Por: Miguel Ángel Albizures
Hay momento y momentos en la vida en que uno no alcanza a vislumbrar el futuro. Uno de esos es el que vive hoy Guatemala con la presencia de un gobierno al que le vale madre todo, que aprovecha la situación de expansión del virus y las muertes que está provocando para hacer lo que le viene en gana, y el pueblo aún no despierta o el temor al contagio lo inmoviliza.Es, en todo caso, una medición de fuerzas en donde no se sabe quién aguantará más, pues si se deja pasar el tiempo, se afianzará una dictadura y los hechos de años pasados que ha sufrido el pueblo se repetirán uno a otro, pues no es solo el cuero duro que tiene el presidente y no pocos de los funcionarios, sino el respaldo que sigue recibiendo de los sectores dominantes: ejército y poder económico, pues toda vez sus intereses sean intocables, les importan poco los derechos del pueblo.
Por ello, hace falta unificar fuerzas, plantearse diversas formas de lucha que nos lleven a recuperar el país que está siendo desfalcado. Los mensajitos por las redes sociales no solucionan nada; pueden ser lamentos que nadie escucha o pueden ser escuchados por algunos. Pero mientras todo se quede en la crítica desde la casa, el país se encamina al abismo y los derechos del pueblo siguen siendo aniquilados. Es cierto que no es la primera vez que nos encontramos en una situación así, y que hemos sido capaces de buscar otros derroteros deponiendo a los déspotas, pero ahora se ha soportado mucho y es el momento de poner un hasta aquí antes de que sea demasiado tarde y tengamos que lamentar la pérdida de muchas más vidas, no solo por la pandemia, sino por la represión al pueblo y la persecución y el asesinato que pueden cometer contra connotados ciudadanos o líderes comunitarios.
Cuando el pueblo quiere, su fuerza es arrolladora y no hay dictadura que lo resista. Pero tiene que decidirse a hacerlo. Si espera que termine el periodo de gobierno para el recambio, eso puede representar el afianzamiento de una dictadura que costará más tiempo y vidas humanas para deponerla. Porque el sistema electoral también juega del mismo lado y hoy por hoy están cooptadas casi todas las instituciones.
Por eso, el momento es hoy; mañana será demasiado tarde. El futuro de las nuevas generaciones está en juego y también los últimos días de quienes hemos sufrido la presencia de gobiernos militares o de civiles militarizados.
Hoy, en medio de esta situación de desastre nacional, hay quienes nos devuelven la esperanza, entre ellos jueces dignos como Miguel Ángel Gálvez, que ligó a juicio a los militares responsables del genocidio ixil cometido a principios de los años 80, mientras que los diputados en el Congreso buscan desesperadamente pasar una ley de amnistía para que los criminales queden libres, lo cual sería un paso “legal”, según ellos, para volver al pasado, sin tomar en cuenta que los crímenes de lesa humanidad jamás prescriben, y es lo que tenemos que seguir haciendo valer para que quienes hoy gobiernan no se sientan protegidos.
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