jueves, 19 de septiembre de 2013

La primavera democrática

Arbenz se adelantó a su época.

Miguel Ángel Albizures

En este mes que se conmemoran los cien años del nacimiento de Jacobo Árbenz Guzmán y 152 años que dicen de Independencia, bien vale la pena insistir en que 1944 y 1954 son dos fechas que la juventud de hoy, y de mañana, debe mantener en la memoria, porque la primera, marca el inicio de un proceso democrático que ubicó a Guatemala a la hora del mundo, y la otra, 1954, es la vuelta al atraso, a la oscuridad, a la instauración de gobiernos represivos que negaron los más elementales derechos ciudadanos.

La Junta Militar integrada por Jacobo Árbenz, Jorge Toriello Garrido y el mayor Francisco Javier Arana, abrió las compuertas de la democracia instalando la Constituyente que promulgó la Constitución y sentó las bases para construir un nuevo Estado en el que imperara la justicia, la soberanía y la independencia frente al imperialismo y el capital transnacional. En otras palabras, le devolvieron la dignidad al pueblo y al país que hoy sigue sojuzgado.

Arévalo hizo la revolución del alfabeto y las transformaciones sociales en momentos que al poder económico le interesaba, y le interesa todavía, seguir manteniendo al pueblo en la ignorancia para continuar explotando su mano de obra en las grandes haciendas. Árbenz revolucionó al campesinado con el Decreto 900, e hizo temblar a los dueños de las bananeras, a los grandes hacendados y, por supuesto, al imperialismo que sufrió escalofríos cuando sus intereses empezaron a ser afectados. 

Quieran o no, Árbenz fue el Soldado del Pueblo y no el soldado de las empresas petroleras y mineras, ni el sirviente de la oligarquía y el imperio. Árbenz fue el Chelón del campesinado que a los pocos dinosaurios que quedan, y que padecen de un anticomunismo trasnochado, no les gusta que reivindiquemos su nombre y sus acciones, pero tanto Arévalo como Árbenz fueron dos estadistas que hicieron posible la Primavera Democrática de los diez años que gozó el país y el pueblo y que, hasta la fecha, ninguno de los gobiernos civiles, ni mucho menos los militares, han sido capaces de devolver al pueblo, por el contrario han gobernado, y siguen gobernando bajo las directrices del Ejército y del poder económico.

Árbenz se adelantó a su época, fue estudiante y deportista brillante, y como gobernante impulsó los proyectos que el país necesitaba para desarrollarse y jamás agachó la cabeza ante el imperio. Por eso nos negamos a olvidar y seguimos empecinados en recuperar las conquistas de la Revolución de Octubre, única forma de construir la otra Guatemala.

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