Los tiranos no pudieron silenciar su voz, les persiguieron y asesinaron a familiares y amigos, pero ellos hasta el año pasado sobrevivieron y siguieron luchando desde diferentes trincheras por la transformación de Guatemala.
Por: Miguel Ángel Albizures
Hace un año murieron tres compañeros revolucionarios que dedicaron parte de su vida contribuyendo para tratar de cambiar Guatemala, de construir junto con otros, otra Guatemala que dejará atrás las injusticias sociales y se le pudiera garantizar, por lo menos a la niñez, el pan o la tortilla de todos los días, aspecto que no pudieron ver, porque no hay cambios en el país y porque les sorprendió la muerte a la que se habían enfrentado defendiendo los derechos del pueblo
Los tiranos no pudieron silenciar su voz, les persiguieron y asesinaron a familiares y amigos, pero ellos hasta el año pasado sobrevivieron y siguieron luchando desde diferentes trincheras por la transformación de Guatemala. Hoy a un año de su partida la Asociación Clavel Rojo, de la que fueron miembros, les rendirá un merecido homenaje.
Uno de ellos fue Raúl Najera Ramírez, nacido en San José Pinula, hijo de Justiniano Najera y Juana Ramírez una familia humilde que había participado en las organizaciones campesinas en el tiempo de Árbenz y posteriormente, después de la contrarrevolución, en las organizaciones revolucionarios que surgieron en los años sesenta y que le inculcaron el amor al prójimo. Raúl, pronto se integró al grupo de Juventud Pinulteca, desde donde contribuyó a desarrollar el deporte, el teatro y el cooperativismo que impulsaba el padre Hermógenes López, y con ello el desarrollo comunitario.
Posteriormente participó en el sindicalismo y junto con su madre en las Fuerzas Armadas Rebeldes. En la época del gobierno de Laugerud García, fue encarcela, interrogado y torturado, pero finalmente escapó. En 1984 recibió un duro golpe, su esposa Izaura Hernández, Su madre Juana Ramírez, su hermano Carlos Nájera y su cuñada Elena Rixtun, fueron secuestradas y ejecutadas por un comando de la G-2 lo cual lo comprometió más en las luchas por Guatemala.
El otro compañero, David Edmundo Arias, más conocido como el Gato, inicio su militancia en el Instituto Normal para Varones, también fue sindicalista y miembro del Partido Guatemalteco del Trabajo, estudio periodismo en la USAC Su mayor preocupación fue la formación de las actuales generaciones para que en el futuro fueran dirigentes y pudieran ser cuadros importantes para el cambio de este país. Ese era el Gato, un político, que en cada acto o acción que realizaba siempre tenían que tener un contenido político.
El otro que también murió hace un año fue Carlos Tay, abogado que en su tiempo militó en la Juventud Patriótica del Trabajo, fue miembro de la Coordinadora de Estudiantes de Educación Media y también militante sindical y tuvo una amplia participación en las luchas estudiantiles de educación media que le costó la expulsión, pero se graduó para seguir sirviendo al estudiantado. Honor a quienes honor merecen, lástima que el espacio no da para dar a conocer más de su fructífera y entregada vida al sufrido pueblo de Guatemala.
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