Comunicado del Movimiento Monseñor Gerardi en ocasión del XVI
aniversario de su martirio
He visto la aflicción de mi pueblo, he escuchado su clamor
ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo [ ]
Ahora, ve, yo te envío Ex 3, 7-8.10
Hoy recordamos el martirio de nuestro hermano y obispo Juan
José Gerardi Conedera. Monseñor Gerardi fue asesinado hace dieciséis años, el
26 de abril de 1998, dos días después de que en la Catedral Metropolitana diera
a conocer al mundo el informe Guatemala: nunca más.
Para los creyentes ser testigo es también ser discípulo. En
el caso de Monseñor Gerardi no solo fue testigo sino además mártir. Lo mataron
porque fue testigo fiel, porque había visto mucho, porque a través del proyecto
Interdiocesano para la Recuperación de la Memoria Histórica -REMHI-dio voz a
los sin voz, que a su vez eran las víctimas de la represión, testigos también
de los terribles hechos a los que sobrevivieron.
Monseñor Juan José Gerardi Conedera soñó con la Guatemala
Distinta y entregó su vida para que los derechos de los olvidados, de los
marginados, de las víctimas y de los sobrevivientes del conflicto armado fueran
reconocidos. Dentro de ellos, el derecho a la verdad, a la memoria, a la
justicia.
A dieciséis años del crimen que le quitó la vida, seguimos
conmemorando su memoria, seguimos creyendo que la Guatemala Distinta es
posible. Seguimos creyendo, a pesar de que la realidad parece gritarnos lo
contrario a través de la violencia generalizada donde las estadísticas nos
sitúan entre los países con mayor índice de homicidios en América Latina, donde
las muertes cotidianas en la calle, en el transporte, en el seno familiar,
algunas que se consideran verdaderas masacres y se convierten en situaciones de
pánico que impiden crecer y desarrollarse al ciudadano.
La situación económica que impide a gran parte de las
familias el acceso a una canasta básica; desabastecimiento de los hospitales y
centros de salud; niños y jóvenes que no tienen acceso a una educación adecuada
y son vulnerables entonces a involucrarse en pandillas y en grupos de
delincuencia común y organizada.
Periodistas perseguidos por cumplir sumisión de informar; un
sistema que niega la posibilidad de justicia a las víctimas sobrevivientes del
genocidio y que persigue en forma sistemática a los y las operadoras de
justicia que con valentía y profesionalismo ejercen su función en forma
correcta. Desconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y
comunitarios, favoreciendo a las empresas de capitales nacionales y
transnacionales que desnudan la tierra y abren sus entrañas en detrimento de
los intereses del país.
Instituciones estatales y profesionales que detentan poderes
que no les corresponden en beneficio de las élites dominantes; ese cáncer
social que es la corrupción crece y se arraiga en diferentes ámbitos del Estado
y de la sociedad. El Papa
Francisco en su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio recuerda que
hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y
entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de
la violencia a los pobres y a los pueblos pobres continúa diciendo
Francisco-pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión
y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su
explosión.
Así como el mandamiento de pone un límite
claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir Esa economía mata. (Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, 53)
Cuando la vida interior se clausura en los propios
intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se
escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no
palpita el entusiasmo por hacer el bien . (Idem, 2)
Monseñor Gerardi, nuestro obispo mártir, sí escuchó la voz
de Dios, sí vivió con alegría el Evangelio, en su corazón tuvieron lugar
privilegiado los pobres, los indígenas, las víctimas inocentes de los 36 años
de conflicto armado interno. El leyó y vivió el Evangelio de aquel domingo 26
de abril de 1998, de aquel Domingo de Pascua, cuya última palabra fue Tú,
sígueme .
Juan Gerardi y la multitud de testigos nos empujan hoy a una
nueva visión de la realidad, a la curación de nuestras cegueras y miopías.
Ellos no murieron ingenuos ni sin sentido. Los ingenuos y sin sentido somos
quienes vamos caminando por la vida con corazón encogido, con mente obtusa, con
vista miope.
En el desierto se necesitan personas que sean como cántaros
para dar de beber a los demás, todos somos invitados a salir de nuestra propia
comodidad y convertirnos en los constructores de la Guatemala Distinta.
Esa Guatemala que soñó Monseñor Gerardi, poco más cercana al
Reino de Dios, reino de justicia, de verdad, de solidaridad y de Paz.
Mirando esa Guatemala entregó su vida Monseñor Juan José
Gerardi Conedera. En este décimo sexto aniversario de su martirio decimos junto
con nuestro Papa Francisco
¡¡ NO NOS DEJEMOS ROBAR LA ESPERANZA!!
Guatemala, abril de 2014
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