El paso que hace falta es la rebeldía, pero para eso hay que fortalecer la organización comunitaria. Hace unos días un documento decía que el “río Cahabon ya no se salva”. Es cierto que si se lo dejamos en sus manos, bajo la decisión del Estado, ya no se salva. Pero si se lo volvemos a quitar entonces se salvará. Nosotros lo tenemos que recuperar y luego defenderlo. Es el momento para unirnos, para sacar a todos los destructores de nuestros territorios. Hay que impedirles el paso para que no vuelvan a entrar. Las decisiones de la Corte de Constitucionalidad no funcionan en nuestros territorios. Aquí, nuestra voz y nuestra palabra mandan. Si nos unimos, no entrarán jamás.
Kajkoj Máximo Ba Tiul[1]
¿Cuándo pasaremos de la resistencia a la rebeldía? El paso es difícil. Puede ser un paso pequeño, porque se supone que la resistencia fue fruto de la organización y de la formación. Pero cuando este proceso se dio a cuentagotas, sin que aquellas fueran duras, consistentes y conscientes, el paso será mucho más ancho. Tendrán que pasar más cosas para alcanzarla. La rebeldía es la que nos llevará a desbaratar la restauración conservadora. La rebeldía nos va a llevar a salirnos del clóset o del escaparate. Digo esto porque seguimos hablando que este Estado no sirve, es discriminador, racista, patriarcal, homofóbico, misógino, etc. pero seguimos pidiéndole que su gobierno legisle para nosotros, que nos incluya, que nos de migajas, y avalamos sus propuestas pensadas “hacia nosotros” y no con nosotros.
Cuando faltan más o menos dos años, si es que menos tiempo, para que comience nuevamente una campaña electoral, otra vez comienza a discutirse que si la izquierda o si la derecha. Salen a relucir problemas personales, grupales, individuales. Aparecen nuevos analistas que se complementan con viejos. Nuevos académicos que debaten con viejos académicos. Todos hablan a la vez. Muchas veces dicen lo mismo solo que con otras palabras, como lo que lo hoy se ha denominado la izquierda rosada: en algún momento lo nombramos como la izquierda de hotel, la izquierda turista, la izquierda oenegera, la izquierda partidista oficial, la izquierda social. El Vicepresidente de Bolivia la denomina la izquierda de cafetín. En Guatemala, también se le denominó la Caravana del Zorro o la izquierda que levanta la mano derecha.
Hoy seguimos cuestionando si somos un movimiento o somos más movimientos, si somos un pueblo o somos más pueblos, si somos movimiento social o movimiento de pueblos. Si hay movimiento indígena, maya, xinka, garífuna, ladino, etc. Se escucha que se crean frentes por aquí, frentes por acá. Que se discute un pacto de unidad. Que hay llamado a crear articulaciones para tomar el poder. ¿Qué poder? ¿Cuál poder? Pero sobre todo ¿con qué poder? Son solo preguntas que siguen dando vueltas en el corazón, en la mente y en el estómago de las comunidades. No se vislumbra a corto plazo un cambio.
Se sabe muy bien y lo hemos discutido muchas veces que desde la colonización española, pasando por la independencia, por las dictaduras y con esta nueva forma de despojarnos de nuestra tierra y de nuestro territorio, han matado a nuestros líderes, a nuestros pensadores, a nuestros sabios, a nuestros guías. Decía una persona hace poco que “estamos jodidos porque no tenemos pensadores”, eso no es cierto. Porque lo que nos impide lograr nuestra liberación es nuestra total dependencia al sistema. Aunque no se quiera aceptar, hasta las organizaciones que dicen representarnos ante el Estado dependen del sistema, sobre todo cuando dependen de los proyectos de la cooperación. Así, están igual los hombres y mujeres de las comunidades, porque siempre que quieren hacer algo, siempre están pensando qué dirá el alcalde, el COCODE, el Padre, el pastor, el doctor, el maestro, el dirigente de la ONG. Pero también dependemos del proyecto, no caminamos, no avanzamos, no vamos a las reuniones comunitarias si no nos dan viáticos, si no nos dan pasajes, si no nos llevan a buenos hoteles. Por eso es que no avanzamos hacia la autonomía y la liberación. Por eso es que no nos articulamos, por eso es que no encontramos la ruta, el camino, el camino blanco, rojo, negro o amarillo.
Allí es donde está nuestro miedo. Decimos estamos en resistencia, pero cerca de nosotros está la hidroeléctrica, la minería, la palma africana. Decimos que estamos en resistencia, pero siempre estamos enviando memoriales a las instituciones del Estado. Los abogados y otros dizque profesionales siempre nos llevan a las instituciones del Estado a presentar memoriales, comunicados, amparos. Nos llevan a respetar a la institución, a este Estado que nos sigue matando. Vamos y nos tomamos la foto con la Fiscal, con el de CICIG, con los funcionarios de gobierno, con la Corte de Constitucionalidad, con los alcaldes, con la gente de la cooperación y nos escuchan, claro que sí, porque si no ya nos les vamos a creer, pero luego no sentimos cuando nos clavan al puñal por la espalda. Por ejemplo, eso de proponer el pluralismo jurídico en las reformas al sector justicia, de su sector justicia porque no es el nuestro. Porque nuestro sistema de justicia lo tenemos, no necesitamos que hagan una ley específica para que lo sigamos aplicando. Cómo nos ha pasado y sigue pasando.
Un claro ejemplo lo que les pasó a los hermanos Q’eqchi’ de Cahabón cuando ya había resoluciones de la Corte Suprema e incluso de la misma Corte de Constitucionalidad, en donde se decía que había que consultar a los pueblos. Ahora esa misma Corte de Constitucionalidad, una noche, mientras nosotros estábamos durmiendo, dice que siga la construcción y después que se haga la consulta. Qué consulta, si las comunidades ya hicieron su consulta, ya dijeron que no querían a la hidroeléctrica en el río Cahabón. Entonces para este Estado, los indígenas y mucho menos los mayas no existen, no cuentan.
Eso nos pasa por seguir los ritmos del Estado Kaxlan. Ellos son mentirosos, no hablan con la verdad. Pueden traicionar sus palabras, en cambio nosotros no, porque somos “malik winaq’”, decían nuestros abuelos. La palabra siempre fue para nosotros un valor, pero para el kaxlan es su papel, su letra. Como no hemos aprendido que sus tiempos no son nuestros tiempos, por eso nos engañan. Ya es tiempo que nosotros le demos ritmo al tiempo. Ya no dejemos que nos quieran articular desde arriba.
Ya probamos mucho, no vamos a recordar mucho más atrás, solo algunos: la marcha indígena y campesina del 2012, la marcha del agua, la marcha de San Juan Sacatepequez, la Asamblea Social y Popular…terminaron en el tiempo y en el espacio kaxlan. Caminamos juntos y terminamos hablando con el presidente, el vicepresidente y otros mentirosos que trabajan con ellos, incluso algunos indígenas que en los foros hablan sobre autonomía, sobre nuestros derechos, pero están acomodados comiendo las sobras del Estado kaxlan. Ya llegó el tiempo de que nosotros como “tz’aqal winq”, nos unamos y caminemos juntos, sin intervención de ellos y nos rebelemos, como dicen allí, tenemos que cambiar la forma de lucha, porque las marchas, los comunicados, las conferencias de prensa, los foros y más, no han servido de mucho.
El paso que hace falta es la rebeldía, pero para eso hay que fortalecer la organización comunitaria. Hace unos días, un documento decía que el “río Cahabon ya no se salva”. Es cierto que si se lo dejamos en sus manos, bajo la decisión del Estado, ya no se salva, pero si se lo volvemos a quitar, entonces se salvará. Nosotros lo tenemos que recuperar y luego defenderlo. Es el momento para unirnos, para sacar a todos los destructores de nuestros territorios. Hay que impedirles el paso para que vuelvan a entrar. Las decisiones de la Corte de Constitucionalidad no funcionan en nuestros territorios. Aquí, nuestra voz y nuestra palabra mandan. Si nos unimos, no entrarán jamás. Aquí el pueblo debe mandar y no lo que decidan en la capital. Ya no más marchas, movilizaciones, comunicados, memoriales. Llega la hora de actuar. Hay que organizarnos más, para demostrar que nosotros tenemos el poder y no los ricos y no quienes se han adueñado de nuestras tierras y territorios.
Urge el paso hacia la rebeldía y eso solo lo podrán dar lo pueblos organizados. Pero para eso tenemos que dejar el miedo. Porque el miedo es el que nos lleva a dialogar, a hablar con ellos. El miedo es quien nos lleva a la capital, para ver si nos escuchan. El miedo no nos permite organizarnos. El miedo es nuestro peor enemigo. Tenemos que caminar más despacio y más seguro, porque el tiempo avanza.
[1] Solo me dispuse a escribir lo que piensan, sienten y expresan las comunidades. Es pensamiento de ellos, lo que hice es ponerlo en forma de artículo, para que pueda ser analizado.
Nuestra Solidaridad con los compañeros del Centro de Medios Independientes,
Nadie nos quitará la voz, seguiremos gritando hasta lograr la liberación.
https://pensamientosguatemala.org/2017/05/31/de-la-resistencia-a-la-rebeldia/?blogsub=confirming#_ftn1
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