lunes, 10 de septiembre de 2012

En Guatemala, la oligarquía rentabiliza la civilización maya






En Guatemala, la oligarquía rentabiliza la civilización maya

por Grégory Lassalle
Cómodamente instalado en medio de su inmensa colección de piezas mayas, Fernando Paiz recuerda: “Ese día me habían invitado a cenar a casa de la embajadora de Francia en Guatemala, junto con Stéphane Martin, director del museo del Quai Branly. Luego les propuse que vinieran a mi casa”. El presidente de Wal-Mart Centroamérica marca una pausa, esboza una sonrisa de satisfacción y continúa: “Y es ahí, alrededor de un vaso de Zacapa Centenario [un ron guatemalteco de excepcional calidad] donde maduró la idea de organizar una exposición sobre arte maya, en París”. Un año más tarde, la idea tomó cuerpo: del 21 de junio al 2 de octubre, se presentarán ciento sesenta piezas en el museo del Quai Branly.

La iniciativa pretende, por supuesto, hacer que se conozcan mejor las civilizaciones prehispánicas, pero no únicamente. También se trata de “dar una buena imagen del sector privado”, confiesa José Miguel Torrebiarte, codirector de la Fundación Patrimonio Cultural y Natural Maya (Pacunam). Pacunam reúne los pesos pesados del sector privado guatemalteco (1): la investigadora Nadia Sussman estima que sólo sus miembros representan cerca del 80% del producto interior bruto (PIB) del país (2). Siendo él mismo director de una de las mayores empresas guatemaltecas, Cementos Progresos, Torrebiarte proclamaba en 2008, en nombre de Pacunam: “Debemos implicarnos en el desarrollo del país” (3). ¿Cómo? Por medio de la creación de parques “arqueológicos y naturales”, tales como El Mirador, del que la exposición en el museo del Quai Branly asegurará su promoción.


“Las pirámides más grandes del mundo en volumen y las más altas de Latinoamérica”: a los folletos de Pacuman les gustan los superlativos. El Mirador promete al futuro turista un paseo divino por el corazón de la “selva más grande de Centroamérica”, un lugar donde sobreviven “monos, araguatos, jaguares o pumas” (4). El visitante se deleitará al saber que su diversión forma parte de la “defensa de la cultura maya y del patrimonio natural nacional” así como de la “protección de los vestigios de la cultura maya” (5). Y los más apresurados, quienes prefieren los viajes en helicóptero, están tranquilos: su huella ecológica se compensará con los árboles que se planten dentro del marco del programa de conservación de El Mirador. En primicia, un periodista de la CNN se presentó allí en 2010 y, encaramado en la cumbre de una de sus pirámides que emergen del bosque virgen, compartió con cuatro millones de telespectadores “el sueño de retrotraerse”, el de hallarse “en el techo del mundo maya” (6).

El Mirador se encuentra en el departamento del Petén, al norte de Guatemala, en la frontera con Belice y México. Inmensa zona selvática, rica en biodiversidad, esta región rebosa de sitios arqueológicos prehispánicos mayas. El desarrollo de esta región comenzó durante los años 1960 con la llegada de campesinos sin tierra y de empresarios nacionales especializados en la ganadería para la exportación. En los años 1970, los gobiernos militares ocuparon el departamento y controlaron las fronteras, en nombre de la lucha contra la “subversión”. Se percataron del valor del patrimonio arqueológico y natural: comenzó el contrabando de piezas mayas y de maderas preciosas. El Petén, el departamento más grande del país y zona predilecta del crimen organizado y del narcotráfico, pronto se convirtió en un lugar estratégico para el poder económico nacional.

En 1996, los acuerdos de paz pusieron punto final al conflicto armado interno que causó cerca de 200.000 muertos entre 1960 y 1996. La vuelta a la democracia facilitó una nueva distribución del territorio: “La oligarquía situó al Petén en el centro de su nuevo proyecto de acumulación”, explica el investigador Fernando Solís. El “plan de desarrollo del Petén”, presentado por la Secretaría de Programación y Planificación de la Presidencia en 2011, orquesta esta transformación. Divide el departamento en zonas de intereses económicos: en el Sur, los agrocombustibles; en el centro, la producción de electricidad y de petróleo; en el Norte, el desarrollo de la industria turística y de las zonas protegidas.
 
Pero el Estado guatemalteco, debilitado desde los ajustes estructurales y la ola de privatizaciones puestas en marcha durante los años 1990, no tiene la capacidad técnica y financiera para llevar a cabo en solitario este programa. Ni tampoco puede desbloquear la financiación necesaria para la conservación y la promoción de los sitios arqueológicos y las zonas protegidas. Las fundaciones Wal-Mart Centroamérica, City Bank, Cementos Progresos, Samsung, Blue Oil o incluso Claro (telefonía) han llegado gustosamente en su ayuda. Seguramente no se les ha escapado que se trata de la tercera fuente de divisas del país: 985,6 millones de dólares en 2010 según el Banco de Guatemala (7).

El desarrollo de El Mirador es el primer proyecto común de estas fundaciones. Se basa en un viejo sueño: desde 1998, Bill Garrett, entonces redactor jefe de National Geographic, propuso a los Gobiernos de Guatemala, México, Honduras y El Salvador crear la Ruta Maya, una zona de turismo “ecológico y académico” (8) que englobaría las ubicaciones de la región y en la que los visitantes podrían entrar gracias a un “pasaporte turístico específico que redujera el papeleo y las dificultades a la hora de pasar la aduana” (9).

En 2004, Paiz retomó la idea y le añadió otra: la creación de un “parque arqueológico […] de diversión y de purificación espiritual” (10). Se le encontró un nombre: “El sistema natural y cultural Mirador”. Para asegurar la financiación, creó la fundación Pacunam. El arqueólogo estadounidense Richard Hansen se encargó del proyecto de restauración. Los dos organizaron conjuntamente visitas privadas dirigidas a diplomáticos. Paiz explica: “Se invitó a la mayoría de los diplomáticos a que descubrieran El Mirador porque son ellos quienes saben donde encontrar fondos en sus países”. Desde 2008, la periodista Velia Jaramillo asegura que las cantidades recaudadas por el proyecto El Mirador “han alcanzado niveles nunca vistos hasta ahora” (11) (las cuales nunca se han hecho públicas). Pero todavía faltan millones de dólares. Pacunam y Richard Hansen incorporaron al actor Mel Gibson en calidad de portavoz del programa de recaudación de fondos. La promoción internacional de El Mirador se intensificó.

Hansen –de quien Gibson considera que ha “creado un nuevo modelo de conservación para los sitios arqueológicos y los bosques vírgenes” (12)– asegura que el sitio constituirá una “estación turística de lujo”: “De muy alta gama, no de mochileros. Turistas que bajan directamente en helicóptero desde Cancún, en México, que pasan la noche en eco lodges, que visitan el sitio y se van”. Operadores turísticos como “Ecoturism and Adventure Specialist” ya proponen fórmulas de viajes que se pueden pagar directamente en Estados Unidos, sin que el dinero pase por Guatemala. Las compañías privadas de transporte enviarán a los turistas a hoteles de lujo del Petén actualmente en construcción, entre ellos los de la familia Castillo, que, por medio de la empresa de bebidas Cervecería Centroamericana, participa en Pacunam.

En estas condiciones, cuando la fundación afirma que “El Mirador es un proyecto que primero ha de beneficiar a las poblaciones locales (14), éstas… lo ponen en duda.

En una carta abierta a las autoridades guatemaltecas (15), las comunidades del Petén denuncian un modelo de turismo que las convertirá en “paisaje cultural folclórico”. Acusadas de ocupación ilegal de las tierras y de deforestación en las zonas protegidas, temen que se les expulse. Desde 2010, el Ministerio de Defensa ha instalado bases militares en la región, denominadas “batallones verdes”. ¿El objetivo? Proteger la naturaleza frente a estos invasores (y frente a los “narcotraficantes”). Resultado, el desarrollo turístico va acompañado de la militarización de la zona, financiada por una empresa petrolera francesa, Perenco, que pagó tres millones de dólares al Ministerio de Defensa en 2010 para ayudarle a establecer sus “batallones”. La empresa promete igualmente una participación financiera de 0,30 dólares por barril de petróleo bruto producido para asegurar su funcionamiento. Perenco explota el petróleo del norte del Petén, en una zona protegida. Según el investigador Yuri Melini, eso viola la Constitución nacional y las convenciones internacionales (16), pero se autorizó dentro del marco de desarrollo público-privado de la región, al igual que la financiación privada del Ejército. ¿De verdad sorprende encontrar a Perenco entre los mecenas de la exposición sobre los mayas en el Quai Branly?

“La Embajada de Francia, con la que tenemos buenas relaciones, nos ha pedido que nos comprometamos en la defensa del patrimonio arqueológico y natural”, nos explica Nicolas de Blanpré, responsable de comunicación del grupo. Perenco se sacrifica: el 28 de junio, la empresa ofrecerá “una recepción privada para sus socios en los locales del museo [del Quai Branly]”, entre piezas mayas, en presencia de Paiz, recientemente elevado al rango de Caballero de la Orden de las Artes y de las Letras de Francia por el Ministerio de Cultura a causa de su compromiso “en favor de la cultura maya”.

En 2008, Torrebiarte, hablando en nombre del sector privado, observó que mediante el proyecto El Mirador, “debemos mostrar que somos un sector responsable dispuesto a sacrificarse”.

Grégory Lassalle

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