sábado, 20 de octubre de 2018

OLIVERIO, EL DIRIGENTE CASI NIÑO

MIGUEL ÁNGEL ALBIZÚRES
OLIVERIO VIVE - sodeju 2008
FOTOS: MAURO CALANCHINA
OLIVERIO, EL DIRIGENTE CASI NIÑO
Olvidar la silueta y los ademanes de aquel dirigente casi niño, imposible. 

Olvidarlo encaramado en la Concha Acústica del Parque Centenario arengando a las masas, imposible.Olvidar aquel patojo el aciago 20 de octubre cuando, en medio del temor, se concentraron estudiantes, obreros, campesinos, amas de casa y nostálgicos viejos que estamparon en los muros de la patria las conquistas revolucionarias, imposible. 


La memoria se niega a olvidar a quien había visto en las reuniones del histórico Comité Nacional de Unidad Sindical discutiendo, proponiendo y hasta aguantandolos  epítetos  de  aquellos  que  se  consideraban  la  vanguardia  o  que  creían  tener  la verdad,  como  si  la  verdad  se  vendiera  en  supermercados  o  fuera  inyectada  en sanatorios donde se cocinaba, en aquellos tiempos, el sectarismo aberrante.

La  memoria  se  niega  a  olvidar,  porque  sigue  presente  el  joven  con  sus cualidades, sus aciertos y desaciertos, su osadía de anhelar y construir la nación del futuro, en los negros momentos de persecución y muerte.¿Cómo olvidar, si sigo viendo la cara de los criminales que se movían ese día entre la manifestación? Difícil dejar de ver a través del recuerdo, los Broncos y sus ocupantes que ese 20 de octubre esperaban frente a la Empresa Eléctrica para terminar con la vida de Oliverio. 

Difícil  olvidar  el  sudor  helado  de  pánico,  el  caminar  casi  corriendo apresurado  para  huir  de  la  muerte.  Difícil  olvidar  y  perdonar,  porque  no  se puede olvidar ni perdonar a criminales de esa época. Ni a los hermanos Lucas García y Donaldo Álvarez, ni a Germán Chupina Barahona y Manuel de Jesús Valiente Téllez, ni mucho menos a Pedro García Arredondo, actual protegido del FRG que sigue viviendo del crimen. Difícil olvidar  la  tenebrosa  G-2  y  sus  paramilitares,  que  trazaron estrategias, que elaboraron listas, que colocaron cruces en los nombres y que al final asesinaron la juventud, asesinaron la esperanza, asesinaron a Oliverio. 


Era la época de la persecución despiadada, era el tiempo de la carnicería humana  y  el  tiempo  de  los  esbirros  con  lentes  obscuros,  con  sombrero  de paisanos, con nombre y apellidos conocidos, de los carros sin placa o con placas oficiales ametrallando la protesta, de los rechinidos de llantas, del asalto a las sedes y el secuestro y desaparición de dirigentes o el disparo a mansalva que cortaba valiosas vidas. 

Era el tiempo de la denuncia, movilización y protesta. Era el tiempo deponerse al frente o esconderse, de dejar a los obreros, campesinos y estudiantes, o tratar de acompañarles, guiarles u orientarlos en medio del dolor y enterrando nuestros muertos. 

Era el 20 de octubre, fecha histórica que llegaba después delas movilizaciones contra el aumento del precio al transporte urbano, donde el estudiantado universitario, con su Secretario General a la cabeza, le pusieron sal y pimienta a esas luchas. Ahí andaba Oliverio-niño hecho dirigente y ciudadano en las calles, en las manifestaciones, en medio del grito que exigía la paz y la justicia, el pan y la tierra para los campesinos y el trato humano a los obreros, pero más que ello, levantaba el dedo  acusador  a  los  esbirros,  al  jefe  de  gángsters  que  dirigía  el Ministro de Gobernación. 

En medio del vendaval estudiantil que deslegitimaba y acusaba a algunos dirigentes, surgió Oliverio para dirigir a los estudiantes, para unir sus fuerzas a todos los sectores populares de la época y, para demostrar en la práctica, que no se trataba de una camarilla oportunista de derecha, sino la entrega a un pueblo que esperaba tiempos mejores. Oliverio vivió y surgió como líder para enseñarnos la ética que debe tener un dirigente en la práctica, en el aguante, en la propuesta, a pesar de provenir de un sector social relativamente acomodado, pero consciente de los cambios profundos que nuestro país necesitaba y sigue necesitando.

 Veinticinco años después, las proféticas palabras lanzadas en la Concha Acústica, durante su último discurso, siguen resonando en los oídos de quienes anhelamos la unificación de la izquierda y la respuesta compacta para quienes hoy se disputan el poder: militares y empresarios, que no han entendido que“MIENTRAS HAYA PUEBLO... HABRÁ REVOLUCIÓN”. 

Lejos, pero presentes, cercanos e imborrables están los recuerdos, cuando aquel joven hecho dirigente llegó al programa Estudio Abierto, donde discutió con altura la situación del país y del movimiento social. Me parece verlo extender su mano y su sonrisa inocente. Me parece verlo alisarse el pelo rebelde y escuchar con atención las exposiciones.

 No  sé  qué  pensaba  Oliverio,  qué  cosas  pasaban  por  su  mente,  que  le impulsó al sacrificio, a la entrega, a la comprensión de una clase que no era su clase,  pero  empezaba  a  fundirse  con  ella.  No  sé,  qué  impulsó  al  mejor  de  la clase a ser el mejor dirigente estudiantil de la etapa que se cierra con su muerte. El  primer  Secretario  General  de  la  Asociación  de  Estudiantes  Universitarios(AEU),  asesinado.  Todos  sufrieron  persecución,  amenazas  y  exilio.  Oliverio venció el temor, la amenaza, el acoso y la persecución. Rechazó el exilio y rechazó el silencio. Se encaramó a la Concha Acústica y les gritó asesinos a los asesinos. La X ya estaba puesta en rojo en el nombre de OLIVERIO CASTAÑEDA DE LEÓN, la orden ya estaba girada, que importaba a los esbirros que se tratara del dirigente casi niño que alzó su voz y extendió su dedo acusador para gritarles con la fuerza que da la juventud, ASESINOS. 

No puedo olvidar los millares de claves rojos que se alzan incansables al cielo.  No  puedo  olvidar  la  manifestación  del  silencio  que  sigue  al  ataúd  de Oliverio. No puedo olvidar las vallas, las lágrimas, el paso por el palacio y el fúnebre  silencio  que  envolvió  la  sexta  avenida.  Malditos,  malditos,  malditos, me repitió Yolanda  Urízar, consciente que el momento se acercaba para muchos de aquellos jóvenes, hombres y mujeres que en la década de los setenta, no sólo ofrendaron  su  vida,  sino  estaban  conscientes  de  ofrendarla  para  ver,  no  esta Guatemala, sino aquella por la que generación tras generación ha luchado.
FOTOS: MAURO CALANCHINA
OLIVERIO VIVE - sodeju 2008
https://studylib.es/doc/7235111/oliverio-vive---sodeju

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