domingo, 23 de marzo de 2014

Ríos Montt, el pastel que no llegó y la masacre de Ilom



Cuando amaneció, Emil Bustamante iba un mes tarde para el cumpleaños de su sobrina, encerrado en un cuartel con el rostro desfigurado, aún vivía. Antonio Caba despertó cuando su papá lo sacudió, 200 soldados habían llegado a la aldea. En la calle opuesta al Palacio Nacional, esperaban al director de un colegio para que suplantara a Romeo Lucas García. Cumplidos hoy 32 años, dos voces narran el último recuerdo de un hermano desaparecido y una masacre en la zona Ixil, ambos al mismo momento en que Ríos Montt asumía el poder tras el golpe de Estado
Francisco Rodríguez • frodriguez@elperiodico.com.gt


13 de febrero de 1981. Su cuñada la veía de lejos sin decir nada. Llegó tarde y solo acompañada de una amiga. En su cabeza una tormenta de hipótesis para explicar el retraso de Emil Bustamante, pero de su boca no salía nada, solo silencio y una mirada triste. Marylena Bustamante notó algo extraño en ella, pero el bullicio de la reunión improvisada la distrajo, estaba ocupada en ver que su hija soplara la primera velita de su vida sobre un pastel más barato que el que les prometió llevar Emil, su hermano.

7 de junio de 1975, en San Gaspar Chajul, Quiché, un hombre tenía varias armas apuntándole al rostro. Los billetes arrugados sobre la mesa lo delataban como el patrón de la finca La Perla, por breves segundos vio a los ojos a los guerrilleros del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) que lo encañonaban. Antes que lograra tomar el arma sus captores dispararon, murió en el instante.

El pastel fue comprado a última hora y un desajuste en el presupuesto. Eran malos tiempos para celebrar, hacía poco otro familiar había sido asesinado, ni Marylena ni su esposo tenían empleo, pero los convencieron de hacer la pequeña reunión. Los invitados se fueron y con ellos el silencio de su cuñada, Emil debió haber llegado por ella al mediodía y llevarla. El ambiente perdió su encanto, de inmediato, los hermanos empezaron a buscar en los lugares más obvios: Hospitales, estaciones de Policía, morgues e incluso barrancos.

La detonación de las armas asustó a quienes esperaban su paga fuera de la casa patronal, uno de los militantes salió y les explicó en su idioma que gracias a ellos, Luis Arenas, conocido como el Tigre del Ixcán, había sido asesinado. Los trabajadores conocían aquel apodo, la mayoría de ellos trabajaba para él solo con el fin de saldar pesadas deudas por adelantos en sus pagos de la cosecha. Pero ahora había muerto, ya no debían nada, tan felices estuvieron que en la aldea Ilom festejaron por dos días, marimba y baile para todos. “Durante los meses que siguieron (a la muerte de Arenas), el Ejército desencadenó la mayor operación antiguerrillera nunca antes vista en el país hasta entonces… Solo estaban esperando el primer tiro para lanzarse sobre las montañas” se lee en el libro Los días de la selva del dirigente del EGP, Mario Payeras.

Este es el inicio de dos historias cuyo punto medio coincide en un día como hoy, hace 32 años. La razón por la que uno fue detenido y la liberación de los otros llegó solo con los años.

Febrero

Las velas del pastel se apagaron y también el sol. El tic tac del reloj no paraba y ninguna fuente oficial daba alguna pista de Emil, ser catedrático en la Universidad San Carlos de Guatemala (Usac) lo hacía candidato perfecto para una desaparición forzada.

Salieron de San Pedro Ayampuc hasta Boca del Monte, un conocido decía ser amigo del director de la Policía Nacional (PN), Germán Chupina Barahona. A él no le interesaba atenderlos. Aunque tocaron insistentemente a su puerta nunca salió, la búsqueda debió seguir como quien intenta hallar algo dentro de un búnker sin poder entrar en él.

Antonio Caba tenía para entonces diez años, en el camino de regreso a su aldea Ilom, Chajul, Quiché, encontró un sombrero, según el calendario habían pasado cinco días de la desaparición de Emil. Estaba en el campo y se veía nuevo, Caba y su hermano se emocionaron con el hallazgo y corrieron tras él, al estar cerca pudieron ver una mancha que tenía por dentro. Se veía oscura, espesa, seguramente con algunas moscas alrededor. Era sangre, a unos pasos el cuerpo de un hombre tirado en el monte.

Las visitas de los militares se hicieron cada vez más seguidas a Ilom durante esos meses, entre más frecuentes, más violentas. Un destacamento militar había sido instalado en la finca del ‘Tigre del Ixcán’. La repentina agresividad fue algo parecido a preparar el terreno para la masacre que llegaría pronto.

Sed en la Capital


De nuevo tocaba a la puerta de un funcionario, para entonces estaba prácticamente sola en su búsqueda, sus hermanos habían perdido las esperanzas. “Me decían que no podían seguir, que porque tenían esposa e hijos ¡Yo también tenía un esposo y una hija!”, recuerda detrás de la mesa de un restaurante de comida rápida. Sobre su cuello, un gafete con el rostro de su hermano.

Esa vez sí contestaron a su llamado, era la esposa de Efraín Ríos Montt, quien hasta esa mañana era el director de una escuela. Un grupo de militares encargados de derrocar a Romeo Lucas García lo esperaba para asumir el mando del triunvirato y gobernar Guatemala. Era el candidato ideal, ya había ganado las elecciones, se las arrebataron. pero entonces el General no quiso pelear.

Por supuesto, para entonces Ríos Montt no estaba en casa. Le pidieron a Bustamante que fuera al Palacio Nacional donde tampoco la recibieron. “No atendemos a familiares de subversivos”, fue la respuesta. Emil, para ese momento, estaba lejos del centro de la ciudad. Lo tenían encerrado en el cuartel de Matamoros, habría tenido el rostro desfigurado, con sed, torturado por 23 días.

La referencia más próxima que tiene Bustamante de lo que pudo sucederle a su hermano es el testimonio de Heterio Toj, fundador del Comité de Unidad Campesina (CUC), sobreviviente a las torturas. Le quebraron los dientes, lo colocaron en un horno para pan adaptado como calabozo. La sed lo hacía hablar solo, delirar, sin lugar donde defecar, la necesidad fisiológica era una forma de hacer más insoportable su bartolina, presa fácil de un coronel a quien Toj solo recuerda como un hombre “alto de ojos azules”. Dio su primera señal de vida cuando apareció en televisión, en su mensaje, pedía a sus compañeros de lucha deponer las armas. “Me obligaron a decir cosas que yo no quería”, aclararía fuera de prisión.

“Golpeado y con el rostro irreconocible” es la última descripción que alguien dio de Emil. Esta persona no dio mayores detalles, solo el indicio de que el 23 de marzo Emil aún vivía. Bustamante le pidió que declarara frente al Ministerio Público, pero haber estado encerrado lo dejó aterrado. El cuerpo de Emil, como temían, nunca apareció, solo una duda seguía en el aire ¿Por qué lo detuvieron? La respuesta llegó diez años después.

Sed en Ilom

Aquella madrugada, la marimba en cadena nacional no era preocupación para los pobladores de Ilom. En la misma plaza donde hacía unos años festejaron la muerte del Tigre del Ixcán, hombres y mujeres por separado veían cómo torturaban a Mingo y a Tomás, solo con esos nombres los recuerda Caba.

Ambos fueron sacados de entre los aterrorizados pobladores. Con su poco español, Tomás preguntó con aire retador “¿Por qué mierda me quieren pegar?” Le dijeron que si no señalaba a los guerrilleros de su comunidad moriría ahorcado de una viga de la escuela. Tomás se negó a dirigir el dedo contra algún vecino, fue colgado minutos después. La lección fue suficiente para el otro capturado, así, uno por uno los hombres eran llevados de la iglesia hacia la escuela. Si su nombre aparecía en la lista de los militares o eran señalados por Domingo, ya no salían vivos.

Los soldados hicieron una pausa, obligaron a las mujeres a cocinar algo para ellos, Domingo fue el único de Ilom que comió esa tarde. Una vez terminado su almuerzo, y ya bastante golpeado, el acusador fue ametrallado. Los niños lloraban dentro de la iglesia, durante todo el día escucharon disparos y gritos, nadie les había dado ni agua ni comida. Con el último hombre que pasó por el control militar, un soldado llegó con los pequeños –“pasen a ver a sus papás”. A Caba y a los demás niños los obligaron a pasar sobre los cuerpos de los hombres muertos. “Dicen ustedes que no hay guerrilleros, que no hay nada, ¿entonces por qué están muertos estos?”, les dijo el capitán.

Según el Informe de la Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi), 95 hombres murieron aquel 23 de marzo, el resto fue obligado a cavar un agujero para enterrar los cadáveres. “Algunos seguían vivos, pero igual los ejércitos los tiraron a la poza”, cuenta Caba con un español que nunca perfeccionó.

Terminada la tarea, les dieron 15 minutos para sacar lo necesario de sus casas. “Fue menos tiempo, solo dieron dos minutos para sacar la ropa y ya estaban quemando las casas”, recuerda. No hubo tiempo para el luto. Algunos huyeron a las montañas, la mayoría fue llevada a un anexo de la finca La Perla. Ahí empezaría un año de esclavitud.

La vida después del Golpe

Diez años después de desaparecido Emil, una persona que perteneció al Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) llamó a Bustamante para confesarle “algo que debió decirle hacía muchos años”. Una noche antes de la fiesta de cumpleaños, Emil prestó su carro a dos amigos, ambos activos dentro del partido comunista. Fueron a repartir volantes y lo devolvieron, pero algunos documentos quedaron dentro. Aquella mañana, cuando debía ir por el pastel, un retén sobre la 20 calle de la zona 10 detuvo por oficio a Emil, dos amigos lo vieron estacionar el vehículo. Después de eso, solo su compañero de celda lo vio vivo.

El clima de la primera noche de esclavitud fue como un augurio de sus próximos días, ni cobertores ni techo para protegerse de la lluvia con granizo que cayó. Las reglas laborales eran simples: si no se trabajaba los mataban, ninguna paga, alimentos escasos. A partir del sexto día los niños empezaron a morir. Unos de sarampión, otros de hambre y algunos de “susto”. En el juicio contra Ríos Montt, la última causa ha sido interpretada por el Ministerio Público (MP) como el equivalente a estrés postraumático.

Un año vivió la gente de Ilom en esas condiciones hasta que el destacamento del lugar les permitió regresar a sus tierras, aunque había una condición de por medio, debían conformar las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). De acuerdo con el plan de campaña Victoria 82, el cual fue la guía para actuar del Ejército durante 1982, estos grupos de civiles fueron más efectivos que los mismos soldados en cuanto a muertes se refiere.

El día que se lo contaron, Bustamante odió más a la gente del PGT, pues cuando debió exiliarse en México dice le negaron albergue. Pero en 1996, durante la presentación del Remhi, tendría una razón más para molestarse Dentro de los cuatro tomos del informe no aparece el nombre de su hermano, al no encontrarlo se puso en contacto con la gente a cargo del proyecto. Un día después le contestarían que la ficha con los datos de su hermano estaba vacía, la persona que se supone debió llenarla fue la misma que dejó los volantes en el carro de Emil. “A mi hermano lo desaparecieron dos veces, primero el Ejército y después la empleada del Remhi”, se lamenta Bustamante. Con su mano derecha acaricia su gafete y el rostro de su hermano.

Claudia Estrada, la persona que entrevistó a Bustamante para el Remhi, aclara que apoya y reconoce la lucha que ha hecho por buscar a su hermano y que sí existe un expediente para Emil, pero que en sus funciones no estaba llenar la ficha de entrevista. En cuanto a los volantes del PGT, asegura que es un proceso que ya maneja el MP.

Cuando anocheció aquel 23 de marzo de 1982, Emil Bustamante sabía que no llegaría al cumpleaños de su sobrina; Antonio Caba intentaba dormir junto a su padre al aire libre, su casa había sido quemada hacía unas horas; y en la calle trasera al Palacio Nacional, dentro de Casa Presidencial, el que hasta esa mañana era el director de un colegio se presentaba como el nuevo gobernante de Guatemala. De estas tres historias, hoy se cumplen 32 años.
¿Culpa de Ríos Montt en Ilom?
Alejandra Castillo, subdirectora del Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH), parte querellante en el caso por genocidio, dice que la masacre en Ilom no se puede sumar a las 1,771 muertes que se le imputan a Ríos Montt, pues ocurrieron el mismo día en que él asumió el poder. De lo que sí se le puede acusar es de la continuidad de las prácticas contra la población Ixil.

Comandante Tito en Chajul
Durante 1982 fue elaborado el Plan Sofía, dentro del mismo se estableció la creación de la Fuerza de Tarea Gumarcaj, cuya área de influencia abarcaba Chajul, municipio al que pertenece la aldea Ilom. Según el mismo Plan, el actual presidente Otto Pérez Molina, comandó esta fuerza de tarea.

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