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Memoria, verdad y justicia (1)
La necesidad de utilizar la memoria como un instrumento para entender la realidad.
Muchos tomamos conciencia de lo que sucedía tras la contrarrevolución del 54. Recuerdo que, el 15 de mayo de 1962, fue acribillado a tiros José Ángel Berreondo, presidente de la Juventud Obrera Cristina (JOC), a la cual yo pertenecía, pero además éramos compañeros de trabajo y el asesinato se produjo a una cuadra de la empresa. Ese hecho me marcó para siempre y no puedo olvidar el momento en que lo vi desangrándose. José Ángel fue asesinado porque, invitado por jóvenes católicos, había participado en Cuba en las celebraciones del primero de mayo. Nadie hizo nada. Sigue en la impunidad.
La sede de la JOC estaba en el segundo nivel del Colegio de Candelaria, corría el año 1965 cuando decidimos salir a la calle levantando un cartelón: “No se puede amar con las armas en la mano”, al rato estábamos rodeados y no tuvimos otra opción que dar la vuelta y refugiarnos. No pocas veces sufrimos la vigilancia por ser jóvenes, por ser contestatarios y por querer una iglesia al servicio del pueblo. Nuestro asesor, un sacerdote que este año cumplió ochenta años, sufrió el exilio. Ha venido de visita, pero no pudo seguir sirviendo a su pueblo nunca más.
La guerra estaba en su apogeo, los jóvenes de esa época no sabíamos a ciencia cierta qué pasaba, pero analizábamos la situación del país y reflexionábamos sobre las consecuencias y nos comprometíamos con pequeñas acciones a transformarla. Fue así como entré al movimiento sindical que consideraba una alternativa a la problemática de la clase obrera y me entregué de lleno a defender los derechos de mi propia clase. Coseché innumerables amistades y múltiples enemigos, miembros del poder económico y de las fuerzas de seguridad del Estado, que en todo veían comunistas y no sindicalistas. Continuará…
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