jueves, 4 de septiembre de 2014

Mi libro: Historia de una indocumentada travesía en el desierto de Sonora-Arizona.



No es nada sencillo estar sentada frente a este ordenador y tratar de escribir de mi libro, le huí a este momento porque imaginé  que así sería y no me equivoqué.  Significa un reto porque nuevamente debo enfrentarme a mi  memoria que guarda por seguro también inconscientemente  recuerdos  de experiencias que marcaron mi vida y que emergen cuando menos me lo espero y se paran frente a mí retándome, me encuentran desarmada y sin el deseo de combatir, porque ya no quiero cuestionar, ni explicar, tampoco aferrarme como náufraga a los pretextos.

Hace muchos años cuando era niña vendía helados  en un mercado y fui completamente invisible y marginada,  rechazada y agredida, eso marcó mi vida negativamente  y me  mantuvo a la defensiva todo el tiempo y en todos lados,  no me di cuenta hasta cuando el blog comenzó a crecer y el número de lectores se repartía en distintos países, me incomodó en sobremanera la luz y recibir comentarios de felicitación por mis escritos, no me gusta  y rechazo los reconocimientos es algo  habitual en mí, algo que muy pocas personas comprenden, tal vez solo aquellas que  cuando vendí helados me llamaron por mi nombre y no como heladera como lo hacía la mayoría,  le huyo a los aplausos  y  a exponerme en el escaparate  para ser fotografiada para brindar en eventos sociales a la salud de los  privilegiados -y de los oportunistas-,  le huyo a las celebridades, a la gente famosa,  y cuando es inevitable procuro que el contacto sea en la mayor oscuridad posible porque no deseo que se me acuse de querer colgarme de la fama de otros,  y no es porque me importe el qué dirán porque lo que la gente diga me ha tenido sin cuidado toda la vida, pero es algo que no puedo evitar, algo muy marcado en mi comportamiento y en mi forma de pensar, algo que tiene que ver indiscutiblemente con mi invisibilidad de vendedora ambulante.

 Mi escuela fue el mercado y  mi hielera. Ellos son mi norte  y mi sur, ellos me enseñaron a bregar desde la exclusión y me demostraron que el camino de las imposibilidades  siempre es cuesta arriba y que a los  ilusos de alcantarilla  las quimeras nos cuestan el eterno rechazo.
Procuro no hacer nada que deshonre a la niña heladera, defraudar al mundo me importa un pepino pero fallarle a la niña heladera es cuestión de vida o muerte.

Entonces cuando recibía mensajes de lectores que leían mi blog o mis escritos en otros medios independientes algo sucedía con mi humor que se agriaba, no sabía lidiar con la luz y  me ha costado tanto saber que hay una parte de mí que es visible y son mis letras, lo más puro de mi ser, lo más leal, las únicas que logran desnudarme y ponerme frente al espejo para verme: humana, cicatrizada, impura, transparente,  e imperfecta. Tal vez por eso me incomodó porque las letras me exponen ante los demás sin piedad alguna de mi pudor  y sin máscara que sea benevolente con mis defectos  y miedos.

Lo he ido superando poco a poco, escribir es un ejercicio que me ayuda mucho, es mi terapia. He logrado comprender que también con la luz crece la responsabilidad y que la firmeza se acoraza, porque aunque escriba en una esquina de mi habitación donde acomodé mi escritorio y lo hice un nido donde  descansan  mis alas,  cuando mis letras buscan acomodo en mi bitácora se exponen al mundo y ya no tengo control de ellas,  porque son mis alas surcando los horizontes, entonces las dejo ser, las admiro libres.

Llegar a este momento de tener un libro en las manos ha sido un camino tortuoso de diez años en los que pasé de la depresión profunda a la tranquilidad, de la tormenta a la calma, este libro llegó en el tiempo en que tenía que llegar no en el mío, sino en el propio, se escribió solo, no lo pensé, no lo planifiqué, salió a  borbotones  haciendo que explotaran mi venas que durante largos inviernos el letargo del confinamiento las afrontó retraídas, absortas, débiles y fracasadas. 

Curar las heridas del alma muchas veces pareciera un imposible, una lucha que se posterga una y otra vez porque no es confortable y requiere de mucho coraje y perder la vergüenza a ver la propia  piel supurante y vuelta harapos. Levantarse desde la propia escoria y armarse de entereza para lidiar con los demonios inherentes de una travesía indocumentada.

Es más cómodo y común  excitarse y estimular las zonas erógenas hasta llegar a colmarse de placer  en soledad frente a un espejo, sin ningún tipo de recato para  ver el cuerpo encendido en llamas,  o desnudarse frente a otro y juntos lograr orgasmos desinhibidos,   que afrontar en soledad y en  total despojo  de prejuicios, etiquetas y complejos las heridas del alma que son capaces de sacar a flote nuestros más grandes temores que se tornan témpanos y que nos mantienen en la frialdad de la incomunicación.

Historia de una indocumentada travesía en el desierto de Sonora-Arizona, es la compilación de los once capítulos que conformaron la serie Travesía en el desierto Sonora-Arizona  y que sorprendentemente para mí se publicó en varios países del mundo, y también tuvo una traducción al portugués,  nunca imaginé que alcanzaría tantos niveles de audiencia y me permitiera el privilegio de llegar a los corazones, conciencia, temores y experiencias de otras personas que también como yo son indocumentadas o personas que nunca han salido de sus países de origen y que  por medio de esa serie lograron conocer un poco de lo que es la experiencia de la migración indocumentada.

Relata mi experiencia cruzando territorio mexicano y los desiertos de Sonora y Arizona en la frontera entre México y Estados Unidos, vivencia de miles, amargura que la mayoría intenta olvidar, experiencia que consume, que doblega, que silencia, que mulita.  En ese libro relato el infierno de huir  de la Patrulla Fronteriza  y  el de tres  días cruzando el desierto.
No lo hubiera podido escribir antes, esos diez años fueron secando mis heridas lentamente y cuando me senté a escribirlo fue porque mi alma estaba en completa paz, lo había superado y podía relatar de manera objetiva lo acontecido, nunca se logra olvidar lo vivido, y lo traumático mucho menos,  yo no he olvidado ni un solo minuto de aquella experiencia pero ya no me calcina.  Entonces emergieron las palabras sin emociones confusas de por medio, sin ansiedades, sin miedos, sin turbaciones, y se escribieron solas libres y consecuentes. Soy inevitablemente  la protagonista  principal de esa vivencia  pero no voy sola, me acompañan otras personas, otros miles de seres humanos que como yo se enfrentan a la desgracia de la frontera.

Lo escribí para denunciar desde mi propia vena lo que muchos ven maquillado en televisión, leen sesgado en periódicos  y en estudios maquiavélicos desde la comodidad de un título universitario y un trabajo de campo con todo pagado. Lo mío es pueblo, sin inmunidad alguna, lo mío es sangre, miedo, sudor, pesadillas. Lo mío es la mirada cruda de una realidad que se refleja en mi rostro, en mi cabello cano, en los tantos años en que tartamudeé porque me era imposible expresar debido al nivel de ansiedad. Lo mío son los largos años de noches sin dormir debido a las pesadillas. Lo mío fue odiarme, desvalorizarme, sentirme escoria después de la frontera. Y aquí estoy con mi cabeza en alto con mis cicatrices expuestas, siendo mi voz, la voz de mis demonios y de mis logros emocionales.

Creo que está de más explicar que no fue publicado en ninguna editorial de abolengo porque soy indocumentada, que aunque toqué puertas en mi propio país y en Estados Unidos ni una sola se abrió, en mi país probablemente por ser emigrada, de las que se van y solo interesan las remesas, ¿qué puede aportar a la literatura una emigrada que trabaja en mil oficios? ¿Qué de ganancia puede dar a una editorial una limpiadora de casas, sin contactos importantes que hablen por ella? Me niego rotundamente a entrar al juego de los contactos y de los favores, lo mío es tocar puertas con mi propia mano, si se abren bueno, sino continúo, tengo suficiente experiencia en ese tipo de ejercicio,  nunca he olvidado que soy una invisible y que todo me ha costado el triple  por mi condición de arrabalera, orgullo que con dignidad cargo en el pecho.
En Estados Unidos toqué también infinidad de puertas de editoriales y la respuesta fue la misma, por indocumentada no existo. No existo en mi país por emigrada y en el país de residencia tampoco por indocumentada. Nunca he existido realmente si echo a andar la máquina de los recuerdos y enumero una a una las veces que he sido marginada en mi vida, y un cero a la izquierda como lo son millones alrededor del mundo,  y tal vez eso es lo que le ha dado la proyección a mis letras en otros países, porque fuera de mi encierro también hay millones en la marginación y enfrentando demonios propios e impuestos. Y no es victimizarme, esta exposición es real y la vemos en todos lados no me ha sucedido solo  a mí  y no pretendo hacerla mi bandera, solo relato desde la experiencia propia.

El libro se publicó en formato electrónico en Grecia,   país que tal vez nunca llegaré a conocer en mi vida, en aquella parte del mundo probablemente otras personas se estén enterando debido a mi testimonio de lo que acontece en la frontera entre México y Estados Unidos.  No he recibido un centavo de esa publicación porque  la editorial ofrece lectura gratuita en internet, lo hace para cuestionar al lector si teniendo la lectura gratuita se atrevería a pagar por el texto, no me voy a dar tres golpes de pecho, nuestra naturaleza  humana preferiría leer de gratis y utilizar ese dinero que pagaría por el texto para comerse un helado en un parque o comprarse dos cervezas por ahí, un nivel mayor de conciencia  existe en quienes teniendo las dos opciones deciden aportar económicamente para que el autor siga motivándose a continuar con su escritura.  Soy humana y por supuesto me encantaría recibir una motivación económica por mis letras, a quién no.  Pero mi blog es gratuito, no restrinjo la entrada a nadie, mis textos los puede copiar quien guste, solo exijo que se tome en cuenta la fuente de información y el nombre de la autora.  Yo vivo de mi trabajo de mil oficios. Si allá lo están leyendo gratuitamente  y deciden no aportar económicamente es lo demos, lo importante aquí es que se están enterando de lo que sucede en la frontera y ese era mi objetivo principal, la denuncia.

Fue emocionante ver mi libro publicado en otro continente y en un país tan lejano, era en formato electrónico, ¿qué se sentiría tenerlos impreso en mis manos? Nuevamente  mi Nube Pasajera que me atiza cuando menos lo espero, me cuestionó de por qué no lo publicaba en papel.  Me quedé pensando en eso durante unos días y decidí no darme por vencida y comprendí sin agriarme que por ser invisible y por preferir los afectos que los contactos era normal que mis letras no fueran tomadas en cuenta para  una publicación en editorial, tan fácil que fuera hacer una llamada o escribir un correo electrónico pidiéndole a más de uno que por favor hablen por mí,  esa comodidad de no hacer uno las cosas por sí mismo,  pero yo no podría, jamás.

Entendí que lo mío ha sido y siempre será desde la invisibilidad,  está ahí mi trinchera, entonces hice la publicación de autor y fue vía Amazon.
Amazon ofrece la herramienta de publicar electrónicamente  y en papel, opté por la opción en papel porque para el formato electrónico que es lo más popular en Estados Unidos,  en este momento es difícil, son muchos requisitos que por indocumentada no puedo llenar, pero  también me interesa más la opción en papel.  Fue así que decidí publicar en Amazon que imprime la cantidad de copias que el cliente vaya comprando. Es un libro rústico comparado con la elegancia de una editorial que se dedica a eso exclusivamente, pero para nada desestimo su calidad y más importante aun el contenido.  No podrá ser llamativo a  una primera vista, pero en esencia está la sangre, el sufrimiento, el amor a la vida y  el enorme logro de la superación emocional a pesar de los pesares.

No es secreto que mi vida ha sido cuesta arriba y que  me he caído en infinidad de ocasiones y que en  tantas quedé emboscada y a punto de renunciar, nunca imaginé que las letras serían mi expresión más fiel y con las que yo lograría ser, tener  mi primer libro en mis manos es un sentimiento que no logro expresar  ni con mi voz ni con mis letras, hay instantes en  que solo las lágrimas logran acomodarnos las alegrías y las tristezas en el corazón.  Lloré mucho cuando tuve el primer ejemplar en mis manos y en ese instante vi hacia atrás  y el largo  y cansado camino recorrido, no me arrepiento de nada,  viví lo que tenía que vivir para ser quien soy. 
 Yo no le diré a usted que me compre el libro, no lo voy a ajenar como un día ofrecí helados, persiguiendo a los comensales en el mercado,  eso me enronqueció la voz varios años  gritando por los corredores, en la estación de buses, en la aldea,  con mi hilera al hombro o en la cintura, ¿qué va a llevar, qué va a  querer? ¡helados, helados, helados! Hay de manía, de piña, de nance,  de crema con leche, de coco con leche, de manía con leche, de mora y de zapote, ¿qué va a llevar, qué va a querer?
No, yo no  he escrito esto para pedirle que lo compre. Lo he escrito porque puede ser mi experiencia personal pero también es la de miles y mi obligación y responsabilidad es agradecer la luz que me han dado las letras y aprovechar ese espacio para denunciar, por eso escribo esto, porque ese libro es una denuncia social, que no todos entenderán y de la cual no muchos querrán enterarse, pero estuvo, está y estará porque la migración indocumentada es cosas de cada minuto, las veinticuatro horas del día, todos los días del año.
Escribo porque reafirmo que estoy en pie de lucha y que sigo resistiendo y que creo en un mundo mejor.

No escribo esto para recibir mensajes de felicitación por mi libro, por ese gran logro, por que me atreví,  o porque ya era hora que escribiera un libro.  Son lindas las felicitaciones y lo hacen sentir a uno bien, se agradecen por supuesto.

Está ahí el texto y quien guste adquirirlo sepa que es un libro de denuncia social, que está escrito con mi sangre, y con cada poro de mi ser indocumentado, que no habla de maripositas en el aire  ni de los pétalos de las margaritas. 
Con este escrito he logrado vencer una frustración  que no sabía que existía, y entendí por qué me negaba a escribir de mi libro, tenía miedo de regresar a mi infancia y que en lugar de una hielera de helados tuviera un libro en las manos  que ofreciera a cuanta persona pasara por el corredor del mercado, por este blog de hoy en día,  así pensé que me vería escribiendo de mi libro,  que era como ofrecerlo como pan recién salido del horno,  como la fruta en un puesto  ambulante,  como recibir las miradas de menosprecio con las que tantos años atrás me fulminaron tantas personas que vieron insignificante a una niña que vendía helados.

Y sentí vergüenza de pronto porque no quería verme nuevamente necesitada, con hambre, con tantas preocupaciones de adulto  que me ensombrecieron la vida a tan corta edad.  Ese libro de cien hojas ha desenmascarado un caos interno, tan profundo que no sabía que existía.
Nunca me he avergonzado de vender helados en  un mercado y de nada de lo que yo soy, pero en mi infancia y adolescencia me llenó de frustración  la indiferencia de los otros,  y verme obligada a siempre gritar y poner rostro alegre –como los payasos- para ofrecer mis helados, aunque por dentro me estuviera muriendo, la necesidad tiene cara de chucho, dicen, y lo tengo comprobado.  Gritar y poner rostro alegre  me ayudó  a  sobrevivir a aquellos años en los que más que vender los helados necesité abrazos y guía. Esa sonrisa mía que tanto atrae a personas porque dicen que soy un ser de luz, para mí significa la resistencia, mí propia resistencia invencible porque hasta en los momentos más agrios de mi vida me he atrevido a sonreír, porque aun con hambre, con frío, doblegada y vuelta escoria, he seguido creyendo que este mundo se puede cambiar y que yo puedo aportar algo para que eso suceda.

Este libro es el sinónimo de mi hielera de helados, no lo ofreceré, no perseguiré a las personas para que lo compren, no pediré que me hagan el favor, que apoyen a la autora, que aporten,  ni lo describiré como el mejor texto que puedan adquirir. 

Está ahí simplemente y si  a ustedes les nace adquirirlo háganlo, no por mí sino por los miles de invisibles a quienes yo estoy dando voz con esa denuncia. Si no  desea adquirirlo no lo haga, nadie está manipulando, pidiendo, suplicando que invierta su dinero en ese texto. 

No he hecho ninguna presentación en público porque no estoy dispuesta a recibir reconocimientos a cambio de mis letras, -abundan las invitaciones de seres de ultratumba-  y mucho menos a que oportunistas  se cuelguen de ellas, que no lo he  hecho yo que soy la creadora contimás dejaré que otros las manoseen. Eso jamás. Si llega la  oportunidad de hacerlo será porque en espacio y tiempo, porque en conciencia y entereza todo ha encajado. No dejaré que oportunistas aprovechen la denuncia de una invisible para mancillar a los millones que aun no han encontrado su voz. Disculpas que siga siendo tan recia y clara pero es que no puedo ser de otra manera.

El libro está disponible en todas las plataformas de Amazon.com y en los continentes donde ésta se publica. También está en creatspace.com y en barnesandnoble.com

Tengo mi primer libro, no podía dejar de compartir mi alegría  con ustedes, tenía que hacerlo a mi manera, silvestre y arrabalera. Por cierto, sucedió en agosto, en el mes de los torrenciales, del jocote de corona y de la flor de chipilín en mi natal Comapa. Tiempo de los gladiolos en la aldea donde de niña se embelesaron  mis ojos con las majestuosas montañas verde botella.  Tiempo de los lodazales en el bulevar donde tantos años caminé con mi hielera de helados en mi amada Ciudad Peronia. Tiempo de los girasoles, del canto de grillos y chicharras y de luz de luciérnagas en el país donde hoy soy una inquilina.

Posdata: en vísperas está  mi segundo libro Post Frontera. –Agarré aviada-.

Ilka Oliva Corado.
Agosto 31 de 2014.
Estados Unidos.





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