MIGUEL ANGEL ALBIZURES |
No debe extrañar que un militar sea intolerante.
Desde hace rato, el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, se ha creído más alto de lo que es, pero como no da la altura para el combate al crimen organizado, al narco y a los extorsionistas, se ha empinado frente al poder transnacional y local, frente a los militares “retirados”, frente a los miembros de la Asociación terrorista y de no pocos columnistas, algunos de ellos extranjeros o con apellidos que nada que ver con lo nacional, para criminalizar y perseguir a cualquiera que opine sobre el Gobierno o niegue la situación que oficialmente nos quieren hacer creer.
Pero no debe extrañarnos que un militar, rodeado de militares en instituciones que deben estar en manos de civiles, sea intolerante y posea características dictatoriales. La beligerancia para ellos no existe, todos debemos ser obedientes y acatar, con los ojos cerrados, las órdenes que imparten, por eso criminalizan los movimientos sociales de resistencia; a los líderes indígenas o comunitarios; a los sindicalistas y a los defensores de derechos humanos; periodistas y medios alternativos que opinan sobre la situación del país o los desmanes del Gobierno.
Pero Napoleoncito, la emprendió fuerte contra la comunidad internacional y hace poco hizo lo que desde hace rato quería hacer: proceder a la detención y expulsión de internacionalistas defensores de derechos humanos. A Alberto Brunori, representante de la Alta Comisionada por los Derechos Humanos de Naciones Unidas, desde hace tiempo le lleva ganas, pero se desquita con una española y un chileno, miembros de Brigadas Internacionales de Paz, cancelándoles la residencia temporal que han obtenido a través de una asociación legal, reconocida desde 1995 por el Ministerio de Gobernación. Es pues una decisión arbitraria y un ejemplo más de lo que nos espera en lo que falta de este gobierno que promueve la xenofobia y nos considera a los guatemaltecos estúpidos, incapaces de dirigir nuestras propias organizaciones, de juntar piedras o palos y lanzárselos a las fuerzas represivas o de resistirnos –sin el apoyo de brigadistas– a los desmanes de este gobierno. Como decía un gran letrero: “Por qué callar, si nací gritando”.
Conozco desde hace muchos años el trabajo de Brigadas exponiendo su vida en la observación de las acciones policíacas o militares contra los movimientos sociales y sus dirigentes, jamás orientando acciones o participando directamente en una protesta, pero las autoridades no aceptan la observación internacional, quieren aislarnos y reprimirnos sin que trascienda a la comunidad internacional, es decir, volver a los años ochenta. Algunos medios y columnistas han deslegitimado la presencia internacional y seguro agradecen al Gobierno su firme posición.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140710/opinion/250559/
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