La tarea que se me ha encomendado incluye referir las motivaciones de la COPADEH para realizar la develación de una placa conmemorativa por el 45 aniversario de la que, muy apropiadamente, es conocida en la historia nacional como la masacre de la embajada de España, ocurrida un día como hoy, el 31 de enero de 1980.
A la gran mayoría de quienes nos encontramos reunidos hoy aquí, nos resulta más que evidente la necesidad de que una representación del Estado, en este caso una entidad del Organismo Ejecutivo, haga un reiterado reconocimiento de la responsabilidad estatal en ese hecho de brutalidad criminal, que sigue siendo motivo de vergüenza nacional.
Pero lo que es claro para la mayoría de los asistentes a este acto, no lo es, lamentablemente, para una porción considerable de las y los habitantes de este país.
Una elemental encuesta de carácter doméstico con seguridad daría como resultado que la mayoría ignora lo que ocurrió aquí hace 45 años.
Y más aun, ignora por qué ocurrió, ignora por qué un grupo de líderes indígenas, de campesinos, de trabajadores del campo y de la ciudad, y de estudiantes universitarios, se hicieron presentes en ese edificio, entonces sede diplomática de España, y lo ocuparon pacíficamente para denunciar el embate represivo, contrainsurgente y violador de los derechos humanos, que asolaba el norte del departamento de Quiché.
También es desconocido para la mayoría de la población que la respuesta del gobierno a la acción pacífica fue un ataque incendiario contra la sede diplomática por parte de la Policía Nacional, que provocó la muerte de 37 personas.
Esos hechos y otros conexos, no obstante estar plenamente documentados en el juicio seguido al jefe policial que comandó la operación represiva, están ocultos por el manto del silencio, del ocultamiento y del burdo negacionismo, que apuestan por la desmemoria como una herramienta aliada predilecta de la impunidad.
Aquellas mentes oscuras e insanas, que dieron la orden de que nadie saliera con vida de este edificio, que violaron a sabiendas la extraterritorialidad diplomática española, contaban precisamente con la certeza de su impunidad, así como sus herederos políticos de hoy siguen confiando en que sus amenazas al proceso democrático pueden parapetarse en la cooptación temporal de espacios clave del aparato judicial.
Los criminales de ayer, como los criminalizadores de hoy, apostaron por la impunidad y apostaron por el olvido. Pero veámonos aquí, hoy, dando testimonio de su fracaso. Porque, dicho con palabras de Mario Benedetti, «el olvido está lleno de memoria».
O dicho con palabras coreadas por miles de voces en calles y plazas, durante años y decenios de luchas populares y democráticas: estamos aquí «¡porque el color de la sangre no se olvida!».
Este es un acto de dignificación, en memoria de personas que murieron en una forma que no buscaron ni merecían.
El actual Gobierno de Guatemala, como representante del Estado guatemalteco, ratifica el reconocimiento de la responsabilidad estatal en estos trágicos hechos.
Al hacerlo, busca impedir que caiga el manto del olvido sobre la memoria de las víctimas, a quienes desea dignificar y, al hacerlo, busca apuntalar el principio de no repetición, necesario para construir una democracia basada en la verdad y la justicia.
Reflexionar sobre eventos como la masacre de la embajada de España, es vital para superar el legado de impunidad que persiste en Guatemala.
La memoria histórica actúa para dignificar a las víctimas y sus familiares, pero también contribuye a fortalecer la democracia al propiciar que estos crímenes no se repitan.
Por comodidad se acude a la cifra sintetizadora: se dice y se escribe, «en la embajada de España murieron 37 personas».
Pero ninguna de ellas era un número: tenían nombres y apellidos, tenían una vida cotidiana, con sueños y angustias, alegrías y sinsabores, como cualquiera de quienes estamos reunidos hoy aquí recordándolos.
Y porque ninguna de ellas y ellos eran un número, me permito nombrarlos, porque lo que no se nombra no existe, cuando ellas y ellos deben seguir existiendo en la memoria nacional:
SONIA MAGALY WELCHES VALDEZ
LUIS ANTONIO RAMIREZ PAZ
LEOPOLDO PINEDA PEDROZA
EDGAR RODOLFO NEGREROS
BLANCA LIDIA DOMINGUEZ GIRON
FELIPE SAENZ MARTINEZ
JAIME RUIZ DEL ARBOL SOLER
MARY WILKEN MOLINA DE BARILLAS
MARIA LUCRECIA RIVAS DE ANLEU
MIRIAM JUDITH RODRIGUEZ URRUTIA
NORA ADELA MENA ACEITUNO
MARIA TERESA VILLA DE SANTA FE
MARIA CRISTINA MELGAR ESPINOZA
EDUARDO CACERES LEHNHOFF
ADOLFO MOLINA ORANTES
MATEO SIS
VICTORIANO GOMEZ ZACARIAS
JUAN CHIC HERNANDEZ
MATEO LOPEZ CALVO
JUAN JOSE YOS
MARIA RAMIREZ ANAY
REGINA POL CUY
FRANCISCO CHEN
SALOMON TAVICO
VICENTE MENCHU
MARIA PINULA LUX
JUAN US CHIC
FRANCISCO TUN
TRINIDAD GOMEZ HERNANDEZ
JOSE ANGEL XONA
GAVINO MARIO CHUPÉ
JUAN TOMAS LUX
MATEO SIC CHEN
JUAN LOPEZ YAC
GASPAR VIVI
FELIPE ANTONIO GARCIA
MARIA RAMIREZ ANAY
A este listado hay que agregar, por supuesto, el nombre de GREGORIO YUJÁ XONA, sobreviviente del incendio, secuestrado en el centro hospitalario donde era atendido y asesinado posteriormente.
También agreguemos a los dirigentes estudiantiles Jesús España y Gustavo Hernández, asesinados días después durante el sepelio de la mayoría de las víctimas, en el centro histórico de la ciudad.
Tales son los nombres de quienes fueron innecesariamente sacrificados, en hechos que no pueden dejar de describirse como una tragedia nacional, pero que también cabe reivindicar como ejemplo de las valerosas luchas de los pueblos de Guatemala por la democracia y por el respeto de los derechos humanos.
La memoria de las y los mártires de esas luchas nos convoca a continuarlas. Diría Nicolás Guillén: «la hora no es de lágrima y pañuelo, sino de machete en mano».
Hoy hacemos la develación material y a la vez simbólica de una placa conmemorativa, que será colocada oportunamente en este lugar y que dice lo siguiente:
El 31 de enero de 1980, las fuerzas de seguridad del Estado de Guatemala incendiaron en este lugar el inmueble que ocupaba la antigua embajada de España, provocando la muerte de 37 personas.
En memoria de las víctimas y su dignidad, el Gobierno de Guatemala reconoce la responsabilidad estatal de este crimen de lesa humanidad.
Por el derecho a defender derechos
Comisión Presidencial por la Paz y los Derechos Humanos
Guatemala, 31 de enero de 2025.
Agradecemos a todas y todos ustedes por su asistencia a este acto, y en particular agradecemos a la Convergencia 31 de Enero por la posibilidad de confluir en la realización de estas jornadas conmemorativas.
Que tengan buena tarde y buen camino hacia sus destinos.
Guatemala, 31 de enero de 2025
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