martes, 16 de abril de 2013

La voz de los sin voz


 El daño psicológico causado por el Ejército es una forma de aniquilar.
Miguel Ángel Albizures





 Cuando el juicio por genocidio se encuentra en su última etapa, y cuando ha arreciado la campaña de quienes quieren tapar el sol con un dedo, quiero compartir, por su importancia, lo que piensa Patricia, una lectora de elPeriódico, de lo que acontece en la Sala de Vistas de la Corte Suprema de Justicia.
“Hoy he pensado mucho en algunas de las cosas que se han dicho durante el juicio, y el agrado que tengo de saber que siempre hay personas que se expresan con la verdad pese a todo y sobre todo. Muchos culpables pueden haber, pero lo cierto es que de ellos ya están dos ahí, sentados en el banquillo de los acusados, oyendo, si es que aún les queda un poco de vergüenza, los delitos que cometieron.  Están también frente a ellos el valor y la verdad, con su dolor, por cierto muy profundo, pero con toda la dignidad y la frente en alto para decirles que reclaman justicia y aunque esta no se diera, la oportunidad que ante el mundo han tenido las víctimas de hablar, de enfrentar su historia, su verdad, su dolor y su miedo, es parte ya de su justicia, el declarar ‘para que todo el mundo lo sepa’. Romper el silencio, contar y contar, repetir y repetir lo que se les ha obligado por años a callar.

¿Por qué los testigos mencionaron tanto, ‘quemaron nuestras casas, nuestras herramientas, nuestros cultivos, nuestros animales, se llevaron nuestras cosas’? Eso era su única riqueza acumulada durante muchos años con el sudor de su frente, con su trabajo diario de sol a sol. ¿Cuánto le lleva a un campesino conseguir un machete, un azadón, una pala? ¿De qué debe privarse para lograr tener sus cosas, sus enseres? ¿Cuántos niños y jóvenes de las comunidades tenían que dejar de asistir a la escuela, si la había, para ayudar a sus padres en la siembra y cosechar su maíz? Sin duda lo que hemos escuchado, para muchos no tiene importancia porque no han sufrido hambre, ni siquiera se imaginan cuánto cuesta esperar un tiempo de cosecha para alimentar a una familia; cuánto trabajo y esfuerzo invertido para que otro lo destruya.

El daño psicológico causado a la población Ixil, por el Ejército, con todas sus estrategias militares, es una forma de aniquilar, es genocidio, porque cuando se llevan a un grupo de personas a vivir situaciones extremas de dolor, sufrimiento y tristeza se perturba la capacidad de vivir saludablemente, de tener paz en su corazón, de construir su futuro. Los efectos de la violencia, del terrorismo de Estado alcanzan a otras generaciones y ya es tiempo de que nuestro país cambie y con él, las ideas de quienes piensan que solo nos dedicamos a poner el dedo en heridas pasadas, pero eso es porque aún hay ausencia de justicia y las causas que originaron el conflicto siguen presentes”.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20130416/opinion/226983/

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