Opinión: 11 de diciembre de 2012
Alta Comisionada y los excluidos
La conflictividad no es solo en lo agrario.
Miguel Ángel Albizures
El día de ayer se conmemoró el Día de los Derechos Humanos, pero seguimos lejos de que los sueños del arzobispo Julio Vian se hagan realidad y que “las espadas se conviertan en arados y las lanzas en podaderas”, pues hay manos, voluntad, deseos y energía de millares de campesinos, pero la tierra está acaparada por quienes no la trabajan y exigen que no se apruebe la Ley de Desarrollo Rural Integral y se aprese a todos los revoltosos que están pensando en movilizarse antes, durante y después del 13 Bak’tun.
La conflictividad no es solo en el agrarios, sino también en donde se concedieron licencias de exploración y explotación minera, sin tomar en cuenta a las comunidades, pero sí reprimiendo, como en el caso de San José del Golfo y San Pedro Ayampuc, a donde movilizaron a más de 350 efectivos policiacos quienes ese día lanzaron gases lacrimógenos contra mujeres y niños que resistieron tirados en el suelo, hasta lograr un acuerdo que solo retrasa el desalojo violento que la Policía ejecutará.
Que gran razón tiene la señora Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, al afirmar que “Millones de personas se han lanzado a la calle en países de todo el mundo, alentadas por hechos ocurridos en otras partes, algunas para exigir derechos civiles y políticos y otras para exigir derechos económicos, sociales y culturales”.
“Esa marea popular no solo significa que la gente esté exigiendo libertad de expresión o la libertad de decir lo que piensan o dejar claro lo que quieren. Piden mucho más que eso. Piden que se ponga fin a una situación en la que los gobiernos sencillamente deciden lo que más conviene a la población sin siquiera consultarla… y continuó “Muchas personas en muchos países vienen expresando claramente que están hartas de que sus dirigentes las traten con desprecio y hagan caso omiso de sus necesidades, ambiciones, temores y deseos”… O quizás simplemente sea porque sus dirigentes están tan empeñados en aferrarse al poder y a sus riquezas que sencillamente no les importa lo que les ocurre a aquellos cuyas vidas gobiernan. Concederán justo lo necesario para mantenerlos callados y poner fin a sus protestas. Y si no cejan y alzan su voz, los encerrarán, los torturarán o hallarán otras formas de distraerlos, de silenciarlos o de hacerlos desaparecer”.
Sí la señora Pillay viene a Guatemala, le deseamos suerte, ya que por mucho menos de lo que ella ha dicho, se criminaliza y encarcela a los dirigentes y no faltarán las acusaciones de que está apoyando a los izquierdistas en Guatemala.
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