Permanente crisis golpea el estómago de millares de familias.
En esta Guatemala linda que añorábamos los que fuimos forzados al exilio y que volvimos, esa Guatemala que añoran los migrantes a quienes se les sigue negando el derecho a vivir una vida digna en su patria, sucede de todo, pues los que nada tienen, lo dan todo, y los que todo tienen, no dan nada y, si lo dan, es para no pagar impuestos, para cubrir las apariencias o sonreír ante las cámaras y ni siquiera para aliviar su conciencia porque la vida humana, la de los pobres, de los paupérrimos, poco les importa.
Este pueblo, el marginado, el excluido, el discriminado y explotado, sí sabe lo que es la solidaridad humana, tiene un corazón inmenso, tiende la mano al necesitado, siente el dolor de los demás y se desprende desinteresadamente de lo poco que tiene. Eso han demostrado siempre las señoras de los mercados que hace poco recolectaron verduras para entregar a los hospitales, porque les dolió, según lo declararon, ver la situación de hambre que padecen los enfermos. Estaban más preocupadas que el Gobierno y, por supuesto, mucho más que los grandes empresarios. Esos gestos de solidaridad los vemos también en las catástrofes naturales y en esta permanente crisis que golpea el estómago de millares de familias que padecen hambre.
También saben sacrificarse y por eso hemos visto en las tomas de televisión y palpado en la realidad, a las madres cargando un escritorio escolar, una silla o un banco para que sus hijos se sienten y reciban en la destartalada escuela, el pan de la educación. Sí, esa es la realidad de la Guatemala linda, donde impera la violencia económica, política y social. Donde los hospitales están desabastecidos, pero “son rebonitos” las escuelas sin profesores ni mobiliario y donde las familias se amontonan en un cuarto. Pero la educación sigue siendo “obligatoria y gratuita” y el Estado “garantiza la salud del pueblo”, y lo único real es que garantiza los intereses de la elite económica y políticamente dominante.
Jamás esta elite va a saciarse de acumular ganancias, casas, tierras y todo tipo de bienes, y es por eso que esta Guatemala necesita cambios profundos para que los harapos no se dejen ver por la existencia de pacas, sino por el poder adquisitivo de sus habitantes y para que la muerte de niños y adultos por desnutrición y hambre sean recuerdos del pasado de injusticias que vivió el pueblo, especialmente en el agro y en las áreas marginales de las ciudades. El presidente Otto Pérez tiene razón, 2014 fue un año de crecimiento económico, pero para muchos funcionarios y para las contadas familias con poder económico, esas que siguen oponiéndose a cualquier impuesto que afecte sus intereses, porque el Estado y sus instituciones como la Corte de Constitucionalidad, deben seguir a su servicio. Ojalá y el arrepentimiento de haber acumulado y explotado, no llegue tarde, pues este pueblo es inmensamente solidario y aguantador, pero también rebelde combativo.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150129/opinion/7743/Solidaridad-y-sacrificio-humano.htm
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