Opinión: elPeriódico, 9 de agosto de 2011
La fuerza de tarea Gumarcaj
Una persecusión con miras al exterminio.
Miguel Ángel Albizures
El general Efraín Ríos Montt y el General Otto Pérez Molina pueden decir lo que quieran, uno que no fue director de masacres y el otro que no hubo genocidio, al final de cuentas serán los tribunales de justicia los que determinen, con base a la multiplicidad de testigos que sobrevivieron, a los cientos de hechos criminales documentados en el informe Recuperación de la memoria Histórica (Remhi) y de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, el grado de responsabilidad que tienen en el arrasamiento de aldeas, la muerte de niños, mujeres y ancianos que no tenían nada que ver con el conflicto.
En el presente año me adentré en el corazón de los municipios de Uspantán, Cunén y Chicamán: huérfanos, viudas, ancianas que sirvieron de madres adoptivas, dieron su testimonio de lo ocurrido y siguen esperando que se haga justicia. Muchos de ellos no sabían ni quiénes estaban en esa época en el poder, pero sufrieron las consecuencias de la guerra sucia. Niños que por azar del destino se salvaron, crecieron con otro nombre y no pocos de los que hicieron las veces de padres o madres los sometieron a trabajos forzados.
Pero ello no sucedió solo en estos lugares, pues el “área de operaciones Gumarcaj comprendía los municipios de Chajul, Nebaj, Cotzal, Uspantán, Cunén, Sacapulas, San Andrés Sajcabajá, San Bartolomé Jocotenango, San Pedro Jocopilas, Canillá, San Antonio Ilotenango, Santa Cruz del Quiché y Chinique, todos ellos en la región central del departamento de Quiché. En esta área actuaba la Fuerza de Tarea Gumarcaj, la cual ejecutaba las operaciones respondiendo al centro de mando que se encontraba ubicado en Santa Cruz del Quiché. Los efectivos asignados al área eran aproximadamente 2200. Asimismo, la Fuerza de tarea Gumarcaj coordinaba operaciones con la Fuerza Aérea, la Policía Nacional y la Guardia de Hacienda”. (CEH,1999).
En Guatemala Memoria del Silencio se habla de 344 masacres ocurridas en Quiché, prácticamente el 50 por ciento de las 626 documentadas por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. La represión se dio a lo largo y ancho del pueblo quichelense y se trata de una persecución con miras al exterminio. Se trató, como lo dicen las investigaciones, de un genocidio contra el pueblo maya. Si ambos generales tuvieran el valor de enfrentar los tribunales, en vez buscar justificaciones, posiblemente ya estuviera aclarada su situación o estuvieran purgando la merecida condena. Los autores intelectuales tienen tanta responsabilidad como los directores de masacres y del genocidio.
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