jueves, 15 de diciembre de 2011

Opinión: Patadas de ahogados

Opinión: www.elperiodico.com.gt
Ella sabe que de la justicia divina no escapan los victimarios. No siente odio, quiere perdonar, pero quiere saber a quién perdonar.
Miguel Ángel Albizures
La semana pasada estuvo cargada de acontecimientos históricos, de frases imborrables, de alegrías y tristezas que se mezclaban con los recuerdos, con eso que no les gusta que llamemos memoria histórica, pero que está presente en los momentos menos esperados y se manifiesta en ese sentimiento que no tiene nada de odio, ni de venganza, ni de persecución, porque muchos simplemente quieren saber dónde están, quiénes fueron los que se los llevaron, por qué lo hicieron para terminar eso que llamamos duelo que no se cierra, hasta tanto no sucede un acto de trascendencia como el acontecido en el cementerio Las Flores en el momento de enterrar los restos de Sergio Linares Morales, que hace varios días se encontraron en el destacamento militar de Comalapa. Ahí entendí el por qué de las patadas de ahogados, pues según lo denunciaron, por ese tiempo estaba al mando de ese destacamento un militar que no sé quién es, pero que se apellida Quilo Ayuso.

En el acto del Archivo Histórico de la Policía Nacional no me impresionó tanto el clic para acceder a los millones de páginas que contribuyen con la memoria y que son parte de lo que llaman acervo histórico, pero las palabras que escuché de aquella señora, hermana de una de las víctimas como Fray Augusto Ramírez Monasterio, que dijo que ella sabe que de la justicia divina no escapan –los victimarios–, que no siente odio, que no acudirá a los tribunales y que para sanar las heridas, quiere perdonar, pero para “perdonar necesito saber a quién tengo que perdonar por lo que hizo”. La concurrencia estalló en aplausos en señal que compartía su dolor y su determinación.

Otra de las participantes, que sí sabe lo que representan los archivos, acuñó una nueva frase diciendo que lo que quieren hacer algunas gentes en Guatemala, es realizar un “memoricidio” y no se equivoca, aparte de querer paralizar el sistema de justicia se pretende caerle a cualquier archivo y silenciar a quienes ejerciendo su derecho a la libre expresión, escriben sobre los trágicos y bestiales hechos del pasado. Quisieran, pero ya no pueden hacerlo, amontonar frente al Palacio Nacional todos los tomos del Remhi y de Memorias del Silencio, junto con los libros y fotos que han tomado y escrito cientos de personas nacionales y extranjeras para prenderles fuego como lo hicieron en 1954. Como bien se pueden dar cuenta los lectores, no pongo nombres, porque los apuntarían para incluirlos como terroristas en las próximas denuncias, porque jamás van entender lo que dijo el delegado de la Universidad de Texas: “Toda democracia se debe a la preservación de su historia”.

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