La catastrófica situación
del país en lo económico, en lo político y en lo social, no es algo que podamos
ignorar, pero parece que nos seguimos durmiendo en los laureles y, como siempre
sucede, no le damos importancia a los pasos de animal grande que retumban a
nuestra espalda, anunciándonos el peligro que se cierne sobre los sectores más
beligerantes de esta sociedad y de este país, que no pasa de ser una república
bananera, con el agregado de la minería que impone sus condiciones de
exploración y explotación de unos recursos que nunca les han pertenecido, pero
que han encontrado bondadosos gobernantes que se los ofrecen y se los entregan
a cambio de migajas.
Al
igual que a inicios del siglo XX, cuando la United Fruit impuso condiciones de
semiesclavitud y se apropió de extensas tierras, hoy podemos hablar de
reducidos grupos que hacen y deshacen a su antojo en el país. Tenemos a los
militares en el poder y copando las principales instituciones que les generan
beneficios; el poder económico que, como siempre, disfruta las mieles del poder
e impone sus condiciones.
El
crimen organizado y los narcos, en donde personajes de los dos primeros
participan descaradamente y son utilizados por el Gobierno para lanzar cortinas
de humo ante las problemáticas que pueden estallarles en pleno rostro, y el
poder transnacional, detrás del cual están los inversores nacionales y el
Gobierno que hace del país su paraíso para la inversión con el pretexto del
“desarrollo”, que no es integral, sino, como siempre, en beneficio de unos
pocos.
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Opinión: elPeriódico, 10 de octubre de 2013
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