LA DEMOCRACIA SEGUIRÁ SIENDO UN MITO HASTA DONDE LO PERMITA EL PUEBLO.
Por: Miguel Ángel Albizures
Son momentos difíciles dijimos en el último artículo publicado el jueves pasado, sin saber que un día después elPeriódico y la casa de José Rubén Zamora serían allanadas por las fuerzas de seguridad. Simplemente estábamos olfateando lo que en cualquier momento podría suceder, pues nada bueno se puede esperar de un aprendiz de dictador y sus adláteres que le tienen tirria a los periódicos y periodistas que no comparten sus fechorías. ElPeriodico ha mantenido desde sus inicios una posición de análisis y denuncia, ha puesto el dedo donde más les duele a los corruptos y advenedizos, y no es la primera vez que se intenta silenciarlo.
Si algo nos hace pensar la agresión contra Zamora y elPeriódico, es que los reducidos espacios democráticos se están cerrando aceleradamente y se cierne sobre la población y especialmente sobre los periodistas, la espada de Damocles con la que pretenden cercenar los elementales derechos ciudadanos. Eso de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, es un decir en la Declaración Universal de Derechos Humanos, porque aquí en nuestro país las desigualdades son enormes y la presencia de tiranos es una amenaza permanente, tal como sucede hoy en día que, sin decir agua va, se allana elPeriódico y la casa de su fundador y presidente, bajo abstractos argumentos de lavado de dinero, los cuales ni siquiera le han podido presentar en una audiencia de primera declaración.
La democracia seguirá siendo un mito hasta donde lo permita el pueblo, pues si el pueblo de Guatemala se decide puede seguir los pasos de los países del sur y los tiranos de hoy pasarán a la historia negra de este expoliado país. En este caso no se trata nada más de la agresión a un medio, aunque incluso sus cuentas bancarias estén siendo congeladas con la finalidad de afectar a todos sus trabajadores; se trata de una agresión al pueblo que tiene el derecho de estar informado. Esto marca el inicio de otra serie de agresiones para silenciar a todo el gremio periodístico, para que bajemos la cabeza y guardemos silencio de los desfalcos al Estado y de la anulación de los derechos ciudadanos, pues la libre expresión es un derecho del pueblo y no un privilegio de los periodistas.
Por ello, la respuesta debe ser inmediata, permanente y contundente de los diversos sectores sociales. NO NOS CALLARÁN, fue el grito inmediato de los periodistas y comunicadores sociales, pero también tiene que ser el grito del pueblo en diversos rincones y de los sindicalistas, organizaciones de derechos humanos y ONG, es decir de toda la ciudadanía consciente. Primero fueron por los fiscales y los jueces, ahora vinieron por los periodistas; si callan a la prensa y a los periodistas, se calla al pueblo que se expresa a través de ellos. Son momentos sumamente críticos que nos hacen pensar en lo sucedido a principios de los años ochenta y el asesinato o exilio de muchos periodistas. La unidad y la acción del pueblo en las calles en contra de las acciones dictatoriales, es lo único que puede evitar una vuelta al pasado.
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