martes, 27 de enero de 2015

El valor de la justicia

MARIELOS MONSÓN
La conmemoración de la quema de la Embajada de España tendrá este año una connotación completamente distinta a la que tuvo durante más de tres décadas. Los sobrevivientes y los familiares de las víctimas alcanzaron la justicia, esa que se les negó reiteradamente, y hoy tienen, además, la verdad histórica de su lado. Tuvieron que pasar 35 años para que el caso llegara a juicio y un tribunal colegiado dictara sentencia. Ahora no podrán decirles que lo que sucedió en el recinto diplomático fue una inmolación -aunque haya quienes insistan neciamente en esa versión- porque lo ocurrido ya fue plenamente probado. Ese es el valor de la justicia. Durante décadas se les tachó de mentirosos y de manipuladores, se les dijo que sus parientes merecían morir así porque eran guerrilleros, como si eso fuera una causa válida para iniciar el fuego y que “nadie saliera con vida”.

La versión de las bombas molotov como causantes del incendio quedó desvirtuada por los expertos, y las juezas le dieron valor probatorio.
La condena unánime para Pedro García Arredondo, exjefe del Comando 6 de la Policía Nacional, a quien  testigos identificaron en la escena del crimen, no deja lugar a dudas sobre que lo ocurrido aquel 31 de enero de 1980 fue terrorismo de Estado. Después de dictada la sentencia en este juicio, nadie puede afirmar que la Fiscalía, los querellantes, los testigos y los familiares sostienen una versión subjetiva de la realidad; lo ocurrido dejó de ser la opinión de un grupo de personas para convertirse en una verdad jurídica basada en evidencia. Ese es el valor de la justicia.
Hay quienes insisten en dejar atrás el pasado y ver hacia el futuro a partir del olvido y de la impunidad. Son aquellos que buscan desesperadamente la amnistía. Hay otros, entre quienes me incluyo, que también queremos ver hacia el futuro, pero a partir del reconocimiento de la verdad y la aplicación de la justicia, que es un derecho irrenunciable y no negociable.
Las heridas no se cierran por decreto, la reconciliación no se alcanza a partir de la negación o la manipulación de la verdad. Lo sabemos todos aquellos que afrontamos el horror en carne propia. A mi padre, Guillermo Alfonso Monzón Paz, un abogado penalista y catedrático de la Universidad de San Carlos, lo asesinó un escuadrón de la muerte en febrero de 1981; yo tenía 10 años, él 37. Mi papá también fue víctima del terrorismo de Estado, la misma cúpula policial que mandó a quemar a los campesinos en la Embajada, ordenó su asesinato; y nadie me puede pedir, aunque hayan pasado 34 años, que olvide y que me calle, porque me asiste  el derecho de buscar la verdad y pedir justicia, que es la única medicina capaz de curar una sociedad enferma como la nuestra. Y se equivoca el que afirme que la búsqueda de la justicia tiene un signo ideológico.
Quienes ya no están nos dieron una lección de vida, de dignidad y de coraje. Quienes quedamos no podemos más que rendirles tributo exigiendo verdad y justicia, y hacerles saber —allá donde estén—  que su lucha no fue en vano y que seguimos amándoles profundamente.
http://www.prensalibre.com/opinion/El-valor-de-la-justicia_0_1292271025.html

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