Por H.I.J.O.S. Guatemala
Para
nosotros la memoria es ese lugar común donde se reúne lo que
sucedió, lo que está sucediendo y lo que puede o queremos que
suceda. Nuestro entendimiento de la memoria se compara a lo que se
conoce como una tierra fértil, donde los abuelos y abuelas han
sembrado la semilla de nuestros modos. La memoria es ese territorio
donde se guardan nuestros orígenes, el modo de ser, nuestros
entendimientos y conocimientos.
Como
comunidades, pueblos y colectivos humanos tenemos voz, palabra. Esa
palabra que es la forma en como nuestra memoria se expresa. La
palabra de los pueblos manifiesta sus entendimientos y relación con
la tierra y la vida. Pero no es una nuestra palabras, son muchas y
éstas caminan con nuestra memoria, es la flor que nace de nuestro
origen, es la raíz donde se alimenta lo que somos. Es por eso que
no sólo tenemos un idioma, una lengua. Tenemos un modo de decir,
que cobra verdadero sentido para quienes compartimos memoria y
origen, y por tanto, experiencias políticas y conocimientos, los
cuales hemos ido elaborando y recreando a partir de la convivencia,
el trabajo conjunto y la comunidad.
La
memoria no es una sola. No existe la memoria única, del mismo modo
que no existe un solo idioma o lengua, o un solo origen. Así como no
hay una única semilla de pueblo, comunidad o de ser humano. Los
territorios en los que vivimos, sus condiciones climáticas, los
arboles, las montañas, las relaciones sociales y las experiencias
que vamos adquiriendo son diferentes dependiendo el lugar geográfico
en el que nos ha tocado nacer, crecer y vivir, por lo tanto nuestros
modos de pueblos, nuestros conocimientos y entendimientos, así como
la memoria que tenemos de éstos son diferentes dependiendo el pueblo
y su origen.
Siendo
el Estado el reino de la fuerza, donde priva el interés parcial de
quienes detentan el poder, necesita mantener el control de los
habitantes del territorio que hace suyo o que determina como la
nación de la que es Estado. Para que su eficiencia sea plena
necesita mantener el control de sus bienes naturales y humanos, crear
una única versión de pueblo que sea maleable a sus intereses, que
no rezongue a sus planes ni a sus principios de acumulación y
explotación. El Estado necesita eliminar los diferentes orígenes,
crear la ilusión del origen y naturaleza única, la memoria única y
la única historia.
En
Guatemala el Estado, con sus pocas excepciones, ha sido administrado
por grupos de poder contrario a los intereses de las grandes
mayorías, quienes desde el autoritarismo, el uso excesivo de la
fuerza, el expolio de tierra y bienes naturales, se han establecido a
lo largo y ancho de nuestra historia como un sistema único,
valiéndose de mecanismos de terror tales como la desaparición
forzada, la persecución y criminalización hasta llegar a el
genocidio.
El
poder, para mantener su posición de dominio, necesita crear una
figura identitaria a la que pueda controlar, inventarle una memoria,
un origen y un significado. Para esto suplanta la memoria de los
pueblos, prohíben la palabra, crean símbolos, inventan mitos donde
la víctima, el pueblo sacrificado a los intereses de unos pocos, se
convierte en el victimario cuando niega y se resiste a la opresión y
expolio del poder.
Una
y otra vez el estado intenta destruir la memoria de los pueblos,
negando, usurpando, y destruyendo su historia, inventando nuevos
modos y nuevas concepciones. Para conseguirlo, el poder es cada vez
más salvaje y sanguinario, escribe en los anales de la historia de
los pueblos a fuego y sangre el control despojo y usurpación, pero
no importa que tan violentos sean, queda la semilla que brota de
nuevo, la resistencia y fuerza de los pueblos: Queda el origen.
La
memoria, nuestra memoria, es un territorio, nuestro territorio. El
territorio donde guardamos nuestro origen, nuestro modo de ser
pueblos, colectivos, comunidad. Un territorio donde el tiempo y el
espacio es nuestro. Donde el pasado, el presente y el futuro son uno
solo. No es un espacio atemporal, porque en el se guardan todos los
tiempos. Por eso es tan importante para el Estado y quienes lo
administran: el poder económico y político, el mal poder,
controlar y poseer nuestra memoria. Es por eso que la memoria es un
territorio más en disputa con el capital, contra el poder del mal.
Por eso es tan necesario para nosotros y nosotras defenderlo y
preservarlo.
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