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El domingo, el grito de los y las artistas, con sus cantos lastimeros, insistieron en la paz, en el cese al fuego y alto al fuego, porque no se puede matar la esperanza, como no pueden las balas silenciar la voz que era mensaje, que era grito al “pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”. Facundo era la voz de los sin voz, el llamado a la conciencia para construir un mundo como lo soñó Gandhi, Luter King o la Madre Teresa. Era el cantor de la paz y la justicia que en este país seguimos lejos de alcanzar por nuestra propia culpa, por nuestro silencio cómplice al seguir permitiendo que unos pocos, los pocos malos, mantengan en jaque a la sociedad entera.
Estábamos escuchando el deseo y sentimiento profundo por la paz y la justicia, cuando recibimos la noticia de la muerte de otro de los grandes defensores de los derechos del pueblo, el inquebrantable Alfonso Bauer Paiz, que le ganó batallas a los esbirros y que sirvió humildemente a Guatemala, a Chile, a Cuba y Nicaragua; y, especialmente, a quienes huyendo de la muerte se refugiaron en México para salvar la vida. Hoy, a las 9:00 horas, será el homenaje a Poncho en el Paraninfo, mientras los restos de Facundo los despide el pueblo que, con vergüenza, da el pésame al hermano pueblo argentino.
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