jueves, 14 de noviembre de 2019

OTRO ZARPAZO DEL IMPERIALISMO

La vida y los derechos de los pueblos originarios no les importa nada, quieren vasallos, no ciudadanos en el ejercicio pleno de sus derechos.


Por: Miguel Ángel Albizures
Comprendo cómo se debe sentir Evo Morales, y quienes le acompañaron en la osadía de transformar Bolivia, porque el odio, la violencia, el desprecio, la discriminación y el racismo se han hecho presentes. La oligarquía, las grandes transnacionales, el imperialismo yanqui y los militares, una vez más se han unido y se han desnudado ante el mundo para exhibir su bajeza y paralizar cualquier intento de cambio en los países del sur que afecte sus mezquinos intereses. La vida y los derechos de los pueblos originarios no les importa nada, quieren vasallos, no ciudadanos en el ejercicio pleno de sus derechos.

Lo sucedido en Bolivia, no solamente fue un golpe a Evo Morales ni a los pueblos que le respaldaban abiertamente, sino un duro golpe al continente, a la América Latina mestiza e indígena, que le sigue y seguirá apostándole a la democracia plena, a la paz, a la justicia, al bienestar de millones de ciudadanos, niños y niñas excluidos y explotados, que más temprano que tarde romperán las cadenas y tomarán en sus manos el destino de nuestros países.

Los hechos ocurridos en Bolivia, nos trajeron a la mente aquellos aciagos días posteriores a la intervención imperialista en Guatemala, cuando se persiguió y asesinó a dirigentes de las centrales obreras y campesinas acusados de comunistas, cuando gente pobre, pero creyente, se unió a sus enemigos de clase y apoyó la contrarrevolución para librarse del “comunismo”, para defender a su “Dios” porque según ellos, el socialismo era la negación de Dios y por eso el imperio habló de los “come niños”, mientras bombardeaban puntos estratégicos. Los traidores del Ejército, fueron los aliados incondicionales de la oligarquía y del imperio para “rescatar” al país destruyendo la democracia y todos los avances de la revolución, tal como lo han hecho en Bolivia.

La renuncia de Evo Morales y su Vicepresidente, si bien fue obligada dadas las circunstancias y por la necesidad de evitar mayores enfrentamientos y muertes, solo muestra que Estados Unidos y el capital trasnacional, continúan dirigiendo los designios de los países latinoamericanos, pues bajo la bandera de la defensa democrática, se aseguran las reservas de materias primas, entre ellas el litio, para continuar con su modelo económico neoliberal y depredador. Las oligarquías nacionales han hecho lo de siempre, apelar a la blancura de la piel y al fundamentalismo religioso para quedarse con el poder, en su ignorancia demagógica que no entiende que todos somos mestizos, que los Estados contemporáneos ya no se pueden fundamentar en la religión, sino en la igualdad de derechos y el bien común para todos sus ciudadanos, y que el Ejército no debe interferir en la vida política, y mucho menos reprimir, los movimientos sociales. Sin embargo, la extrema derecha continúa allanando sedes, destruyendo bienes de las organizaciones, agrediendo a miembros del Movimiento al Socialismo y a simpatizantes de Evo Morales y de plano van a continuar, junto a sus campañas de desinformación, intentando maquillar un evidente golpe de Estado como una respuesta al descontento de la población, y al fraude electoral, presentándose ante al mundo como los “liberadores del pueblo boliviano”.

El problema de Evo Morales fue nacionalizar los sectores estratégicos para el país, reformar la Constitución y apostarle a un Estado Plurinacional, combatir el analfabetismo y la desnutrición, y lo más grave ser un indio que se atrevió a cambiar un Estado racista, excluyente que se negó a obedecer las órdenes del imperio y de la oligarquía nacional.
https://elperiodico.com.gt/opinion/2019/11/14/a-las-puertas-de-una-escena-de-impunidad/

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