Opinión: elperiodico.com.gt
Crímenes a cielo abierto
La impunidad campea.
Helmer Velásquez
La disputa territorial, que implica a guatemaltecos, empresas transnacionales y Estado, empieza a dejar un saldo de muerte y heroísmo. ¿Nos aproximaremos a otra página de guerra sucia? Los crímenes aumentan, la impunidad campea. La sospecha sigue sobre los capitales empresariales transnacionales. La empresarialidad territorial, vinculada a generación de energía, monocultivos y minería, está dando muestras aceleradas de que es capaz de provocar asesinatos –o por lo menos intentarlo–. Algunos hechos: El Estor, Izabal, 2009, se asesina a Adolfo Ich, acción ejecutada por “policías privados” al servicio de la empresa de níquel que se cree propietaria de la tierra en el lugar.
Santa Cruz Barillas, Huehuetenango, “seguridad privada”, actuando por encargo, asesinan a Andrés Francisco Miguel y hieren a dos personas más. El Estado “cumple su papel”. Basado en un vetusto e inequitativo régimen de legalidad somete a jurisdicción penal a la población que defiende agua y tierra. Solamente en San Juan Sacatepéquez, más de 60 comunitarios han sido sindicados. Las acusaciones son tan inverosímiles como: “atentado con armas atómicas”. Esta forma estatal de operar se ha presentado en el gobierno anterior y en el actual, que a juzgar por los hechos acaecidos en el municipio de Santa Cruz Barillas, Huehuetenango, mantendrá la tendencia. Ya la historia reciente recoge relatos de conflictividad, que involucran a empresas extractivas, baste traer a cuenta los sucesos de San Ildefonso Ixtahuacán, en el mismo Huehuetenango, 1977, en donde si bien la reivindicación era estrictamente laboral, el litigio terminó “saldándose” con el apoyo del Ejército nacional, que secuestró y desapareció al secretario general del Sindicato de los Trabajadores Mineros, Luis Castillo. Esto sucedió años después de la histórica marcha de aquellos hacia la capital. Fresca estará en la memoria de los guatemaltecos la fuerza social que desencadenó aquella lucha.
Este recuento a zancadas de sangre derramada por héroes sociales, lo escribo aún impávido y colérico por el atentado en contra de la vida de Thelma Yolanda Oquelí Véliz, mujer forjadora de futuro, celadora de los recursos naturales de su entrañable San José del Golfo. No habrá oro en el mundo cuyo valor pague la sangre de los héroes y heroínas de la patria. Tampoco existe mineral alguno que lave la conciencia de los asesinos. Cobarde escoria malinchista.
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