No cabe duda de que el encuentro ha conmovido hasta las lágrimas a miles de personas en todo el mundo. Muy en particular a quienes de una u otra forma han estado cerca de la desaparición forzada. Las Abuelas de Plaza de Mayo, uno de los grupos de mujeres de pañuelo blanco en la cabeza activas en Argentina, reunieron al nieto 114 con su abuela. No cualquier nieto y no cualquier abuela.

Es el nieto arrebatado de las entrañas de la familia con pocas semanas de estar en el vientre de su madre. Es el nieto que nació en los calabozos clandestinos de la dictadura en la tierra del Che. Es el nieto que recién nacido fue luego arrebatado de los brazos de su madre biológica. Es el nieto que quedó huérfano de padre y madre porque ambos querían una vida mejor para él y las niñas y niños del mundo. Es el nieto que se convirtió en hijo de otros porque así lo quiso la milicia ladrona que lo robó de su entorno.
Y la abuela. Bueno, es la mujer, madre y abuela que durante más de 30 años, así como buscó a su hija y a su yerno, buscó también a su nieto. La abuela que llegó a dirigir la organización que se ha dejado la vida, buscando las vidas que les arrebataron. Hoy, las Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina cuentan ya 114 nietos y nietas recuperadas a la vida. Ciento catorce reencuentros con la vida. Ciento catorce y, faltan más.
Mientras, aquí, en nuestra tierra, también ha habido reencuentros. Niños y niñas a quienes el terror estatal encarnado en el Ejército, fueron arrebatados de sus familias. Secuestrados en ocasión de las masacres en las comunidades o en retenes en donde capturaron a los padres. Niños y niñas quienes, al igual que el nieto 114, nacieron en cautiverio y fueron usados como mercancía de cambio.
Al igual que la abuela 114, aquí también hay abuelas, madres, hermanas, que siguen buscando a los suyos. Aquí también hay mujeres, de las 45 mil familias de detenidos y detenidas desaparecidas, que buscan respuestas a la interrogante que les clavaron cuando se llevaron a sus seres queridos. Cuánta niñez en cautiverio en los calabozos clandestinos en Guatemala. Cuántos fueron entregados a familias militares, o vendidos en el extranjero como mercancía o botín de guerra. Recuérdese que la hoy millonaria industria de la adopción ilegal, nació precisamente del diseño contrainsurgente de la extracción de menores. Cálculos de organizaciones de derechos humanos estiman en cinco mil el número de niñas y niños sustraídos y, desaparecidos mediante el cambio de núcleo familiar.
Del grupo de trabajo por desaparición forzada en Guatemala, se reportan varios reencuentros. La Liga Guatemalteca de Higiene Mental, el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), el Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos (CIIDH), son algunas de las organizaciones que han contribuido a estos reencuentros. La Liga reporta, hasta octubre de 2013, haber logrado 385 reenecuentros de niñas y niños que fueron secuestrados por el Ejército o patrulleros civiles y entregados a otros grupos familiares.
En Argentina la intención gubernamental de apoyar en los procesos ha sido clave para avanzar en los reencuentros y en el procesamiento de los criminales que se robaron a las niñas y niños. En Guatemala, en cambio, aún se criminaliza a la víctima y a quienes buscan justicia. Al dolor y la tortura que ha significado la desaparición de un hijo o hija, se suma la angustia de tener un nieto o nieta, en muchos casos hijos o hijas, en manos de familias extrañas que les han educado fuera del entorno cultural originario. Miles aún no saben que fueron robados del seno familiar. Miles, decenas de miles, esperan tener una respuesta sobre la suerte de sus seres queridos. Miles viven con otros nombres, en otras esferas culturales, en otras latitudes, sin saber quiénes fueron sus verdaderos padres y sin saber que fueron arrebatados de un hogar porque a quienes les procrearon se les asesinó, se les secuestró y torturó porque esa era la política de Estado.
A diferencia de Argentina, el Gobierno se niega a reconocer la desaparición forzada. A diferencia de Argentina, el Congreso se niega a reconocer la desaparición forzada. A diferencia de Argentina, los responsables de la desaparición forzada siguen casi en la impunidad. Pero, al igual que en Argentina, las familias no olvidan, no abandonan. Por el contrario, siguen la tesonera y desigual lucha por el reencuentro.
http://elsalmon.org/las-ninas-y-ninos-de-guatemala/