martes, 14 de septiembre de 2021

GUATEMALA: “UN BICENTENARIO DE MIERDA” (SEGUNDA PARTE)

Foto: Byron Garoz

 
Sandra Xinico Batz


No podemos olvidar. La memoria es un territorio político, porque contrarresta la narrativa oficial que insiste en borrar lo que no le conviene que recordemos o, que manipula el registro de los hechos que en realidad sucedieron, para imponer una versión que con el tiempo se vuelve “verdad” de tanto repetirla, porque se la han venido legitimando a través de las distintas instituciones, aunque se trate de un cúmulo de mentiras y mitos creados con el propósito de mantener la dominación; así funciona el sistema educativo guatemalteco y todo este tiempo los ricos han sabido que mantenerlo bajo control permite que la sociedad naturalice la injusticia, la opresión y la impunidad.

Esta es la patria criolla, la que fomenta el olvido para que no nos percatemos de que la nación que han creado es el resultado del genocidio. Durante doscientos años se ha venido consolidando la institucionalización de la desigualdad, para asegurar que el poder no deje de estar en manos de quienes han acumulado riqueza a través del racismo, que normaliza la explotación, el saqueo y la esclavización de los pueblos originarios. Todo este proceso ha implicado para nuestros pueblos mucho dolor y sufrimiento, porque no han dejado de matarnos, de violentarnos de distintas formas, de empobrecernos en todos los ámbitos y todo esto bajo el amparo de las leyes porque lo legal no siempre es ético; cada vez que nos reconocemos “chapines” la patria criolla triunfa un poco más, porque es sentir orgullo de una identidad fundada en y desde el racismo, desde el precio hacia nuestro origen.

¿Cómo sentir orgullo de una patria que ha buscado exterminarnos? Durante el Conflicto Armado Interno, antes de arrasar una comunidad los militares cantaban el himno nacional, hacían “honores” a la patria antes de quemar y torturar a niñas, niños, ancianas, ancianos, antes de empalar a mujeres embarazas o abrirles el vientre para arrancar de sus entrañas a sus crías, antes de violar a las mujeres; alzaban la bandera en los centros de los poblados que quedaban calcinados o desértico tras las masacres provocadas, oliendo a carne asada, con sangre regada por todos lados. Reclutaron forzadamente a miles de niños, jóvenes y adultos de nuestros pueblos, a quienes enseñaron a ser patriotas y eso significaba que en nombre de la patria regresarían a sus comunidades a matar a su propia gente. No, no podemos olvidar, porque el costo lo hemos pagado los pueblos con nuestra sangre.

¿Libertad? Tras décadas de democracia, los pueblos originarios siguen condenados al esclavizante trabajo de la caña, del café y las hortalizas que degustan los gringos y europeos, a la servidumbre que se impone como única opción principalmente a las mujeres originarias.

La patria criolla ha sido funcional para quienes la fundaron, sigue siendo funcional para sus descendientes a quienes les heredaron un poder que se ha construido sobre la raza, los criollos se independizaron política y económicamente de los españoles, sin embargo, no se independizaron de su raza, porque en ella radica su poder.

https://lahora.gt/un-bicentenario-de-mierda-segunda-parte/



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