(Discurso pronunciado el día sábado 19 de marzo de 2022, en el Teatro Mágico del Mago Marcel, con ocasión de la entrega del (primer) “Galardón Zoila Portillo”, al humorista Rafael Hernández, “Velorio”.)
Por: Marco Polo Coronado Luna.
En el ser humano tenemos dos seres: el ser objetivo y el ser subjetivo. El arte nace como la primera necesidad del ser subjetivo, pues es la forma en que el ente humano expresa sus ideas, opiniones, emociones; lo que siente que debe comunicar, no sólo reducido al ámbito personal sino colectivo, en donde influye hacia el conglomerado social.
El ser objetivo, por su parte, reduce su conducta a las necesidades primarias, individuales, sin menoscabo de lo que la satisfacción de las mismas pueda afectar en mayor o menor grado a su entorno social. Para paliar los efectos negativos del proceder del ser objetivo es que surge el ser subjetivo en defensa del bienestar colectivo.
Toda creación humana es cultura y el arte es su reflejo. Los primeros ritos de la historia, ámbito de la cacería, son el primer ejemplo de arte de doble objetivo: repasa la técnica de la caza, al mismo tiempo que estimula la emoción de los cazadores, lo que redunda en mayor efectividad en la técnica de la cacería, lo que redunda en beneficio de la sociedad cazadora. He aquí el primer ejemplo de arte, entre otros resultados, como conductor de la conciencia social, entendida ésta como “la capacidad que tienen los seres humanos para percibir, reconocer y comprender los problemas y necesidades que afronta una comunidad, entidad o grupo social” (DP).
A tenor del concepto anterior, se halla en la cosmogonía maya el respeto y la defensa del territorio, la “Pachamama” de la cultura originaria sudamericana, necesidad primaria fundamental de todo conglomerado humano, conciencia social que llega hasta nuestros días como el más noble aporte originario que en su momento nació como expresión artística.
El ser humano subjetivo viene del intelecto y el ser humano objetivo viene del instinto. Entre ambos hay luchas internas individuales y externas a nivel de conglomerados sociales. Mientras el ser subjetivo aporta conciencia social a través del arte y otras manifestaciones, el ser objetivo privilegia su condición de consumista, en el sentido de obtener para sí todo lo que necesite, por encima del resto de congéneres.
En la sociedad actual es más notoria esta lucha instintivo-intelectual, y a pesar del llamado “progreso” del género humano vemos que es el área instintiva la que va avanzando más, pues tiene el bastión de la doctrina política neoliberal, que en su esquema organizativo de acción cuenta con el apoyo de la función mediática.
La derrota del intelecto, específicamente del arte, incide en la falta de conciencia social. En estas condiciones, el dominio del ser objetivo se traduce en la escasez de beneficios colectivos, beneficios sociales, sin importar que el bienestar común sea el objetivo principal de la conformación de los Estados. Para contrarrestar esta devastación es necesario recurrir al aporte artístico, que en múltiples casos ha sido factor fundamental en los cambios históricos que han logrado mejorar el bienestar de las poblaciones en donde sucedieron y que, luego, se proyectaron a otras naciones.
El aporte de los valores del neoclasicismo -surgido en la Edad Antigua- para la definición de la Edad Contemporánea en que vivimos fue fundamental. Valores tales como heroicidad, sobriedad republicana, simpleza, belleza, grandiosidad, un nuevo renacer, el comienzo de un orden social más justo e igualitario para todos, fueron adoptados por los principales ponentes de la Revolución Francesa.
En la actualidad se vive una situación similar a los albores de la Edad Moderna, cuando los llamados en forma peyorativa “descubrimientos”, la invención de la brújula, la pólvora y la imprenta provocaron situaciones muy generalizadas de bienestar. En aquellos tiempos se dio el mecenazgo del arte, que era el apoyo de los emergentes burgueses a la actividad artística. En cambio, ahora tenemos un estado de comodidad, a partir del consumismo fomentado por el neoliberalismo, que en su accionar adormece al ser subjetivo y afecta grandemente la producción artística, que por supuesto hace decrecer la conciencia social.
Conscientes entonces de que el arte es un recurso importante para hacer resurgir la conciencia social, tanto en Guatemala como en todo el mundo, es imperativo fomentar la producción artística en todos sus órdenes. El recurso más valioso del arte es poder presentar situaciones imaginarias o subjetivas que, en ninguna forma, puedan contradecir la realidad, la verdad. Recordemos que el artista a través de su creación transmite no solo emociones, sino también mensajes, y nos hace reflexionar sobre nuestra existencia, los problemas sociales o la vida en general. Desde esta perspectiva, es una herramienta valiosa que puede cambiar o educar a una sociedad.
Debemos aprovechar la tecnología actual para avivar la actividad artística en función de generalizar la conciencia social. Talleres de poesía, de oratoria en internet, audioteatros, clases de teoría artística, conversatorios sobre la importancia del arte en el cambio y principalmente toda revolución social.
Además de ello, en la actualidad ya se observa que las funciones del arte contemporáneo van más bien encaminadas a involucrar al perceptor como parte de la creación artística, como elemento que complementa la obra de arte, la cual se presenta, en muchos casos, inconclusa, para que el perceptor elabore su propio desenlace, a partir de su vivencia en su conglomerado social, y así participe a todos aquellos con quienes interactúa el aporte que su conciencia social le haga producir.
María Golaszewska, entusiasta intelectual polaca de la filosofía de la estética, resume la necesidad de que el arte fomente la conciencia social a largo plazo y en toda manera positiva: “El arte que surge hoy, produce la impresión de estar destinado a los hombres y mujeres del futuro”.
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