "cayó abatido al oponerse a su detención".

José, por su parte, desapareció el 23 de abril de 1983. Tenía 25 años y según los testimonios salió de su comunidad en San Martín Jilotepeque, en el departamento de Chimaltenango, hacia la capital. Luego no se supo más de él.

En el dossier, José es el número 112. Su seudónimo era "Marco Antonio" y, según los militares, era miembro del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), una fracción de la URNG. De acuerdo al documento, las fuerzas de seguridad lo identificaron y trataron de detenerlo.

En lo que fracasaron los hombres, tuvieron éxito las armas: "al darse cuenta de los vehículos, se quiso poner en fuga, por lo que tres impactos de (un fusil) M-16 lo detuvieron".

El informe detalla: "300 en el lugar".

De las 183 personas que aparecen en el diario militar, 101 fueron ejecutadas. Algunos cuerpos se localizaron; otros nunca aparecieron. Del resto —82— algunos fueron puestos en libertad; del resto no se sabe más.

José Suasnavar, director de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, dijo que en La Verbena se han localizado 3.323 osamentas que se han comparado con más de 13.000 muestras de ADN del Banco Genético Nacional de familiares y Víctimas de Desaparición Forzada, donde se han localizado a ocho personas que aparecen en el Diario Miliar.

En 2012, la Corte Interamericana condenó al Estado guatemalteco por violación a la vida, integridad y derechos de las víctimas. Desde entonces, el Estado está obligado a resarcir a sus víctimas y a buscar a los desaparecidos.

Ver más en: http://www.20minutos.com/noticia/69193/0/guatemala-identifican-desaparecidos-durante-la-guerra/#xtor=AD-1&xts=513357#xtor=AD-1&xts=513357

domingo, 15 de mayo de 2016

GUATEMALA: LUCHAMOS CONTRA EL OLVIDO

Recuerda la vida de Irma Hicho, Héctor Interiano, Carlos Cuevas, Gustavo Castañon, Otto Estrada y Amilcar Farfán, quienes desaparecieron en mayo de 1984 cuando formaban parte de la dirigencia de la Asociación de Estudiantes Universitarios, desde ese momento sus familiares los han buscado, pero a la fecha no tienen noticias de su paradero.

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        Luchamos contra el Olvido Parte 2


Luchamos contra el Olvido Parte 3 - 

Héctor Interiano, a las 6 y media de la tarde de un lunes cualquiera


Foto Mauro Calanchina / Ilustración Víctor Matamoros > El periódico
Sin-título-5-3.jpg Manolo E. Vela Castañeda
manolo.vela@ibero.mx
Se te identificaba rápido: tu pelo largo, peinado a dos aguas, tu bigote, a veces usabas barba también, una barbita dibujada. Y tus lentes, de aro grueso, como se usaban entonces, y tus zapatos de plataforma. Eras inconfundible. Todo eso era tu marca, ese eras vos. Pero este eras vos en 1978, como en la foto que ilustra esta nota. En 1984 ya eras otro: pelo corto, a veces te dejabas el bigote, pero nada más, traje formal, lentes de aro delgado; con lo que se comprueba que todos cambiamos, unos más, otros menos.
Te metiste a estudiar Economía en ese nido de comunistas que, a finales de los años setenta, era la Universidad de San Carlos; el mero mero foco de la subversión. ¡Qué va! Ya los militares no hallaban ni qué inventar. Allá se hacía lo de siempre: estudiar, investigar y algo más. Pero a los militares siempre les ha dado miedo el conocimiento, la gente que lee, que estudia, que pregunta, que sabe hacerse de una opinión propia.
Te tocó vivir los años gloriosos, donde, por un momento, se pensó que iba a ser posible cambiar –un poquito, o mucho, quién sabe– el país. Pero no se pudo y aquello terminó en tragedia. Y ese “no se pudo” está lleno de muertos, miles. Entre ellos, tus amigos, que te tocó ver de cerca cómo iban “cayendo”. El eufemismo para decir que te tocó ver cómo desaparecían e imaginarte cómo habrán sido salvajemente torturados y asesinados, botados sus cadáveres en alguna parte, si bien les iba. Así pasó con Baiza (Manuel Alfredo Baiza Molina), capturado el 14 de mayo de 1984, en los helados Pops de la Avenida de las Américas. Ahora, cuando un domingo cualquiera usted va allí, a pasos y pedales o qué sé yo, a comerse un su helado, un día cualquiera, recuérdese de esto: que allí mismo fue capturado uno de esos patojos que lucharon porque Guate pudiera ser un país mejor. Y lo asesinaron, supuestamente un 1 de agosto de 1984 y de su cuerpo –hasta hoy– no se sabe nada.1 Y así podría seguir enumerando, a uno, y a otro, y a otro más, y no acabaría este relato.
Te tocó ver el ascenso del ciclo de movilización social, en 1977 y 1978, cuando la gente dijo basta, y salió a las calles a reclamar sus derechos. Y la reversión de este, que las fuerzas de Lucas García lograron a sangre y fuego, matando a uno y a otro dirigente, o activista, a todo lo que se interpusiera en su camino para proteger al sistema.2  Y después, cuando todo había acabado y vos sobreviviste, decidiste seguir, ya cuando estar en la AEU (la Asociación de Estudiantes Universitarios) era una locura. Vos dijiste aquí estoy yo, con ustedes, compañeros. Fuiste del secretariado de Oliverio, de FRENTE, como parte del grupo Unidad de Vanguardia Estudiantil, UVE-Praxis, de la Asociación de Estudiantes “Manuel Cordero Quesada”, de la Facultad de Ciencias Económicas. Entonces era 1978, a tus 23 años, sin saberlo, estabas a seis de tu encuentro con quienes iban a secuestrarte.
Una noche, durante un receso entre clase y clase, tus compañeros te bromeaban, diciéndote que ya mejor te fueras del país, porque si no te iban a poner de apodo “muerto al que no le han avisado”. También trabajabas como auxiliar de investigación en el IIES (el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales) de la facultad, que por aquel entonces reunía a mucho de lo mejor de la intelectualidad guatemalteca.
Y el lunes 21 de mayo de 1984 llegaría el día: tu encuentro con los señores de la muerte. El 19 habías regresado a Guate, por El Salvador, porque creías que, ante el secuestro de Carlos Ernesto Cuevas Molina, el secretario de la AEU, vos tenías la obligación de estar allí, de apoyar de alguna forma. Y desde aquella tarde que saliste de tu casa, a las 2, ya no supimos nada de tu vida. Un carro “como los que usaba la judicial” te estaba esperando en la entrada de la U. A las 6 y media de la tarde Elizabeth, tu esposa, te esperó, como habían quedado, en la parada del restaurante Pollo Campero de la Avenida Bolívar, y nada. Entró al lugar, como habían quedado, para dar otro chance a que llegaras. De allí en adelante, todo se llenó de niebla, de miedo, de dolor, de memoria.
Tu secuestro, junto al de Carlos Ernesto, Gustavo Castañón e Irma Marilú Hichos (ocurrido ese mismo 21), deparó el cierre de la AEU. Se acabó, como era el plan de los militares. De Oliverio, en 1978, hasta 1984, con Lucas, Ríos Montt y Mejía Víctores, la dirigencia de la AEU soportó siete años atroces. Eran patojos, que, sin más armas que sus libros y sus cuadernos, se enfrentaron a bandas armadas de asesinos despiadados con todos los recursos del Estado a su disposición. ¡Hoy exigimos justicia, carajo!
Después de secuestrarte el 25 de mayo, tus captores llegaron a la casa de Betty, tu compañera, Elizabeth Florián, en la zona 7 de la ciudad capital, para seguir haciendo lo que mejor sabían hacer: matar. La suerte hizo que ni ella ni tu hijo de nueve meses estuvieran todavía allí. Salieron a la mañana siguiente del día de tu secuestro y ahí empezaron a encontrar gente que iba atenderles la mano.3 Ella regresó, 15 días después, para recoger ropa y otras cosas, que en las carreras de aquella mañana que salieron fue imposible cargar.
Este 21 de mayo harán 32 años que ya no supimos de vos, pero te recordamos, mirá. Y le escribimos este pequeño homenaje a tus sueños, a tu lucha, a tu valentía para seguir, cuando ya todo en este país se había puesto color de hormiga, como entonces, recuerdo, solía decirse. También, a la lucha de tu esposa, Elizabeth, a tu mamá, doña Ángela Ortiz de Interiano, y tu hermana, Lidia, quienes hicieron parte de esa inmensa gesta de corazón y coraje que, en 1984, fue el Grupo de Apoyo Mutuo.
En la Biblioteca Latinoamericana de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, está el archivo de los papeles que, ordenadamente, en tu oficina del IIES fuiste guardando. Este es el mejor archivo –de acceso público– sobre la organización en la que también militabas: el Partido Guatemalteco del Trabajo. En muchos de estos papeles pueden leerse tus anotaciones, al margen. En ellas se deja ver la agudeza de tu pensamiento, tu inteligencia. Se ve que eras, como se decía en aquellos años: un cuadro. Qué va un cuadro, un gran dirigente. Cómo nos has hecho de falta en todos estos años, a tu esposa, a tu hijo, a tus papás, a tus hermanos, y a tu hermana. Y a Guate, gobernada unas veces por ladrones, otras por gente inepta, muy inepta, tarados pues, como ahora.4

1.- Estos son datos contenidos en “El diario militar”, que se pueden consultar aquí: http://bit.ly/1s4essP
2.- La mejor obra para entender este proceso, desde la ciudad de Guatemala, es el “Oliverio” de Ricardo Sáenz de Tejada.
3.-  Carta de Elizabeth Florián a sus amigos y amigas, ciudad de Guatemala, mayo 2007.
4.- Esta nota fue posible gracias a entrevistas realizadas a varios amigos, compañeros y profesores de Héctor, quienes no quisieron que sus nombres se dieran a conocer. Pero especialmente a su esposa, Elizabeth Florián. A todos ellos un agradecimiento muy especial por haber compartido sus recuerdos y darme un poco de su tiempo.
http://elperiodico.com.gt/2016/05/15/domingo/hector-interiano-a-las-6-y-media-de-la-tarde-de-un-lunes-cualquiera/