Por lo general cuando hablo del Sur –de
mis amores- del continente americano
personas guatemaltecas me acusan de no tener identidad y la verdad es
que mi amor por el Sur está muy lejos de ser fanatismo y efectivamente aunque
le duela a muchos y a muchas tenemos demasiado qué aprender de estos países que
día a día nos dictan cátedra. La frase
que yo he utilizado siempre es que “nos llevan años luz” y nada de falso hay en
ésta.
Y estas personas reaccionarias lo primero
que dicen que: “si tanto le gusta Chile pues que se vaya a vivir allá” “si
tanto le gusta Argentina pues que se largue para allá” “ quiere presidente
socialista pues que se vaya a la tierra de Mujica” “muy socialista pues que se vaya a vivir a
Cuba” “Ella es la contradicción porque
es de izquierda y vive en Estados Unidos”,
nuevamente esa forma de enjuiciar a las personas tan típica de la
sociedad guatemalteca. Por donde quiere
que lo veamos el Sur es una alborada mientras que Guatemala se hunde más en el
hoyo. El eterno pretexto es el de siempre: pero Ilka lo que pasa es que hay un
pasado muy atroz y eso debe tomarse en cuenta.
En Guatemala aquello de “Nunca Más” es
oración del día después de una borrachera,
para nada más sirve. El “Nunca Más” no tiene que ver con la dignidad y mucho
menos con la memoria histórica. El “Nunca Más” debería ser nuestra proclamación de todos los días en todo cuanto
amenace con robarnos la dignidad.
Nunca Más: discriminación, violencia,
feminicidio, impunidad, robos, desfalcos, soborno, injusticia y sobre todo
presidentes genocidas.
No podemos utilizar cómodamente el
pretexto del pasado sangriento para no avanzar y romper con cadenas que nos
mantienen en la inmovilidad por ejemplo;
en el tema del derecho a la identidad de género, el aborto y el matrimonio
igualitario. Estos tres temas solo tienen que ver con nuestra homofobia,
nuestra doble moral y lo catastrófico de ser ultraconservadores que dicho sea
de paso es un lastre. ¿Quiénes somos
para inmiscuirnos en la vida íntima de las personas? ¿Qué nos sacamos con
criticar la identidad sexual de alguien? ¿Nos incumbe? ¿En qué nos afecta? Lo
que sí nos debe de incumbir y afectar es que no todos los seres humanos
tengamos los mismos derechos y ahí sí que nos haga arder la sangre ese tipo de
injusticia.
Y como el escudo que utilizamos es la
iglesia y la biblia como buenos personajes
de la doble moral, hoy quiero hablar de Argentina que nos siga dando
muestras de que no es falso eso de que “nos lleva años luz”.
Mientras que en Guatemala la Iglesia y el Estado
niega los Derechos Humanos
Universales a las personas con diferente
identidad sexual, en Argentina está sucediendo todo lo contrario porque el día
cinco de abril bautizaron a la hija de
un matrimonio de dos mujeres y con la gracia de que la madrina es nada más y
nada menos que la presidenta Cristina Fernández, no me diga si esto no es una
¡Belleza que enamora! En el 2010 en Argentina se aprobó la ley que permite el casamiento
entre personas del mismo género.
Y como ya sé que nunca falta el pelo en la
sopa alguien dirá: pero Ilka sí hay una ley que protege de la discriminación
laboral…
Ajá, vaya.
¿Para cuándo en Guatemala? Para cuándo
vamos a dejar de ser ten inconscientes y ajenos a la equidad y a defender los
derechos humanos de todos y todas. El que alguien tenga su opinión muy particular respecto al
tema de sexo entre personas del mismo género no debe ser causa para no defender
que todos y todas podamos transitar libremente por las calles sin que se nos
discrimine, ofenda y violente.
Que podamos tener el derecho a formar una
familia como lo tiene un matrimonio heterosexual.
Cuándo dejaremos de ser una sociedad tan
hipócrita, intransigente, castrante, opresora, segregacionista.
Es cuestión de leyes claro que sí, porque
de palabra carecemos y de acción para lo que es justo mucho más. Se debe abrir
las puertas a la diversidad sexual porque existe, porque no es un mito porque
es necesario y justo. Porque no se puede castigar a quien es diferente, no se
trata de mantener en las sombras a quien se atreve a vivir, porque es inhumano
señalar, enjuiciar y agredir.
Ayer conversaba con una amiga que es
homosexual y que vive con su compañera,
me contaba que quieren ser mamás pero que tiene miedo viviendo dentro de una sociedad tan
homofóbica como lo es la guatemalteca, su temor es que le discriminen a su crío
y que le digan en la escuela y en la calle cosas como: “hijo de lesbianas”.
Lo de hijo
de lesbianas no sería ninguna ofensa en otro país que admira la humidad
diversa pero en Guatemala sería hostigamiento de cada minuto. Empezando por la
familia, las amistades, la comunidad, la escuela y la sociedad en sí. Es todo. Sabemos
que el acoso, el rechazo y la violencia va
más allá de un simple “hijo de lesbianas”.
Su relación la mantienen en absoluto
encierro por la razones obvias en un país como Guatemala.
Ella quería saber mi opinión y fue la siguiente: que no deje que el miedo
la paralice y le robe sus ilusiones. En Guatemala discriminan por todo y pretextos
sobran para estarle jodiendo la vida a los demás. Si no es el color de piel es la estatura, es la complexión física, el
nivel social donde se vive, los modales en la mesa, -de cama entre más
perversos mejor- el nivel de escolaridad, en fin…
El caso de mi amiga es el de millones
alrededor del mundo, no es justo que alguien tenga miedo de procrear porque la
sociedad es incapaz de ser humana.
Necesitamos -y era para ayer- romper con
paradigmas y viejos estandartes de terquedades. Vienen más generaciones,
estamos criando seres humanos racistas, prejuiciosos, homofóbicos y es urgente
que estas nuevas generaciones
tengan la sensibilidad de convivir sin hostigar a quien es diferente.
Es tiempo que Guatemala abra los ojos y despierte y se entere que también su gente es pluralidad en identidad
sexual y es hermosa así porque no hay
nada más bello que la diversidad cuando comprendemos que el arcoíris es
majestuoso por su variedad de colores.
Ilka Oliva Corado.
Abril 06 de 2014.
Estados Unidos.
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