Miguel Ángel Albizures
El sindicalismo, según los empresarios que tienen cuatro dedos de frente, es un mal necesario, pues contribuye a tratar los problemas individuales y colectivos de las empresas al existir un organismo que representa a los trabajadores, y que a través de la negociación colectiva, o la existencia de los Pactos Colectivos de Condiciones de Trabajo, se fijan normas que deben ser respetadas por ambos y solucionar los problemas que surjan a través del diálogo.
El sindicalismo, según los empresarios que tienen cuatro dedos de frente, es un mal necesario, pues contribuye a tratar los problemas individuales y colectivos de las empresas al existir un organismo que representa a los trabajadores, y que a través de la negociación colectiva, o la existencia de los Pactos Colectivos de Condiciones de Trabajo, se fijan normas que deben ser respetadas por ambos y solucionar los problemas que surjan a través del diálogo.
El ataque abierto que
hoy se hace en contra de los pactos colectivos, por el uso y abuso que en
determinados momentos se ha hecho en los sindicatos de instituciones públicas,
no da lugar a arremeter contra los pactos, ni mucho menos a intentar
desarticular a las organizaciones sindicales, necesarias para el entendimiento
entre el capital y el trabajo. En la década de los setenta, cuando formábamos
una organización sindical, insistíamos en los talleres de formación, sobre la
ética sindical, el comportamiento en la empresa y repetíamos una y otra vez:
“no vamos a defender faltistas, ni ladrones, ni borrachos, ni impuntuales”, no
deben dar lugar a un despido, porque los empresarios buscan justificar la
destrucción del sindicato. Varios sindicatos fundados en esa década, de importantes
luchas sindicales, sobreviven y no puede decirse que los pactos colectivos son
dañinos o contengan aspectos exagerados que las empresas no puedan cumplir,
porque atentan contra su existencia. Debe quedar claro que el Código de Trabajo
contiene garantías mínimas susceptibles de ser mejoradas por la contratación
colectiva.
El sindicalismo de
las instituciones del Estado, debe ser un ente fiscalizador de los funcionarios
públicos y de los recursos del pueblo, y no un cómplice de sus fechorías, ni un
vehículo de enriquecimiento ilícito. Si alguien tiene acceso a la información
de los transes que se hacen en una dependencia estatal, son los directivos
sindicales y deben ser denunciantes y no cómplices. Ellos saben o deben saber,
de las plazas fantasmas, así como de funcionarios corruptos, tanto en Aduanas,
como en Migración¸ el Congreso o el Organismo Judicial y en todas las
dependencias estatales.
El sindicalismo no
nació para destruir una empresa o una institución, sino para mejorar las
condiciones económicas y sociales de los agremiados, pero si los sindicalistas
son encubridores y corruptos, estamos fritos. Por ello, hace falta hacer surgir
un nuevo sindicalismo, una dirigencia con credibilidad y entrega, preocupada
por la problemática obrera y nacional, y no un ente pasivo frente a los
problemas del pueblo. Los obreros y obreras son una parte importante del
pueblo, y el día que organizadamente, en sindicatos y federaciones, asuman
unitariamente su compromiso, ese día, podrá crecer, desarrollarse y fortalecer
ese instrumento de lucha que debe contribuir, decididamente, a la
transformación del país.
http://elperiodico.com.gt/2016/02/18/opinion/retos-del-sindicalismo/
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