RAFAEL SOLÍS LANUZA COLGÓ LOS REMOS.
Por: Helmer Velásquez
En el medio de la permanente bataola política, gestas y desencanto social, me llega la noticia. Rafa volvió a las andadas: lancha dispuesta, trasmallo a punto, el foco con batería, termo para café, un puntal por si acaso, la alforja con el ideario de vida y atravesó la reventazón. Partió solo, sin brújula, con estrella guía y aposento de destino. Tenía clarísimas las corrientes a navegar, iba a la dimensión de la luz, asido a una estrella fugaz. Una mezcla de melancolía y futuro arremolinados. Todo en un solo pensamiento, una sola mirada. No es para menos, se apartaba, por primera vez y a plazo largo, de las arenas de Monterrico. Aquel lugar de ombligo enterrado, sonidos de mar y arena morena. Aquel espacio de mar, simiente de vida: hogar, familia, alimento a la mesa.
Rafael Solís Lanuza, pescador por nacimiento, pronto conoció los desafíos del mar y las corrientes de agua dulce Madrugó y anocheció mecido por aquellas aguas, días bravas, días mansas. Eso sí, siempre dadivosas. Con el correr de los tiempos, se hizo sajador de pululo e intermediario en la compraventa de frutos marinos. Nunca se despegó del mar. Se arropó de aquellos soles. Sabía historias de aparecidos. Las daba por ciertas, siempre tenía una para compartir. A su invitación, nos hicimos compadres, previa venia de Thelma su esposa. Así con Laura llevamos a sus hijos albautizo. Esto dura toda la vida decía, pues tiene la bendición de la iglesia. Nuestro único compadre de tal categoría. La vida —para buena fortuna— nos ha socorrido con muchos compadres: los del viejo vecindario, vida social, deportiva, política y la escuela.
Este Rafa fue el único que tuvimos de iglesia. Un papel muy serio en el Monterrico comunitario. No en el cinco estrellas que se va imponiendo. De eso hace más de 30 años, los ahijados ya volaron con hilo propio y la relación con los compadres se hizo duradera, acicalada con charlas y frutos del mar a los que siempre fuimos convidados. En este año de arrebatos, el compadre marchó. Ya no estará más. Queda Thelma su esposa, los hijos, su padre, todos demolidos, incrédulos, resignados al que consideran designio divino. Tendremos Rafa para rato, es parte de nuestra vida. Un ser indispensable en la historia de Monterrico. Su despedida terrenal fue como merecía: misa, rezo de cuerpo presente en el mar y el canal. Música. Banda Hermanos Solís de Guazacapán, Santa Rosa: Gabino Barreda, Un viejo amor, Las golondrinas. Hasta pronto, compadre.
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