Ilka Oliva Corado |
Ilka Oliva Corado
De dos años para acá me abordan con más frecuencia con preguntas como: ¿Qué se siente ser una escritora famosa? ¿Qué se siente ser tan exitosa? ¿Qué se siente tener un blog que sea leído en tantos países? ¿Qué se siente que traduzcan tus artículos a otros idiomas? De dos años para acá, más personas quieren tomarse fotografías conmigo, quieren un autógrafo, me escriben para ver la manera de que yo cuente sus historias en mi blog.
Yo creo que a veces solemos sobre dimensionar las cosas e idealizar a otros seres humanos que son tan mundanos como nosotros y eso siento que pasa conmigo por la forma en que últimamente me ven. Llegan las invitaciones para los eventos sociales donde quieren darme reconocimientos por “mi excelente aporte a la comunidad indocumentada…” “por mi prodigiosa labor literaria…” reconocimientos que en algún momento me van a querer cobrar haciendo cosas que van contra mi dignidad. En donde tendré que faltarle el respeto a mi palabra y a mi letra. Los reconocimientos son armas de doble filo hay que ponerles cuidado.
Debido “a mi éxito” y lo pongo entrecomillado porque la palabra tiene tantos significados que ninguno es real porque el éxito no existe, no como nos lo venden, el éxito no es lo que nos dicen desde que somos niños y por lo que nos obligan a luchar y a ser infelices en su búsqueda y cuando no lo logramos, seguimos creyéndonos unos fracasados cuando en realidad no lo somos. Debido a ese éxito de fábula, personas que creí amigas han querido hacer de mí su trofeo, exponerme en una vitrina y desnudarme, dejar los afectos a un lado para utilizar la voz de la poeta, la prosa de la escritora. Cuando en realidad para los amigos del corazón no existen las etiquetas. Entonces ese éxito engañoso los desenmascara y cada vez me voy quedando más sola por mi propia decisión y satisfacción. Cuando llega “la fama” abundan las labias, los falsos apoyos, la sonrisa de fotografía, pero los verdaderos, los de una pieza están cuando uno está en el culo del abismo, comiendo mierda, y ellos no necesitan de fotos, de etiquetas ni de menciones. Ellos están siempre en la sombra, atrás de los reflectores ellos son la zona de confort.
Me llueven los pretendientes que están en cargos públicos, que son “representantes de migrantes” “artistas” políticos, que se acercan y me dicen: me gustaría casarme contigo, le darías relevancia a mi carrera, tener una esposa escritora ayuda mucho con la proyección, a cambio tendrías una estabilidad económica, mi apellido y los documentos para que viajes a donde tú quieras. Aprovechá porque la edad se te va a pasar y con ella lo bonito. Me agarra ataque de risa cuando escucho este tipo de propuestas. Y les contesto: no ha nacido el hombre que me pueda comprar porque simplemente no me vendo.
Y es así, que no me vendí cuando era niña tan indefensa y no tenía qué comer, mucho menos lo haré hoy y así me toque seguir tragando polvo toda mi vida. Mi dignidad la respeto. Mi otra faceta la que realmente me da de comer y con la que pago el alquiler de mi apartamento nadie la menciona, porque es vergonzosa, los incomoda, no es jactancioso decir que tienen una amiga que trabaja limpiado baños y trapeando pisos, y ahí está lo curioso que los afectos verdaderos en mi vida son los que saben que aspiro alfombras y que me explotan en los trabajos y que los empleadores me restriegan en la cara mi realidad indocumentada. A ellos no les interesa tener una amiga escritora ni poeta. Tampoco una novia o una amante que firme autógrafos. Ellos quieren a la Ilka mundana que se equivoca, se cae y se vuelve a levantar.
Es confuso esto de la fama, la personas suponen mucho más de lo que es real.
Así sucede con el “éxito” que ha alcanzado mi bitácora en los dos últimos años, desde que el nombre Crónicas de una Inquilina la internacionalizó. Sí es leída en los cinco continentes y todos los días recibo mensajes prevenientes de distintos países. Lectores que me cuentan que mis escritos les han tocado el corazón, que se identifican con ellos, que sienten que conté sus historias de vida, que desnudé sus dolores y nostalgias, que reviví sus frustraciones. Que los hice reír y llorar. Y es hermoso recibir estos mensajes, es motivante y a la vez una apacible sensación de saber que allá afuera mis letras dejan huella en seres que tal vez nunca conoceré en persona.
Últimamente las invitaciones para asistir a fiestas organizadas por consulados, en las que hay que ir vestida de etiqueta nunca borrar la sonrisa y estar atenta a la posibilidad de un buen pretendiente para ser amante pagada con tarjeta de crédito. Todo esto desde mi fama de escritora, jamás llegaría una invitación así a una limpiadora de casas. Yo prefiero honrar a la limpiadora de casas, la escritora no necesita de esos altos vueltos para sentirse viva.
Hay momentos en la vida –porque llegan cuando uno menos se lo espera- en que se pone en juego la dignidad. Y uno tiene que tomar la decisión si faltarle al respeto o continuar custodiándola y dejar ir las “ atractivas oportunidades” éstas ofrecen: contactos, pasarelas, conocer lugares nuevos, posible bienestar económico, proyección, que en conjunto conforman lo que la sociedad le llama éxito. El éxito no tiene nada que ver con los afectos, la sinceridad, la confianza y la lealtad. Estos están atrás de los reflectores. Y toca decidir, la luz o la oscuridad.
Llegan invitaciones también para ser parte de colectivos, notas puntuales firmadas con etiquetas de licenciaturas y doctorados, para que me de cuenta que no cualquier hijo de vecina me está escribiendo. Y agregan también que han viajado alrededor del mundo, que tienen tantos pergaminos, que viven en tal sector. Como si a mí me interesara formar parte de otra clase social o de colectivos integrados por intelectuales. Yo soy pueblo y siendo pueblo voy a morir.
A raíz de las publicaciones de mis dos libros, estos últimos meses he recibido cantidad de halagos de gente que me dice que soy una escritora de trayectoria adjunto viene una notita para ver si les puedo haber el favor de circular tan invitación para tal evento, con mis contactos. Y es lo curioso yo no tengo contactos, tengo afectos y a mis afectos no les interesan las invitaciones para asistir a “eventos”. Hay que tener cuidado con la fama, nos engaña y nos eleva a las nubes más altas de donde en cualquier momento nos deja caer.
Hay otras personas que creen que me hicieron un favor comprando mis libros, que debo agradecérselos de rodillas, por la misericordia, a nadie he obligado a comprar ni he caído en el juego de la manipulación de los afectos para que lo hagan, y tampoco me he prestado a hacerles propaganda en eventos públicos, quien quiera comprarlos ya saben dónde están. Yo no publiqué para volverme millonaria ni para ser famosa, mis libros son de denuncia social, los escribí porque era mi responsabilidad no quedarme callada. Simple.
No me llevo muy bien con la fama ni con el éxito. Cada día mi instinto se agudiza más, son muchas las personas que ven en mí una plataforma para lograr contactos con otras, uno tiene que tener claro quién es y de donde viene. Eso de hacia dónde va no me interesa, yo soy ave migratoria y voy a donde me lleven los vientos del confín. Pocos son reales, no hay que dejarse impresionar.
Bueno, yo quería contarles en mi experiencia lo que es la fama y el éxito de una escritora indocumentada. De una bloguera. Y decirles que: siempre tomen en cuenta si el siguiente paso que van a tomar pone en juego su dignidad y los avergonzará, a veces el arrepentimiento no es suficiente y está de más cuando ya es tarde. Uno en la vida tiene que ser honrado con su pensamiento y su actuar, no digo que no se pueda equivocar pero una cosa es errar y otra el aprovecharse, trate de ser justo aunque esto signifique “ ser fracasado” para los demás.
No deje que lo compren, no se ponga en venta. No le falte el respeto a su dignidad que una vez perdida un ser humano ya no sirve para ni mierda.
Hay una canción que me dio un zarpazo en el corazón, y fue una de las primeras que entendí cuando comencé a aprender inglés, se las quiero dedicar se llama I hope you dance, la canta Lee Ann Womack. Y deseo que suceda con ustedes, que cuando les toque escoger si quedarse sentados o bailar, dedican bailar. Yo estuve muchos años sentada, ahora que bailo mi corazón encontró paz. La alegría es tan momentánea que no abrazarla con regocijo es deshonrarla.
No me idealicen, (no idealicen a nadie) que ni la fama ni el éxito me servirán cuando un día decidan deportarme de este país. Entonces ya no estaré en la nube donde muchos me ven hoy, llegaré a mi país con las manos esposadas y los pies engrilletados, pero con mi dignidad intocable. A la tumba uno no se lleva nada, ni el ego, ni el dolor, ni la fama; vivan, vivan cada instante con intensidad, estas letras la escribe una escritora pero salen del corazón de una limpiadora de casas y de una niña heladera.
Gracias por estar ahí, gracias porque son ustedes los lectores quienes han internacionalizado esta bitácora y la mantienen fresca y llena de ilusiones. Yo solo escribo…
Tal vez este escrito no tiene ni pies ni cabeza, pero tiene mi esencia que es lo que les quiero compartir: no se dejen deslumbrar por los espejismos que lo que verdaderamente importa en la vida no hay dinero que logre comprarlo.
Besos, mis amores.
Ilka Oliva Corado, Noviembre 28 de 2014. Estados Unidos.
https://cronicasdeunainquilina.wordpress.com/2014/11/28/el-exito-es-de-fabula/
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