Se trataba de miles de campesinos e indígenas que marcharon pensando en todos nosotros y en las próximas generaciones.
2016-5-5
Quienes de alguna forma apoyamos, aplaudimos y reconocemos el tremendo esfuerzo de hombres, mujeres y niños, campesinos e indígenas, que bajo el ardiente sol recorrieron más de 250 kilómetros, entendemos porqué no merecieron primeras planas en los medios de comunicación, pues no eran playeras blanca, ni venían en carros último modelo y porque además, era una marcha en defensa del agua, del territorio, de la vida de todos los seres humanos que habitamos este país, rico en recursos naturales que siguen destruyendo los dueños de los ingenios azucareros, de las grandes extensiones de caña y palma africana en regiones de donde expulsaron a los legítimos dueños.
Quienes de alguna forma apoyamos, aplaudimos y reconocemos el tremendo esfuerzo de hombres, mujeres y niños, campesinos e indígenas, que bajo el ardiente sol recorrieron más de 250 kilómetros, entendemos porqué no merecieron primeras planas en los medios de comunicación, pues no eran playeras blanca, ni venían en carros último modelo y porque además, era una marcha en defensa del agua, del territorio, de la vida de todos los seres humanos que habitamos este país, rico en recursos naturales que siguen destruyendo los dueños de los ingenios azucareros, de las grandes extensiones de caña y palma africana en regiones de donde expulsaron a los legítimos dueños.
Si cien de los y las nenas de playeras blancas hubieran hecho una gran caminata de sus casas a Cayalá o haciendo un gran esfuerzo hubieran llegado la Plaza de la Constitución y al Congreso sonando bocinas para exigir que no se apruebe la ley del agua, hubieran arrancado primeras planas, y las redes sociales, que ellos mismos manejan, se hubieran saturado alabando su osadía. No faltaba más, los hijos de papá pidiendo usar a manos llenas el líquido vital que da vida.
Pero no, se trataba de miles de campesinos e indígenas que marcharon pensando en todos nosotros y en las próximas generaciones, sean sus descendientes, o los descendientes de quienes más tienen y son responsables de la contaminación y desvío de los ríos. Quienes marcharon, son los mismos que no tienen agua potable y muchas veces ni siquiera entubada. Son los que han sufrido desalojos por la construcción de hidroeléctricas y se quedan arrinconados en otras tierras alumbrándose con candelas. Son muchos de los que han sufrido los golpes de las fuerzas de seguridad que defienden la extracción de oro y plata. Son los familiares de presos políticos en diferentes cárceles del país y son también, los familiares de líderes comunitarios que fueron asesinados por su lucha contra la minería, en defensa del agua, del territorio, de los recursos naturales y, en pocas palabras, son los que en defensa de la vida, encontraron la muerte.
Ya le echaron la culpa a la comunidad internacional de que se movilicen en defensa del agua que es vida. No han faltado quienes dicen que son los revoltosos de siempre, los desestabilizadores o terroristas que están en contra del desarrollo y hay que criminalizar sus acciones.
Esta marcha, me recordó la histórica marcha de los mineros de Ixtahuacán y del ingenio Pantaleón, cuando abandonaron las minas y en su largo recorrido hacia a la capital, los indígenas de todo el altiplano guatemalteco salieron a la carretera a darles agua, comida y fichas de un centavo y de dos para ayudarles a terminar su recorrido. Más de 80 mil personas se movilizaron en la capital por los 72 mineros que, en aquella fecha histórica de noviembre de 1977, hicieron temblar a la oligarquía, y la represión no se hizo esperar. Ojalá y cese el encarcelamiento y asesinato de líderes comunitarios que están al frente de estas luchas de gran importancia.
http://elperiodico.com.gt/2016/05/05/opinion/marcharon-por-los-derechos-del-pueblo/
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