Antenoche conté estrellas y motas de polvo, jugué tuero conmigo misma durante horas haciéndome la loca para que la oscuridad no me alcanzara y me metí a la cama a repasar viejos periódicos. Pero llegó el momento inevitable de apagar la luz y de quedarme sola con la rabia rugiéndome en el cuerpo.
Tras los párpados cerrados, me mantuve despierta. Mis ojos se humedecieron. “Si pudiera llorar…”, pero no pude convertir en llanto este ahogo. Es que mi sueño de justicia quedó huérfano y aunque no esperara nada porque siempre me engaño pensando que así dolerá menos, no es cierto. Me duele y demasiado. Sin la justicia difícilmente voy a encontrar la huella de mi hermano, el sitio en que dejó su último aliento y en el que permanece con los ojos abiertos sin descanso.
Con esta frustración, que ya es endémica en Guatemala, me dejo llevar por la tristeza que es del tamaño de mi amor por mi tierra –un necio aferrarme a lo que creo que podría ser ese país- y de mi anhelo de justicia. Creo que he llegado al final de un camino transitado con muchas personas que no me llevó a ninguna parte.
La justicia es la espina dorsal del Estado democrático de Derecho y este es irrealizable sin una institucionalidad fuerte, independiente, blindada en lo posible contra la corrupción y las manipulaciones del poder, condiciones muy incipientes en un proceso dificultoso, lleno de obstáculos, cuyos impulsores han recibido un fuerte golpe con la defenestración de la Fiscal General. Sin ellas, la sociedad guatemalteca continuará arrastrándose en el fango y la sangre.
Pesimista, porque nuestra realidad es pésima como decía Saramago, sin esperanzas, sin más poder que el de las palabras para no olvidar lo sucedido, nombrar las atrocidades, señalar a los criminales y configurar los sueños, Ajpú cerbatanera con dignidad me yergo sobre lo que parece una derrota perenne y una vez más proclamo mis derechos a continuar demandando justicia, a saber el destino de mi hermano, a recuperar sus restos y sepultarlos dignamente y a mantener viva su memoria.
Ya sé que con palabras no se mueven montañas y ahora ni siquiera me ayudan a expresar lo que siento. Sin embargo, como dije, no me queda otra cosa que palabras para preguntarles si ya están satisfechos y para agradecerle a la fiscal general Claudia Paz y Paz por la esperanza de justicia para Marco Antonio que nos sostuvo durante este tiempo, por su honestidad e integridad, por su capacidad personal y profesional puesta al servicio de la justicia, por demostrar con hechos que las cosas pueden ser distintas y mejores.
http://cartasamarcoantonio.blogspot.com/2014/05/adios-senora-fiscal-adios-independencia.html?spref=fb
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