Betzabé Salazar |
GRACIAS POR TU ENTREGA, TU MILITANCIA REVOLUCIONARIA Y TUS LUCHAS.
POR: MIGUEL ÁNGEL ALBIZURES
Nos conocimos en la década de los setenta en medio de las luchas magisteriales contra los gobiernos de turno y por lograr mejoras salariales y condiciones de trabajo del gremio. Recorrimos juntos las calles de la ciudad cuando se dieron las marchas reivindicativas de los maestros y las maestras que eran y deben ser el puntal de la construcción de un país más democrático, incluyente, no racista ni discriminativo.
La recuerdo parada en la puerta de entrada a la Casa del Maestro y en aquellas reuniones de discusión de la realidad que vivíamos y del quehacer frente a las embestidas de las fuerzas de seguridad contra las manifestaciones y protestas en las que participábamos activamente. Eran épocas en las que el movimiento sindical, estudiantil, magisterial, de pobladores o religiosos, salíamos a las calles sabiendo que, en cualquier punto, seríamos reprimidos, pues llegaron incluso a prohibir tajantemente las manifestaciones en lo que llamaban zona semaforizada, que siempre tomábamos en medio de los garrotazos de la policía. Ahí estaba Betza y otros maestros que ya fallecieron y que les llevamos en el recuerdo.
En noviembre de 1983, los militares secuestraron y asesinaron al padre de sus hijos y, un mes después, ella cayó en las garras de los sanguinarios judiciales de la época, el 23 de diciembre del mismo año, como lo refleja la ficha 31 del Diario Militar, cuando tenía dos meses de embarazo y en sus entrañas llevaba a su hijo Rolando que, milagrosamente, se salvó, pese a las torturas que sufrió Betza durante los interrogatorios. Como en una oportunidad nos dijo ella, solo pensaba en él, en salvarlo, en que no sufriera daño, por lo que bajó sus impulsos de resistencia frente a aquellos sátrapas a quienes no les importaba la vida humana. En medio de todo, mantenía la preocupación por sus dos hijitas de escasos años.
El “Dossier de la muerte” o Diario Militar |
El 4 de enero de 1984 quedó libre, con todos los efectos que provoca el cautiverio y la amenaza permanente contra ella y sus hijos. Así fue como, tiempo después, nos juntamos en el exilio en México, a donde llegó con sus tres vástagos, a quienes, en medio de la represión, protegió del peligro que los niños corren por el compromiso de sus padres por construir la otra Guatemala, esa Guatemala que ella amó hasta el martirio y por la que sufrió la cárcel y el frío de diciembre que hacía tiritar su cuerpo dolorido y cansado. Expresó: “En mi mente libraba una fiera batalla entre el hoy perverso y terrorífico y el ayer lleno de esperanzas y de sueños que movían mis pasos. Quería perderme en esa maraña de recuerdos, confusos unos, y otros con la nítida presencia de personas queridas, que un día cualquiera se esfumaron ante los ojos despavoridos de transeúntes o en medio de una noche oscura y solitaria”.
Adiós, Betza, gracias por tu entrega, tu militancia revolucionaria y tus luchas por cambiar el injusto país donde vivimos y compartimos y por haberla hecho de padre y madre para sacar adelante a tus hijos, quienes deben estar orgullosos de su madre.
https://elperiodico.com.gt/opinion/opiniones-de-hoy/2021/09/30/adios-betza/
Gracias a Miguel Ángel por este relato tan sentido, en el que plasma el reconocimiento a una mujer muy valiente.
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