Con el romanticismo que burbujea en el mes
patrio con el que de pronto hasta los que sueñan con haber nacido en otro país
y reniegan de Guatemala se sienten
emocionados y gritan celebrantes, ¡yo soy puro guatemalteco! –Pero no les gusta
bailar el son- y se sienten honrados de
contar con la marimba y explotar el folklore, y hacen correr como desquiciada a
la juventud que carga una antorcha encendida proclamando la independencia de la
siempre oprimida Guatemala. La juventud a la que no le han inculcado el hábito de la lectura, a la que no motivan a cuestionar,
pensar, crear, dudar. A la que le cortan las alas, encarcelan, sodomizan,
obligan a mendigar. A esa juventud que
enfilan y hacen sudar por las calles para que se emocione y marche y haga el
saludo uno y recite la jura a la bandera y que baje la cabeza y se crea lo que
las propagandas de partidos políticos dicen y lo indague
lo que los noticieros esconden y lo que los medios de comunicación
despilfarran carentes de contenido y de verdad.
El mes patrio celebran cuando a la patria
la tienen mancillada, la hemos violentado todos y no es necesaria una tesis de
universidad con su marco teórico para cantarnos las verdades; solo volteando a
nuestro alrededor nos damos cuenta y viéndonos en el espejo para no ir tan
lejos. ¿Qué hacemos nosotros como ciudadanos para engrandecer Guatemala? Poco o
nada. Yo no le digo vuélvase clavadista olímpico y láncese de cabeza desde la
plataforma de diez metros en la piscina olímpica y desafíe la caída, “rompa el
agua” y que esa base de concreto no lo desnuque.
Tampoco le digo que tome la justicia en sus
manos, aunque ganas no faltan de tener un Robin Hood, a un Zorro, un Llanero Solitario, y cualquiera de esos
personajes de la películas de ficción que acostumbramos ver. No le hablo de los héroes reales con los
que ha contado La Patria Grande porque y
de seguro se masca, porque dirá que soy sangrienta, que soy una terrorista. No le hablo de
ideologías, le hablo de hacer lo que es justo. Justo es no tirar basura en las
calles, respetar las normas de tránsito, no colarse, no enjuiciar en base a estereotipos. Lo justo es
dudar de la honestidad de un político
que baila -en caballito de palo- cuando el pueblo se está muriendo de hambre,
cuando los niños están siendo violentados, cuando da su firma para explotar la
tierra que es sagrada, lo más sagrado que tenemos porque es Nuestra Madre.
Cuando “alrededor de una cama” ordena masacres, asaltos, intimidaciones. Cuando
hace desaparecer a quienes le piden cuentas cabales.
Con el solo hecho de dudar y no irse con la
finta usted ya tiene un punto a su favor, seamos capaces de desconfiar y no
maravillarnos con los colores de las pancartas y con los culos de las modelos y
con los músculos de los bailarines que desfilan en las carrosas de propagandas políticas. Además
de dudar nosotros seamos capaces de incentivar a que otros lo hagan, a que les
despierte la curiosidad y no crean firmemente en lo que puede jurar una persona
por la vida de alguien ya murió. Y no deje que le falten el respeto aceptando
en silencio o uniéndose a la mofa de aceptar ser el hijo postizo de una delincuente. Peor aún no permita que masacren
a sus hermanos que han puesto el pecho en la defensa de la tierra mientras
usted se queda de brazos cruzados. No deje que después de muertos los medios de
comunicación los deshonren, los calumnien, ensucien sus memorias dignas. No
permita que mueran más, no permita que el silencio lo avasalle, porque hoy son
ellos mañana puede ser usted.
Seamos de los estudiantes universitarios
que no creen en todo lo que dice el profesor, no seamos catedráticos mediocres
y acomodados siempre cuidando el hueso y el puesto, acepte a que los
estudiantes lo reten, lo cuestionen, lo arrinconen y enséñeles a que no se
queden con la primera respuesta. Seamos de los empleadores que pagan el salario
justo, seamos de los empleados que respeten sus horarios de trabajo y el
trabajo mismo. Respetemos las diferencias; las etnias, los idiomas, las
costumbres, la identidad sexual de los
otros. No nos valoricemos en base a rangos, títulos, propiedades, color de piel
y apariencia, dejemos esas etiquetas obsoletas y atrevámonos a vernos con los
ojos del corazón. A valorar a una persona por lo que es y por lo que hace para
contribuir al desarrollo del país, su aporte a la humanidad, y no por lo que tiene en formato económico,
títulos de propiedad y esas tranzas.
¿Ser guatemalteco destacado? ¿Qué es
destacar? ¿Destacar en dónde? ¿Para qué, para quiénes? ¿Por qué es necesario destacar?
Está por acabar septiembre el afamado mes patrio, pero Guatemala existe y se
desmorona todos los días del año, somos guatemaltecos el año entero no solo en
septiembre, pues todos los días del año
aportemos, cuestionemos, actuemos, en nuestros campos, con nuestras
herramientas. No esperamos aplausos, fotografías, reconocimientos. No lo
hagamos buscando el hueso, el aumento, los puntos extras, la mención
honorífica. Denunciemos, cerremos filas cuando algo no es justo, en Guatemala
hay demasiada injusticia y nosotros la encubrimos con nuestra apatía. Con
nuestro nunca actuar, con nuestro siempre estar deseando ser de otro país menos
del nuestro.
¿Se siente honrado de ser guatemalteco?
Pues haga que Guatemala se sienta honrada de tenerlo a usted como hijo. Siempre para estos días los medios de
comunicación se lanzan aquellas sus encuestas, sus estudios y sus entrevistas
en las que destacan los valores de guatemaltecos que han puesto el nombre el
país en alto. Me atrevo a decir que nunca le leído que mencionen a los
emigrantes indocumentados. De pronto para apacharle el ojo al macho entrevistan
a más de algún comerciante que logró hacer su fortuna en el extranjero a costa
de la nostalgia de sus paisanos indocumentados. Y lo ensalzan y lo alaban y le
hacen creer al lector que sí, en el extranjero se sobresale y se triunfa y el
éxito es desmedido. Ellos, estos entrevistados no representan para nada a la
comunidad migrante indocumentada. También entrevistan a los que migran
sentaditos en un avión y tienen sus papeles en orden, estudian en universidades
extranjeras y consiguen trabajo en empresas de renombre. Ellos tampoco
representan a la migración indocumentada y forzada por el hambre y el olvido
del sistema y la apatía de la sociedad.
Este éxodo del que poco se habla para bien,
es ni más ni menos el que saca a flote
el país porque puntual envía millones de dólares en remesas. Así es que si
hablamos de guatemaltecos “destacados” ahí está el lomo de los de la mano de
obra barata y discriminada que añoran el hermoso suelo del que muchos reniegan.
No olvidemos lo que es justo, estos
millones que estamos fuera del país también contamos; no saldremos en
entrevistas de televisión, no desfilaremos en alfombras de galas y no
recibiremos reconocimientos y aplausos por nuestra destacada participación
internacional. Pero somos los meros tatascanes, las remesas que convertidas en
dólares llegan al país para demostrar que afuera hay gente cabal, honesta,
justa y no olvida.
¿Guatemaltecos destacados? No olviden
incluir en la lista las parvadas
que hemos migrado en condiciones
infrahumanas y que aún con la llaga viva de la frontera seguimos bailando el
son y no como folklore, sino como el dólar verde, que en Guatemala es “…El de las
altas torres verdes/ el de las altas torres verdes,
verdes/el de las torres verdes, verdes, verdes/ y en fila india indios, indios,
indios/incontables como cien mil zompopos.”
–Tecún Umán, Miguel Ángel Asturias.-
Ilka Oliva Corado.
Septiembre 28 de 2014.
Estados Unidos.
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