Opinión:
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Muchas voces guardaron silencio durante décadas, incluso los medios de comunicación y los periodistas que tuvieron que poner oídos sordos a las denuncias, pues quienes se atrevieron sufrieron la persecución, conocieron el exilio o fueron asesinados. Por eso es que hoy se levantan voces encontradas de los familiares en el Día Nacional de Dignificación de las Víctimas. Aquellos que gritan memoria, verdad y justicia y los que creen que no hay que escarbar en las páginas de la historia ni mucho menos sentar precedentes aplicando la justicia. Quienes se reunieron en el Campo Marte, hicieron “Un acto de honor a los caídos en combate” y quienes estuvieron en la Plaza Central lo hicieron para dignificar a las víctimas, a quienes nada tuvieron que ver en el conflicto, por los millares de niños, mujeres y ancianos que fueron masacrados y por las poblaciones que fueron perseguidas por el Ejército, pero también por todos aquellos que desde las organizaciones sociales levantaron las banderas de justicia social y exigían espacios políticos para reunirse, manifestar, actuar y expresarse.
El mismo día de la dignificación, Antonio Arenales Forno se convirtió en un indignado y a pesar que cree en la verdad, expresó “Eso no pasó aquí. Me indigna que se afirme que en Guatemala hubo genocidio”, y se contradice asimismo al decir “Yo no defiendo ni justifico a nadie. Tampoco intento esconder la verdad. Pero amenazar con procesos judiciales cierra la oportunidad de conocer lo que pasó”. Pero Arenales es el hombre que hace un sacrificio personal al asumir la dirección de la Sepaz, y si esas son sus primeras declaraciones, cómo serán sus acciones en pro de la memoria, la verdad y la justicia, pilares fundamentales para alcanzar la paz y emprender el camino de la conciliación.
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