domingo, 23 de noviembre de 2014

No se limite en el género, ame.

De qué ratos  he querido escribir este artículo, por fin lo hago. Hace varios años que vengo recibiendo correos electrónicos de lectoras casadas, solteras, divorciadas que me dicen: es que si fueras hombre te diría que estoy enamorada de ti.
Y yo les digo: ¿cuál es la diferencia? Es que eres mujer y no es correcto, no es permitido, es pecado.
Yo al contrario lo veo como limitación porque así nos han educado, que mujer con hombre y hombre con mujer, que no se puede de otra forma porque sería una aberración, algo asqueroso, una blasfemia.
Un día conversando con varias conocidas psicólogas, de temas varios salió a relucir la homosexualidad de los hombres específicamente, ellas dijeron al unísono: ¡Qué asco hombre con hombre! Yo me las imaginé atendiendo a un paciente que les llegara con el tema de que es homosexual y necesita terapia, (porque los hay, hay quienes creen que la homosexualidad es tema de terapia) por dinero lo atenderían, la ética se la pasarían por la sombras y segura estoy que al pobre paciente le dirían que está confundido, que eso es malo y que debe corregir su desviación.
En otra ocasión conversando con un sacerdote conocido, le pregunté si tenía compañeros homosexuales y me dijo que sí, que en su congregación abundaban y que en la casa parroquial hasta dormían juntos, pero que fuera de ahí todos fingían ser heterosexuales. “Es una desviación repugnante pero ahí están y tenemos que hacernos de la vista gorda” lo escuché decir en tono de desahucio. ¿Y qué hacen con los que violan niños, también hacerse de la vista gorda? No me contestó. Seguí con la conversación: ¿y hay feligreses que también lo son y te lo confiesan me imagino? Sí, montón. Los papás llegan conmigo a pedirme que haga algo, pero yo solo puedo decirles que le pidan a Dios y que los lleven a terapia porque esa es una desviación que puede ser curada. ¿Y por qué no les decís que los amen como son, que no los juzguen y no los denigren? Porque soy sacerdote y mi papel no es ese, es seguir el lineamiento de la iglesia y la iglesia no acepta a los homosexuales. Entonces sos un ser de doble moral, que anteponés tus principios humanos a tu labor hipócrita de una sotana, además el Papa Francisco ya ha hablado del tema. A él lo van a terminar matando o haciéndolo que renuncie, porque la iglesia no va a dejar que un loco les lance por la borda el trabajo de siglos.   Me dijo que yo pensaba así como era una libidinosa. Recuerdo que le dije que necesitábamos sacerdotes revolucionarios para romper las normas que esclavizan y no mojigatos para continuar con la doble moral.
Tengo un amigo sacerdote también, muy querido que piensa totalmente distinto y es de los que le apuesta a los cambios de los patrones de crianza y de la iglesia que castra, da lujo hablar con él (y unas ganas enormes de quitarle la sotana, despacio o de un tirón).
El odio y la discriminación los encontramos en todos lados a cualquier hora. “Pobre doña fulana y don mengano su hijo mayor les acaba de decir que es gay”, le escuché decir a una prima. “En la iglesia estamos en ayuno, el pastor ha hablado con él para explicarle que es malo lo que está haciendo y que puede irse al infierno”. Es imposible quedarme callada cuando escucho este tipo de cosas, sería solapar. Podría relatar infinidad  de conversaciones que he tenido con personas homofóbicas. Ahí no tiene que ver grado de escolaridad,  a veces los más preparados académicamente resultan ser los que más odio tienen. Los que mejor manejan los estereotipos y son letales para prejuzgar.
También cuando escribo temas que tienen que ver con homosexualidad la jauría de homofóbicos escupen con toda su ignorancia y odio, me lanzan maldiciones y me acusan de ser un mal ejemplo para la juventud. -¿Cuál sería el buen ejemplo?-. Hombres y mujeres por igual me atacan y me dicen: “qué bonito escribe, lástima que sea depravada.” ¿O sea que permitirse vivir sin ataduras es signo de depravación? Cuánto nos falta crecer como humanidad para lograr entender que la diversidad nos engrandece y que todos tenemos derecho a amar.
También he recibido correos electrónicos de personas que temen “salir del armario” casadas, esposas, padres de familia. Yo no soy terapeuta, tampoco sexóloga, mucho menos consejera matrimonial. No, tampoco doy conferencias de cómo mantener una actitud positiva ante la adversidad. Soy un ser humano como cualquier otro, con innumerables defectos y de perfecta no tengo nada. Agradezco la confianza de contarme sus avatares y por eso decidí escribir este artículo. Para decirles que no se limiten por el género, amen. No se dejen doblegar por lo que diga la familia, los amigos y la sociedad. Amen. Los afectos de verdad siempre van a estar ahí, son pocos por eso hay que cuidarlos.
Que los señalen, que los juzguen, que los sentencien a la hoguera y al infierno, que eso no los intimide, amen. No es pecado, no es desviación, el amor no es inmundo, amen.
Yo también he sido discriminada y juzgada y no sé cuántas veces me han enviado a los avernos. Se han alejado personas que son importantes para mí. Y aquí estoy, sin nada de qué avergonzarme, el amor no tiene por qué avergonzarnos, el amor se vive con todo. Amen.
Fui discriminada por ser niña jugando fútbol con hombres, por estudiar el magisterio de Educación Física y no el secretariado, por vestir pantaloneta en lugar de vestido, por mi color de piel, por mi clase social, por vivir en una periferia, por hablar el inglés con acento, por ser latinoamericana. La gente discrimina por todo. Discriminan si se es bisexual, homosexual, lesbiana, transgénero, si tienen los ojos negros, el cabello rubio, si hay sobrepeso, si se está muy delgada. Si se habla con claridad y se detesta la hipocresía. Si se pasa de cristiano. Si se pasa de ateo. Si se enamora de un ser que ya tiene compromiso. Si se vive la sexualidad sin haberse casado. Si se divorcia, enviuda y decide vivir de nuevo. La discriminación llega en varios colores y formas. Ser discriminado por tener distinta identidad sexual es tan solo una de ellas. No se sienta el punto negro, usted es el alma de la fiesta, de su propia fiesta, disfrútela.
Dejen que los santos peregrinos se den tres golpes de pecho mientras se lavan las culpas en su doble moral, ustedes no dejen que nadie los intimide, los agreda y los humille, así sean los seres que les dieron la vida. No dejen que nada ni nadie se interponga y les robe su felicidad. Sean, vivan y amen.
También quiero decirles a las lectoras que se cohiben en sus afectos porque soy mujer, que los recibo con los brazos abiertos, porque nacen del alma que es plena y tan delicada que no se limita en los géneros.
Bueno, quería escribir este artículo y ya lo hice, recíbalo con amor porque con amor fue escrito.
Ilka Oliva Corado.
Noviembre 23 de 2014.
Estados Unidos.

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