Miguel Ángel Albizures
Las dos le sonreían a la vida, una de 16 años, la otra de 17. Una de Mataquescuintla y la otra de la capital. Una en defensa de la vida, contra la minería, y la otra estudiante del Instituto Normal Centro América (INCA) en donde cursaba el tercer año básico. Las dos, como miles de jovencitas que han sido asesinadas y criminalizadas, tenían derecho a vivir, y el Estado la obligación de proteger su vida.
De estas vidas segadas vilmente, ya no se dijo nada, la Semana Santa lo cubrió todo, el pueblo salió a las calles y a las playas. Las imágenes recorrieron el Centro Histórico para que muchos se golpearan el pecho. La familia de Karla Daniela Oscal Pérez recibió como bofetada las declaraciones del Presidente al decir que, posiblemente, estaban conectadas con las pandillas.
De Marilyn Topacio, la defensora de derechos humanos, la joven que disfrutaba y alegraba con su guitarra, la que cantaba las injusticias y defendía los recursos y el territorio, se podría decir que estaba relacionada con los terroristas o que ella era una terrorista que se oponía, junto a su padre, a la minería. ¿Ambas merecían morir? Según los que solo ven la violencia, el ataque y la muerte como solución a las protestas y problemas que provoca la situación estructural, sí, ¡dos jóvenes más qué importa al mundo!, si los hogares guatemaltecos viven enlutados.
Difícilmente las autoridades llegarán a comprender la importancia que tiene dejar de pasar sobre la dignidad de las víctimas y sus familias, porque jamás comprenderán el dolor que representa para quienes compartieron con ellas los sinsabores y alegrías de la vida.
Por eso les transcribo el sentimiento de quien escribió en el muro de La tribuna del Patojo sobre el asesinato de Marilyn Topacio Reynoso Pacheco: “Esta, es una de las cosas, que jamás quisiera publicar, pero ante tanta porquería, callar, es avalar tanta impunidad. En el poco tiempo que la conocí, abrió una brecha inmensa dentro de mi corazón, para quedarse allí. Hoy duele tanto, sufrir una de esas injusticias de esta vida. Ah, ¡qué “vida” esta! ¡Qué mierda! ¡Qué impotencia! Ni pensar que ayer te sentías muy feliz, porque ibas a hacer lo que te apasiona, la música. Ni pensar que el martes, como casi nunca nadie lo había hecho, me hiciste un poema y me cantaste una canción de Sabina. Porque tenías “un corazón, tan cinco estrellas”. Todavía recuerdo esas tus palabras “nuestra generación, debe llevar al pueblo al poder”. Todavía, recuerdo que me mostrabas las flores de tu jardín, y decías “por estas flores vale, la pena decir ‘No a la minería’”. El padre de Marilyn, sobrevivió al atentado. La hermana de Karla, sigue grave, en ambas familias hay luto y dolor y en muchos de nosotros indignación y rechazo a la
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