Opinión: http://www.elperiodico.com.gt
El hambre de la juventud
No se trata de coperachas.
Miguel Ángel Albizures
No se trata solo del pan y los alimentos que hacen falta en millares de hogares, sino de la falta de oportunidades que nos evidencia el Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), para que la juventud pueda realizarse plenamente y ver el futuro con esperanza, no con la frustración que les provoca el no acceso a las fuentes de trabajo, a la educación y a los servicios que se supone, el Estado debe garantizarles.
Los medios de comunicación nos informan de jóvenes, hombres y mujeres menores de edad, que han encontrado en el suicidio la única forma de salir del infierno en que viven. Conozco el caso de Antonio, un joven de Nebaj, Quiché, que según su hermana buscaba una fuente de ingreso para contribuir a paliar el hambre en su hogar. Había tenido que dejar los estudios, al igual que sus hermanos, por falta de recursos. A sus 15 años quería ser útil a la sociedad, quería ayudar a su familia y terminó suicidándose. Así como él, otros han seguido el mismo camino porque esta sociedad y este Estado son incapaces de responder a sus anhelos y esperanzas y solo ven un incierto futuro.
Ahora hay diversas campañas para combatir el hambre y el Diario de Centro América se atreve a decir que “la coperacha sigue para recaudar fondos contra el hambre”, pero quisiéramos saber de planes concretos del Gobierno a corto, mediano y largo plazo que cambien la injusta relación de la tenencia de la tierra y se promueva en la práctica el desarrollo rural integral que evite, no solo la migración a la ciudad capital y a los Estados Unidos, sino la frustración, la desesperación y el suicidio de los y las jóvenes que no encuentran una rama de donde agarrarse para no irse al abismo.
No se trata de “coperachas”, que al final de cuentas quienes más aportan son los que menos tienen, porque han conocido de cerca el hambre y son más solidarios. A los otros, al pequeño porcentaje de población que posee cientos de millones en cuentas bancarias, les importa poco la suerte de los excluidos; y los gobiernos, incluyendo al actual, tienen miedo de tocar sus intereses, muchos de ellos mal habidos. Por eso, no es llevando alimentos una vez al año como se resuelve la situación, pues se necesitan cambios estructurales que den oportunidades y garanticen el futuro de las nuevas generaciones, pero ello solo es posible con una mejor distribución de la riqueza y de la tierra.
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