Los fotógrafos son seres extraños. Ven en cada paisaje una fotografía. No tienen paz. Piensan en ángulos, en la luz (y en las sombras), en el enfoque, los tipos de lente, el color. Y además, por si lo anterior no fuera suficiente: son terriblemente perfeccionistas, los grandes amantes del detalle. Así era Mauro Calanchina, el ciudadano suizo que, en 1972, a sus 20 años, llegó a Guatemala, el país que adoptó como suyo. “Aquí todo tiene sentido; en Suiza todo está hecho”, repetía para explicar porqué él estaba en Guatemala.
El fotógrafo de una época. Si me preguntaran ¿quién fue Mauro? A bote pronto diría que él fue el fotógrafo de la edad de oro de las luchas sociales en Guatemala, cuando muchos pensaron que ahora sí iba a ser posible mover (tan solo unos milímetros, quizá) el curso de nuestra historia. ¿Qué hizo grande a este tiempo? Que la gente salió a las calles a exigir una vida mejor; y se atrevió a hacerlo muy a pesar del implacable terror del Estado.
Las lentes de su cámara fueron testigos del ascenso del ciclo de movilización y la caída, brutal, donde quedaron atrapadas las vidas de miles de guatemaltecos, víctimas del terror, y los sobrevivientes y sus familiares. La nuestra fue una tragedia de grandes proporciones de la que apenas se ha escrito el prólogo. Sus fotos condensan grandes historias de concentraciones, marchas, retratos de gente, funerales que se convertían en manifestaciones. En aquel tiempo –además del miedo– los fotoperiodistas que trabajaban para los diferentes periódicos sabían que –aunque tomaran fotografías– estas nunca llegarían a ser publicadas. Mauro tuvo el valor de estar allí y de publicar sus fotos.
Las fotos de Mauro son imágenes de un pasado que siempre que las miro me interpela. Pareciera como si las mujeres de la foto del CUC (el Comité de Unidad Campesina) en 1980, van reanudar su caminar, a quitarse la pañoleta, y, clavando su mirada en la mía, fueran a decirme: ¿y qué? ¿qué pasó? ¿se dejaron arrebatar sus sueños de un país digno para todos? Uhmm ¡malaya!
Desde Alero, la revista de la Universidad de San Carlos, Mauro llevó adelante una renovación en los estilos del diseño gráfico, las formas de la propaganda, el empleo de la fotografía –siempre en blanco y negro– de alto contraste, los afiches, la innovación en la edición editorial. Desde allí se hizo amigo de aquella generación del secretariado de Oliverio, en 1978. Y junto a Ramírez Amaya y a Roberto Cabrera, con quienes coincidió, hicieron un arte rebelde, contestatario.
Mauro también llevó su arte a los murales de la Universidad. Utilizando un retroproyector, él llevó un nuevo estilo de muralismo, donde cualquiera podía pintar. Hecho a finales de 1978, así fue como se hizo el mural que se halla frente a la sede de la AEU (la Asociación de Estudiantes Universitarios “Oliverio Castañeda de León”), la icónica fotografía del clavel rojo, para algunos la obra maestra de Mauro1.
Su archivo fotográfico se conserva hoy porque Miguel Ángel Sagone, su amigo, lo resguardó por un tiempo, en San José, Costa Rica, y en Ciudad de México. Pero otra parte de ese archivo fue secuestrado, en diciembre de 1985, por las fuerzas de seguridad del Estado de Guatemala.
El militante comunista. Claro, Mauro era un comunista, un militante del PGT (el Partido Guatemalteco del Trabajo), a donde ingresó en 1978. Y en 1981 y 1982, cuando la muerte asolaba las calles de la Ciudad de Guatemala en esos carros sin placas que tragaban y trituraban gente, Mauro continuó, pero se hizo clandestino. Y así fue como Verdad, el periódico del PGT siguió siendo diagramado por Mauro y por un pequeño equipo de militantes.
A principios de 1985, Mauro puso un estudio fotográfico. El estudio estaba ubicado en esa calle que, de la séptima avenida y el Súper 24 de la zona 4, lleva a cuatro grados norte, por donde –hasta en los años noventa– estaba el gimnasio de tae kwon do Dragón Azul. El estudio era en realidad la pantalla de la imprenta del PGT, donde se hacían pasaportes, cédulas, licencias de conducir, y todo tipo de materiales fotográficos, se microfilmaban documentos, se hacía propaganda, lo que fuera. Días antes que el Ejército desmantelara el estudio, en diciembre de 1985, un antiguo militante de varias organizaciones de la insurgencia pero que, desde ese mismo año, tras ser capturado, empezó a trabajar para el Ejército, pasó por el lugar y, para su sorpresa, allí estaba Mauro. Allí también secuestraron al asistente de Mauro en el estudio, un joven militante comunista. En diciembre de ese mismo año, uno de los escuadrones de la muerte del Ejército de Guatemala secuestró, en su casa de la zona 5, a Víctor Fortuny y a su compañera, Silvia Gálvez. Víctor era el responsable del trabajo urbano del PGT y Silvia, la fundadora de UNAMG (la Unión Nacional de Mujeres de Guatemala), era un cuadro muy importante para la organización. Junto a Mauro y a otra militante, ellos cuatro hacían una célula.
El exiliado. Y entonces, en ese diciembre de 1985, mientras los políticos celebraban la llegada de la democracia, la muerte se había acercado más de lo suficiente a Mauro. Era el momento de salir para Ciudad de México. Allí vivió en una vecindad que albergaba unos cuarenta departamentos; y, para ganarse la vida, se dedicó a arreglar radios, televisores, planchas, máquinas de escribir, grabadoras, tocadiscos, limpiar cámaras fotográficas, lo que fuera. Lo único que se demoraba más de la cuenta en salir de aquel pequeño taller improvisado en la pequeña mesa de comedor eran las reparaciones de televisores; lo necesario, para ellos poder ver tele por unos cuantos días.
Su primer año en Ciudad de México no fue nada fácil. Además de no tener en que caerse muerto y de estar en un país extraño, el partido se hallaba en una situación de perplejidad y parálisis. Pero lo más duro era ver cómo el partido no hacía nada por denunciar la desaparición de muchos militantes, amigos y compañeros.
Fue en Ciudad de México donde Mauro, el profesional de la fotografía y el diseño, alcanzó altos brillos. Fue Jefe del Departamento de Diseño de Páginas Web de la SEMARNAT (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales), y él diseñó la página web de la institución (sus fotos hicieron parte de aquel sitio web); fue Subdirector de la Subdirección de Apoyo Editorial de la Dirección de Materiales Educativos de la SEP (la Secretaría de Educación Pública), donde diseñó y estuvo al cuidado de la edición de los libros y los planes y programas de estudio de primaria y secundaria (sus fotos también ilustraban los libros de texto, esos que el Estado regalaba a los niños); y fue coordinador del área de diseño en computadora de la Dirección Editorial de la Universidad Pedagógica Nacional.
El exiliado que regresa. En 1998 regresó a Guatemala, a hacer lo que sabía hacer, hacer diseños, tomar fotografías, preparar publicaciones, hacer afiches, y hacer sitios web. A pesar de haber desarrollado una sólida carrera profesional en Ciudad de México, no dudó cuando las posibilidades de regresar a Guatemala volvieron a abrirse.
Una tradición familiar. Mauro era la síntesis de su mamá, Anna Poncini, una linotipista del Giornale del Popolo, el periódico de Lugano, donde nació; y de su papá, Orestes Calanchina, un milusos, un hombre campesino, carpintero, que sabía hacer casas, mesas, sillas, muebles, y que reparaba lo que fuera.
Mauro fue siempre un hombre rebelde. Nacido en Suiza, sí, pero nunca le gustaron los relojes, ni los bancos, mucho menos la disciplina o los horarios. En lugar de eso Mauro era un ave nocturna. Su jornada laboral empezaba por las tardes, pero era, ya entrada la noche, y de madrugada, cuando, entre cafés, cigarrillos, y ese ver fijamente la pantalla de la computadora, a través de sus lentes (graduación 175), que la pasión por ese arte de hacer diseños llegaba a su clímax. Mauro sabía lo que era irse a la cama, cansado, de mañana, con la satisfacción de haber terminado un trabajo bien hecho.
Un fin de semana perfecto para Mauro estaba dedicado a hacer un churrasco, con su familia. Todo empezaba empleando una técnica muy conocida para avivar el fuego: usar el secador de pelo. Carne asada que se come con tortilla, y guacamole, escuchando a Pink Floyd, Jimmy Hendrix, Santana, trova, música andina, ver un partido del Milán, su equipo en el calcio, la Liga italiana. Aparte estaba la celebración del cumpleaños de Ximena, su compañera, los 15 de mayo, cuando, durante dos días Mauro se dedicaba a preparar lasaña –desde la masa y las salsas.
Cuando se juntaban con los exiliados en Ciudad de México, Mauro les cantaba a los niños Érase una vez de Paco Ibáñez: esa que habla de un lobito bueno, de una bruja hermosa, y del pirata honrado. Una lección contra los estereotipos que hacen la vida. http://bit.ly/2cJu91R
Con su familia y amigos le gustaba jugar a la escoba italiana, un juego de cartas en el que él no apostaba dinero. Y en ese juego la carta principal es el 7 de oros, el settebello. Esa fue la carta que Mauro se llevó, en el bolsillo de su camisa, el día que murió.
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Mauro logró escapar, cuando la represión, a la más grande cacería de hombres que ha tenido lugar en la historia de Guatemala; y a su regreso, desde 1998, se rio de las elites del partido, ignorando sus estúpidas batallas, porque él siempre trabajó para todos; pero, sin saberlo, otro adversario, más peligroso, avanzaba adentro de sus células. Y contra este adversario, el cáncer, sí que ya no pudo más. Mauro murió el 26 de septiembre de 2008. Unas de sus últimas palabras, para Ximena, su compañera, fueron: nunca dejes de seguir
buscando a Silvia y a Víctor.
buscando a Silvia y a Víctor.
Hasta siempre Mauro. Ya no estás, pero nos quedaron tus fotos, para recordarnos de dónde venimos y que no podemos decir que no se pudo, que no pudimos luchar por esa Guatemala con dignidad, en la que quepamos todos.
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Aquí pueden pasar a ver algo de sus fotografías: Prensa Comunitaria: “Memoria histórica: la Huelga de Dolores y la fotografía de Mauro Calanchina”. http://bit.ly/2dq05wg Prensa Comunitaria: “Conmemoración del día del estudiante universitario”. http://bit.ly/2d6ENDa H.I.J.O.S. Guatemala: “Muralismo en la USAC: con fotografía de Mauro Calanchina http://bit.ly/2dg8qz8 “El eco del dolor de mucha gente”: http://bit.ly/2d6GFM9. Los documentales: “Homenaje a Mauro Calanchina” de la Asociación Comunicarte: http://bit.ly/2cJpGw4; y otro más: “En memoria de Mauro Calanchina” http://bit.ly/2daRiyH
- Sobre la fotografía en que se basa el mural, ver: “El clavel rojo: atributo del mártir revolucionario guatemalteco”, de Erika González León y Juan Carlos Vásquez Medeles, Latinoamérica, 58 (2014): 145-79. http://bit.ly/2ddHIqJ
- http://m.elperiodico.com.gt/2016/09/25/domingo/mauro-calanchina-poncini-y-el-settebello/
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