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Dignifiquemos a las Víctimas del Conflicto Armado
Kajkoj Máximo Ba Tiul[i]
Fue un domingo de carnaval, corriendo el año 1982, el calor era radiante, como los calores de verano. El pueblo ya vivía con miedo, ya habían desaparecido varios compañeros y varias compañeras. En algunas comunidades se escuchaba que el ejército había llegado a intimidar, reprimir, capturar, desaparecer a asesinar a lideres y lideresas, es más, a violar a mujeres y señoritas, sobre este último, se conocen casos como, “las mujeres Achí”, las “mujeres de Zepur Zarco”, “mujeres Ixil”, pero sobre lo que pasó en el territorio Poqomchi de San Cristóbal Verapaz, sigue siendo un secreto a voces, como el caso de las ”12 mujeres que fueron sacadas de la cárcel, en el portón de atrás, de la municipalidad, por los comisionados militares y subidos a un pickup de un connotado personaje del municipio, asesinadas después de violarlas, sin respetar que una de ellas estaba embarazada, los cuerpos los encontramos entre la aldea Baleu y Santa Elena, carretera que va a Chixoy”.
Ese domingo, comenzó a llegar la gente, para ver los disfraces, es decir, para ver a hombres y mujeres que se iban a disfrazar, como se hizo costumbre en las fiestas de carnaval en todo el país y que se celebraban antes de iniciar el tiempo cuaresmal. Los niños, las niñas, los jóvenes, las señoritas, incluso los adultos, se reían, comenzaban a disfrutar del baile de disfraces, entre quebrada de cascarones[2] y tiradas de harina[3]. Entre carcajadas, risas, canciones, música, etc., la gente intentaba olvidar un poco el miedo, el terror que ya había hecho su entrada triunfal en el municipio, manifestado en las masacres, las desapariciones, los cadáveres que trasladaban los bomberos, no solo en las ambulancias, sino en camiones y carros particulares.
Esta actividad como muchas otras más, el alcalde municipal y su concejo, habían acordado cedérselas a los bomberos para que recaudaran fondos, para cubrir los gastos relacionados a las emergencias. Por eso, es que la subestación completa[4], estaba preocupada, para que la actividad saliera bien, aunque siempre se dejaba a disponibilidad un grupo, por si hubiera alguna emergencia.
Mientras la actividad transcurría, comenzaron a llegar noticias que en la Finca “Las Camelias”, había un muerto. Entonces, se coordinó para que fuera el grupo de la guardia permanente quien se fuera al lugar a cubrir la emergencia, levantar el cuerpo, traerlo al juez de paz, porque estos y la policía tenían miedo de llegar a los lugares donde ocurrían los hechos.
El grupo de bomberos, a bordo de la ambulancia; “recuerdo una ambulancia tipo Land Rover de las más antiguas y de una ambulancia tipo Volkswagen, igual ya de muchos años de uso, que habían sido donadas por algunas familias adineradas del departamento, a los bomberos”. Se marcharon hacia el lugar, tomando la ruta hacia la casa de máquinas de Quixal, llegando al lugar en menos de 20 minutos.
Al llegar, el grupo de bomberos se encontró con una brigada de militares, que hacían su descenso del lugar, a quienes se les preguntó, si era cierto que había algún muerto en el lugar y lo confirmaron, diciendo; “si hay uno”. Cuando ya habían salido el último del pelotón, porque eran unos 20 o 25 solo militares, además de orejas, patrulleros, comisionados y un encapuchado, todos cargando armas, tiendas de campaña, mochilas, etc. ya estaban en carretera, cuando tiraron una granada y dispararon al aire, no se sabe si para “intimidar” al grupo de bomberos o para “celebrar que habían hecho su festín”.
Los bomberos siguieron caminando, hasta encontrar un pequeño bosque de encino, bosque tradicional de esos lugares, en ese tiempo, un bosque bello y frondoso, de lo que ahora solo quedan recuerdos, porque todo eso, se ha convertido en parcelas de tomate, güisquiles, papas, etc., cultivos sembrados en su mayoría por familias de Palencia[1] que llegaron al lugar después del conflicto armado. Un lugar ya no reconocido, por la deforestación que ha sufrido, por la tala inmoderada de bosques, promovido por las grandes empresas madereras no solo del lugar, sino de otras regiones del país y es más hasta el nombre olvidado por todos, porque ahora es conocido como el kilómetro cinco.
“Al llegar al lugar, a eso de las cuatro de la tarde, el escenario fue de tristeza, dolor, nostalgia, miedo, terror. Muertos por aquí y por allá. Pedazos de cuerpos esparcidos, como lo que narra León Portilla en su libro: “La Visión de los Vencidos”. Debajo de algunas personas, colocaron granadas y que al moverse estallaron. Algunos cuerpos con torniquetes en el cuello. Otros cuerpos, con estacas atravesadas detrás de cuello, donde amarraron sus manos, con alambre espigado para torturarlos. Mientras más se buscaba, más cuerpos se encontraba. De repente alguien grito “una mano” y era tierra recién removida, cuando se comenzó a escarbar, unos cuerpos enterrados, unos sobre otros. Fueron más de 100 cadáveres, en su mayoría hombres. Ninguno tenía sus pertenencias, posiblemente fueron robadas como era costumbre por el grupo criminal[2]. Se tuvo que pedir apoyo a la estación de bomberos de Cobán, pedir apoyo de personas conocidas, para que prestaran camiones y pickups. Eran las siete de la noche y no se terminaba de sacar los cadáveres”
Todos los cadáveres fueron llevados a la morgue del hospital de Cobán, Alta Verapaz y posteriormente enterrados en la fosa común del cementerio de Cobán. Ninguno fue identificado y ninguna persona llegó a reconocerlos. Nadie estaba para contar que pasó, como sucedieron los hechos y de donde eran.
Lo que se supo poco tiempo después, que aprovechando el día domingo, cuando la gente de muchas comunidades como: El Rancho, La Providencia, Las Pacayas, Pancaseú, Najtilabaj, Chiworon, Mexabaj y muchas más, iban a vender sus productos al mercado del municipio y aprovechando que la mayoría caminaba a pie, el ejército que acampó en esa finca, y que no dudamos que pudieron estar ahí con autorización de sus dueños, montó un operativo y comenzó a capturar a las personas de forma indiscriminada. Algunos cuentan, que a lo lejos se escuchaban los gritos de las personas, cuando eran torturadas y asesinadas.
Después de muchos años, este lugar, es como “un espacio de mucho silencio y que al respirar y volver al pasado, se escucha de nuevo, las risas, los llantos, el miedo, pero también las granadas, los gritos de angustia de los hombres y mujeres que regaron su sangre en este lugar conocido como “Las Camelias”. Hoy, cuentan las personas que trabajan en las plantaciones de güisquil, tomate, chile, papás, que cuando remueven la tierra, todavía se encuentran restos humanos y muchos no saben por qué. Algunos lo asociación a restos humanos del pueblo poqomchi antiguo, cuando llegaron a establecerse en la sierra de Pampakche y sierra de Chamá. Pero quienes, saben de la historia reciente, dicen que “son restos de hombres y mujeres, que fueron asesinados vilmente por ese grupo criminal, conformado por soldados, comisionados militares, orejas, patrulleros, G2”, quienes vieron como enemigo a quien no era y amigo a quien era enemigo.
Y cómo hemos afirmado, este hecho, es un acto de barbarie, del salvajismo, que nace del odio hacia el diferente. Es un acto cobarde, perpetuado por un grupo de asesinos, que se saciaban del dolor, sufrimiento y de la sangre del pobre, del humilde, del trabajador, del agricultor. Es un acto de racistas y discriminadores, de machistas y patriarcas, que se creyeron dueños de la tierra, del territorio, del cuerpo, de la mente y del espíritu de los demás. Se escribe esto, para que quede no solo como un homenaje a quienes fueron asesinados sin saber por qué, sino también, para que quede constancia, que nuestra sociedad, nuestro país, se ha construido sobre el odio al diferente, a quien no piensa como yo, a quien no camina como yo, a quien no vive como yo. Se escribe, para que nunca más vuelva a pasar, pero ese nunca, debe tener como reto, terminar con cualquier tipo de violencia que ahora hay, hasta en la comunidad más lejana de nuestro municipio. Se escribe, para que nos reconozcamos en esa historia y para que digamos un hasta aquí y comencemos a construir nuevas formas de relacionamiento, que se base en la comunalidad, la solidaridad, el apoyo mutuo, pero, sobre todo, en el reconocimiento y respeto de quien es diferente a mi y con esa diferencia debemos caminar.
[1] Finca Las Camelias, se encuentro a 5 kilómetros aproximadamente, de San Cristóbal Verapaz, hacia la casa de máquina de la hidroeléctrica Chixoy. San Cristóbal Verapaz, es un municipio del departamento de Alta Verapaz, a 220 kilómetros aproximadamente de la ciudad capital de Guatemala. Un territorio, con una población mayoritariamente Poqomchi.
2] Cáscaras de huevo, secadas al sol y luego pintadas, con anilina y que se quiebran en la cabeza.
[3] Harina de trigo molido, que igual se lanzan o lanzaban en el rostro.
[4] Decimos subestación, porque en ese entonces, el cuerpo de bomberos voluntarios del municipio dependía de la estación de bomberos de Cobán, Alta Verapaz.
[5] Palencia, municipio del departamento de Guatemala.
[6] En el pueblo siempre se supo, que las pertenencias de las gentes (dinero, animales, materiales de trabajo, joyas, etc) fueron a parar en las casas de los jefes de comisionados militares o jefes de patrullas de autodefensa civil.
[i] Maya Poqomchi, antropólogo, filósofo y teólogo, investigador, guatemalteco.
CENTRO DE REFLEXIONES NIM POQOM
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