Opinión:http://www.elperiodico.com.gt/es/20111208/opinion/204762/
La usurpación del aparato del Estado y el descomunal despliegue militar efectuado por el Ejército Nacional, con beneplácito de los sectores de capital y la asesoría y entrenamiento de gobiernos imperiales, llevaron a los generales de poltrona a considerarse fuerza omnímoda, única capaz de dirigir el destino de los guatemaltecos, durante el período álgido del conflicto armado interno. Con argumentos fútiles, como el hecho de que seríamos presa fácil del “comunismo internacional”, o la defensa de la patria, los militares fueron vertebrando un régimen dictatorial, sustentado en la represión contra civiles, la corrupción de las finanzas del Estado y una extensa red de lacayos, que incluía a políticos de todos los niveles, paramilitares, y la sujeción de toda la institucionalidad gubernamental.
El sistema democrático bajo control militar no fue más que una mascarada sin legitimidad, mueca abyecta del esquema político civilizado. Nadie mandó a los militares a asesinar jóvenes, mujeres, niños, ancianos. Ninguna ley de este país facultó para secuestrar a estudiantes universitarios desarmados, torturarlos y hacerlos desaparecer. Fueron ellos los que a través de la fuerza de las armas y su torpeza política traicionaron el mandato –ese sí– constitucional de Jacobo Árbenz Guzmán. A partir de aquello se erigieron en nuestros tutores. Fueron los que incineraron poetas. Los que fraudulentamente esquilmaron procesos electorales, fueron ellos los que penetraron todos los órdenes de la vida nacional, a excepción del poder económico en donde la oligarquía no les permitió tamaña abusivez. A lo sumo se les permitió hacerse con los negocios oscuros, ya en el robo de vehículos, y/o el tráfico de sustancias ilícitas. Sin embargo, a aquellos que osaron pasar la raya y secuestrar a los pudientes, les llegó la limpieza social.
Es a ellos, a los que dirigieron el genocidio, a los causantes del latrocinio, a los que persiguieron el intelecto temerosos y celosos ante su carencia de argumentos para rebatirlo; ellos, a los que se ha pretendido enjuiciar, y digo pretendido, pues, pasadas décadas y 15 años de la suscripción de la paz, los juicios en su contra no logran más que la condena moral de verlos acudir a los tribunales y solicitar clemencia por razón de edad. Es por ello, que el argumento de legítima defensa del Estado de Derecho no aplica a los sátrapas. Artífices de una dictadura genocida. Secuestradores de la aurora. Celadores de la Guatemala del atraso.
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