Opinión:
elPeriódico, 28 de junio de 2012
De Ubico a Pérez Molina
No hay espacio para que resurja el
ubiquismo, son otros tiempos.
Miguel Ángel Albizures
Estos días he
recordado al verbo de la revolución, Manuel Galich y su libro Del
Pánico al Ataque, donde recuerda sus años mozos y entre ellos la capacidad
de la juventud para hacer uso de su derecho a la libre expresión y dar la
batalla contra la militarización de los centros educativos. Junto a ellos, no
como ahora, estaban sus maestros que sufrieron las embestidas de la dictadura
concretadas en el despido, la persecución y la cárcel. Las jovencitas de
educación media de hoy, como las de ayer, junto a los patojos, parece que no
tienen miedo y pasarán, con el apoyo o sin él, del “pánico al ataque”.
Según Galich: “Ubico
entró con la fusta levantada. Los estudiantes eran uno de sus principales
objetivos. El pueblo los consideraba depositarios de la rebeldía, de la
altivez, de la crítica mordaz. Ubico los tenía por la fuente y origen del
desorden, del “bochinche”, según término usual en él y en sus esbirros. De ahí
que desde los inicios de su gobierno, se dedicara a estrangular toda inquietud,
toda manifestación de espíritu independiente en el estudiantado”.
No creo que eso
persiga el Gobierno hoy, pero las expresiones de los funcionarios estatales
contra los estudiantes siguen siendo las mismas del tiempo de las tinieblas y
poco falta para que algunos pidan la militarización de los institutos, “porque
solo así aprenden a comportarse”. Por lo que se ve, la imposición es una
política de gobierno y no solo de la ministra de Educación, que se inicia
rodeando los planteles estudiantiles e imponiendo el orden donde consideran que
hay desorden, anarquía y no justas peticiones, y protestas estudiantiles que
merecen atención y no antimotines, policías enmascarados, radiopatrullas de
fuerzas de intervención, carros lanzagua, porque ni insultos ni garrotazos
contendrán la rebeldía juvenil.
Para decírselos con
las palabras del coronel César Augusto Silva Girón en su libro Cuando
gobiernan las Armas. Nuestros hijos repelen la esclavitud; las nuevas
generaciones creen en una vida más justa donde no se asesine la voluntad; nos
convencemos a cada momento de que la imposición destruye, la fuerza material
degrada y el abuso corrompe. ¿Por qué en entonces, nosotros nos empeñamos en
legarles una patria destruida? ¿Por qué les damos como legado maldito el
cadáver de la libertad? Eso no es justo; nunca podrá hacernos felices ver a
nuestros hijos infelices”.
Entendemos que están
acostumbrados a mandar, a dar órdenes, pero es tiempo que vayan aprendiendo a
escuchar, a buscar consensos y no a imponer decisiones que pueden costar
valiosas vidas. La verdad, no hay espacio para que resurja el ubiquismo, son
otros tiempos y deben ser otras las formas de gobernar.
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