miércoles, 3 de diciembre de 2014

Madres de migrantes desparecidos.

Recuerdo que  me estaba revolcando del dolor de muelas, andaría por ahí de los doce años de edad y en la casa ir a donde el dentista era un lujo al que no podíamos acceder, para tanto no  llegaba el salario de mi papá ni la venta de nuestros helados. El dinero no se desperdiciaba en repellos y cuando era de vida o muerte se hacía el esfuerzo para que  con un alicate el dentista pusiera fin a nuestro tormento. Y así la mayoría en la colonia.

Aquella tarde me doblaba del dolor y no había calmante que me lo lograra controlar, llegó mi mamá que andaba haciendo oficio en el patio y cansada de escuchar mi llanto me dijo: “¿dolores? ¿Te sentís morir con el dolor de muela? Dolor es parir un hijo y ni tanto, dolor es que se te muera.  Esos son dolores en la vida no un dolor de muela.”  Regresó a lo que estaba haciendo. Y a mí se me fue el dolor a la goma, me puse sal sobre la muela y busqué oficio. Nunca he olvidado esas palabras.

Mi madre fue la primera mujer a la que le escuché decir que el dolor más grande en la vida es que se te muera un hijo.  ¿Cómo puede soportar una madre la muerte de un hijo? Me pregunto.  Si ese lazo que se crea en la gestación es irrompible.  ¿Cómo puede sobrevivir una madre a la desaparición de un hijo? Que si está muerto hay una tumba, se sabe que está ahí, ¿pero un desaparecido? ¿En dónde buscarlo?

La angustia de pensar si está bien, si lo están torturando, si lo están matando de hambre, a golpes, si pasa frío, si clama a gritos por ayuda que nadie escuchará.  No hay cansancio, derrota, no hay paranoia, ansiedad, pesadillas, no hay depresión que pueda con la fuerza inquebrantable de una madre que busca a su hijo desaparecido.  Quien crea lo contrario que vaya y les pregunte a Las Madres de la Plaza de Mayo. Que vaya y les pregunte a las madres de los desaparecidos que se llevaron las dictaduras militares.  Que vaya y les pregunte a las madres de los desaparecidos que se lleva la limpieza social. O que vaya y les pregunte a las madres  centroamericanas de migrantes desaparecidos que en este momento visitan México, en la Caravana que nunca se cansa de buscar. Quién crea que es una angustia leve que se ponga en sus zapatos.

Hay dolores en la vida que si somos humanos aunque sean ajenos debemos hacerlos propios para que la conciencia no se nos duerma, no se nos muera, no se nos escape en fantasías insignificantes. Muchos creen que duele no tener un automóvil de modelo reciente, un iPad, una computadora, tener el armario lleno de zapatos. Creen que duele no poder comprarse esa corbata que va muy bien con el traje nuevo. O la bolsa que hace juego con la chaqueta.  Muchos imaginan que es doloroso y se deprimen  al no tener una casa con terraza y de tres niveles o un portón electrónico para el garaje. Un mesa de caoba para el comedor. Un teléfono celular inteligente. Y una botella de vino fino para la cena de fin de año.

Se deprimen porque no les alcanza el salario para salir a parrandear todos los fines de semana, porque alguien les dijo que andar de fiesta en fiesta es vivir. Porque han escuchado decir que la vida es corta y se acaba pronto. Que hay que fornicar con quien se deje porque la vida es para vivirla. Que entre más títulos universitarios tenga mejor lo tratará la vida.  Y en el afán muchos los compran y no se los ganan. ¿Qué es vivir? Nunca he visto a alguien que se deprima por no poder comprar o leer  un libro. En cambio sienten morir si no tienen la loción esa que acaban de anunciar por televisión.  O las joyas de oro.  ¿Qué es el oro en la vida? ¿Qué es el oxigeno en la vida?

Cuánto desaliento pueden tener acumulado las madres que buscan a sus hijos desaparecidos durante décadas, las que mueren y nunca los han encontrado. Hay dolores de dolores en la vida.  Por amparo debemos sentirlos todos.  ¿Qué haría si fuera su hija la desaparecida? ¿Qué pensamientos vienen a su cabeza? ¿La están abusando, cuántos hombres han pasado sobre ella, le pegan, la torturan? ¿Duerme? ¿La sodomizan? ¿Lo ha pensado así? ¿Han llegado estos pensamientos a su mente aunque no tenga familiares desaparecidos?  ¿Qué hacen con su hijo? ¿Lo están utilizando para cargar droga, para matar gente, lo mataron, lo han sacrificado?  Si pensar esto nada más le agria el momento imagine a las madres que llevan décadas buscando a sus hijos desaparecidos. Se les ha ido la vida.

Son miles los migrantes que han desaparecido en México en su paso hacia Estados Unidos, ¿en dónde están?, ¿quién los desapareció?, ¿son ellos muchos de los cuerpos que aparecen en fosas clandestinas? ¿Son ellos muchos de los cuerpos que deshacen en líquido dentro de un tonel? ¿Son ellos los cuerpos que aparecen a la orilla de la ferrovía, sin órganos? ¿Son ellos los sicarios? ¿Son ellos lo que son explotados sexualmente en los mercados negros?

Qué angustia solo pensar que pueda ser un ser querido. Qué dolor imaginar, solo imaginar.  Ahora imagine la desesperación, el llanto, el cansancio, los pensamientos, la impotencia.

Piense un instante en La Caravana de Madres  de Migrantes Buscando a sus hijos Desaparecidos en Tránsito. Respire despacio, ahora piense que cualquiera de ellas puede ser usted. ¿Qué siente ahora?

Le pregunto: ¿qué haría si fuera una de ellas? No lo es, usted tanto como yo somos  la célula, ella son el núcleo. Le pregunto, ¿puede la célula sobrevivir sin el núcleo, qué es el núcleo sin la célula?

Imagino que los buscaría hasta debajo de las piedras, ¿le gustaría que la gente fuera apática a su dolor, a su búsqueda? ¿Le gustaría que se unieran y que denunciaran? ¿Qué exigieran justicia? ¿Qué los gobiernos y las autoridades hicieran algo?  Le pregunto de nuevo, antes respire despacio, hondo, ¿qué haría?

En la vida hay amores y dolores. Uno de los más grandes amores es el de la solidaridad humana, si nos une el amor también que sea el dolor causal de hacernos despertar e involucrarnos.
 Le dejo con la pregunta de acuerdo a sus recursos, circunstancias y conciencia: ¿de qué manera se involucraría?  No espere a que ese dolor que ahora es ajeno, lo toque de cerca y le vuelva polvo las esperanzas.
Le pregunto ahora: ¿qué es la vida para usted? ¿Un jardín de rosas? Le cuento que las rosas también tienen espinas.

Si este texto lo hizo pensar un momento en el dolor ajeno, compártalo para que  por lo menos mientras lo leen otros también puedan hacerlo.

Ilka Oliva Corado. 
Diciembre 03 de 2014.
Estados Unidos.













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