jueves, 3 de mayo de 2012

Dos Erres: Vivir para ser testigos del horror (I)


Dos Erres: Vivir para ser testigos del horror (I)

En 1979, Juan Pablo Arévalo excavó un pozo en su parcela, sin saber que estaba cavando su propia tumba. Su hijo Saúl, de 54 años, se quita los lentes, se los coloca detrás de la cabeza y señala con el dedo índice el lugar donde se encontraba el pozo Arévalo donde su padre, para la desilusión de todos los vecinos, nunca halló agua. Quince años más tarde, en 1994, un equipo de antropólogos forenses argentinos extraería de ese pozo, una por una, las osamentas de 162 habitantes del parcelamiento, entre ellas, las de Juan Pablo Arévalo y dos de sus hijos.
Louisa Reynolds

En los días especiales, la maestra Lesbia Tesucún sacaba su cámara fotográfica y retrataba a los niños, imágenes que hoy se encuentran en la oficina de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Guatemala (Famdegua) como recuerdo de una generación que representaba el porvenir de Dos Erres y a la cual le arrancaron la vida a golpes. 

Eran aproximadamente veinte. Uno de ellos, con el rostro cubierto con un pañuelo negro, se separó del pelotón, lo agarró del hombro y le advirtió: “Que se salga la familia Martínez lo antes posible porque toda esta gente va a ser quemada”. 

http://www.plazapublica.com.gt/content/dos-erres-vivir-para-ser-testigos-del-horror-i

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