domingo, 16 de marzo de 2014

Hace 32 Años Masacres en San Antonio Sinaché

Caso ilustrativo No. 78

Masacres en San Antonio Sinaché
“Nosotros no violamos las leyes, nunca nos han dado justicia, sólo dolor, somos como perros, como animales. Por las noticias sabemos que se habla del dolor de las que quedan [sin sus seres queridos, pero] sólo de los que tienen dinero … a nosotros nunca nos han dicho porqué mataron a los nuestros”.
“[Los soldados] se dedicaron a matarnos … [pero] nosotros no somos guerrilleros, somos gentes que nos dedicamos a trabajar la tierra, si fuéramos guerrilleros, nos hubiéramos defendido también con armas, pero cómo no, entonces lo que hicimos fue proteger a nuestros hijos, a nuestras mujeres para que no los mataran, pero en la huida mucha gente cayó”.
“Llorábamos y llorábamos calladito, de tanto llorar algunos casi no podíamos ver”.

I. ANTECEDENTES
La comunidad de San Antonio Sinaché (en adelante San Antonio) se encuentra en el municipio de Zacualpa, departamento de Quiché, y está conformada por población maya k’iche’.
El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) operaba en la zona y algunos de los habitantes de la comunidad mantenían ciertos vínculos con el grupo guerrillero. El apoyo se limitaba a tareas de propaganda y a proporcionar alimentos. Es decir, nunca tuvieron armas ni fueron combatientes.
Sin embargo, la comunidad fue víctima de sucesivas masacres que tuvieron lugar el 16 de marzo y asimismo el 18 y 30 de mayo de 1982.

II. LA PRIMERA MASACRE: 16 DE MARZO DE 1982
El martes 16 de marzo de 1982, a las tres de la mañana, el alcalde auxiliar de San Antonio reunió a los hombres de la comunidad y les mandó que subieran a la sierra de Chuacús para rastrear las montañas en busca de la guerrilla. Unos 400 hombres realizaron esta obligada actividad, quedando en sus casas las mujeres, los niños y los ancianos.
A las ocho de la mañana, 40 soldados al mando de un teniente conocido como Checha, pertenecientes al destacamento militar de Zacualpa, con uniformes de camuflaje y fuertemente armados, entraron en la comunidad de San Antonio. Los soldados fueron casa por casa matando a las personas que encontraban, en su gran mayoría mujeres y niños, y sustrayendo alimentos.
Mientras esto sucedía en la comunidad los hombres realizaban el rastreo en la montaña. Sin embargo, cuando escucharon los estallidos de bombas y los disparos decidieron bajar, aun en contra de las órdenes del alcalde auxiliar.
Al llegar al bosque, en las faldas de la montaña, se encontraron con vecinos y familiares, que les contaron que los soldados estaban matando a la gente.
Muchos deciden volver y esconderse en la montaña, pero otros deciden entrar en la comunidad, ocultándose de los soldados, para buscar a sus familiares. Las escenas que pudieron contemplar en las casas fueron desgarradoras: los ancianos torturados y baleados, otros degollados, entre ellos un sacerdote maya; los niños y las niñas degollados o muertos a golpes contra las paredes; mujeres ejecutadas, algunas de ellas, “con el corte levantado, sin el huipil y con señales de violación”.
El dolor de los hombres de la comunidad se incrementó por el engaño con que el Ejército había obrado: “Lo que buscaban era que no hubiera hombres en la comunidad, para así hacer lo que quisieran los soldados”.
A las tres de la tarde los soldados recibieron el apoyo de otra unidad militar que entró por el lado de la comunidad Rincón de Los Leones del municipio de Chiché.
Luego de la masacre, hacia las cuatro de la tarde, los soldados festejaron su acción, reuniéndose para disfrutar de una gran comida frente a la iglesia.
Los sobrevivientes se desplazaron a las montañas, donde las circunstancias de vida y salubridad eran precarias, sobre todo para los más vulnerables, y el peligro de muerte resultaba cotidiano. Así lo confirma el siguiente testimonio:
“A partir de los ocho días de huida, ya no encontramos en el monte qué comer. Otros tampoco comían por el miedo y por el sentimiento, no era posible tragar nada, la boca se cerraba. El frío, la tristeza y no comer nos ocasionó enfermedades. Los niños murieron por cientos, no podíamos cuidarlos, no había padres ni abuelos que los cuidaran, y los que los teníamos a cargo estábamos débiles y muy enfermos. Después de esta masacre hubo una enfermedad que atacó a muchos niños. Era porque muchos muertos no estaban bien enterrados, despedían malos olores, se enfermaron, el agua estaba contaminada. Se morían de cuatro a cinco niños diarios. Era prohibido enterrar a nuestros muertos. Lo teníamos que hacer a escondidas. Sólo se abrían hoyos, nunca pudimos poner una cruz o un nombre”.
Tres de los declarantes son los únicos sobrevivientes de una familia de la que mataron a 25 miembros. La mayoría de los declarantes ante la CEH tienen más de cuatro familiares muertos como resultado de la masacre. Otros sobrevivientes no declararon, ya fuera porque debieron desplazarse y nunca regresaron a su comunidad, o porque el temor los inhibió.
En total, la CEH logró identificar a 108 personas que murieron en la masacre del 16 de marzo de 1982, entre ellas 7 mujeres que fueron violadas sexualmente. Según los testimonios 87 personas más fueron ejecutadas, y otras 73 murieron a consecuencia del desplazamiento forzado, entre ellos 70 niños, y dos personas resultaron heridas.
III. LA SEGUNDA MASACRE: 18 DE MAYO DE 1982
Dos meses después, el 18 de mayo de 1982, cuando todos los miembros de la comunidad ya habían regresado a la aldea, temprano en la mañana, un vecino dio el aviso:“Corran, allí vienen los soldados a matarnos”. Transcurrido poco tiempo, se escucharon disparos. Los que pudieron huir se desplazaron hacia la montaña. Un declarante relata:“Nosotros nos fuimos a la montaña, llevamos a nuestros padres, nuestras madres ancianas, que tienen como 80 años, 90 años”.
Los soldados disparaban a matar. Una sobreviviente cuenta:
“En la huida mucha gente caía, yo miraba que a la par adelante de mí se caía la gente como si se tropezara, pero no, ellos caían porque les pegaban los balazos o porque cerca caían granadas y cuando esto pasaba, la gente salía volando y caían como muñecos, pero ninguno se detenía, ni siquiera volteábamos para ver atrás, todos corríamos como locos de un lugar para otro”.
Los más débiles, en particular los ancianos, que no podían huir, fueron ejecutados. “No podíamos llevarnos al anciano, era una carga para nosotros, porque él no podía correr como corre la gente joven, entonces pensamos dejarlo escondido … él aceptó quedarse y salimos corriendo para que no nos maten. Pero cuando los soldados llegaron a la casa, la registraron y al encontrarlo lo degollaron”. La huida trajo más muerte y dolor. Un padre, que huía con sus dos hijos, corrió sin descanso hasta que dejó de escuchar los disparos. Cuando se detuvo notó que su hija tenía la cara ensangrentada. Así describe su experiencia:
“La revisé y vi que una bala le había pasado rozando la cabeza, le limpié la herida; después me preocupé del [niño] que llevaba en la espalda, me lo bajé de mi espalda porque no se movía ni lloraba, al tenerlo entre mis brazos lo vi dormido, al revisarlo lo encontré con el maxtate [pañal] lleno de sangre. Estaba muerto. Le pegaron un balazo en la espalda, él evitó que la bala me matara a mí. Con mucho dolor lo dejé debajo de un árbol y seguí con el otro[la niña] que estaba herido, subiendo más para el monte”.
Las mujeres embarazadas y las madres con niños pequeños y que ya no podían correr, trataron de esconderse en cuevas o entre las piedras. Las que descubrían los soldados eran sacadas de sus escondites, torturadas y ejecutadas. A una de las embarazadas los soldados le abrieron el vientre y le sacaron el feto. Sobrevivientes narran escenas como ésta: “Hay veces que hicieron un palo con punta y le metieron en el culo a las mujeres, lo metieron en la panza … de una vez les quitaron la vida, les cortaron el pescuezo, así les hicieron los militares y hay civiles también, patrulleros ladinos”. Los niños corrieron igual suerte: “Los patrulleros mataron a los niños, los agarraron de su canilla, los mataron con piedras, les machucaron la cabeza, les quitaron sus orejas y se quedan desnudos los niños en el río, parecen sapos, parecen animales”.
Después de la persecución, los militares registraron las casas, las saquearon y las quemaron. Arrasaron además los bosques, las plantaciones de maíz, los santuarios ceremoniales. Una declarante afirma: “Destruyeron todas las cosas que nos eran necesarias, tales como piedras de moler, comales, ropa, mazorca, frijoles, ollas; nos dejaron sin comida ni con qué preparar nuestros alimentos, tampoco dónde vivir, sólo nos dejaron la ropa que teníamos puesta cuando huimos”.
Los sobrevivientes permanecieron en el monte, temiendo que se produjera un nuevo ataque de los soldados, sin poder dormir y pasando hambre, a merced de la lluvia y el frío.
Una de las jóvenes detenida por los militares y cuyo esposo resultó muerto por intentar defenderla, fue llevada a una casa de la comunidad. Aunque no le hicieron daño, una vez en cautiverio dejó de comer, vomitaba y no podía caminar a consecuencia de los golpes que había recibido durante su captura. A los seis meses murió.
Los militares permanecieron en la comunidad durante tres días. Al cuarto, regresaron al destacamento militar de Zacualpa, llevando consigo los animales que encontraron. Los sobrevivientes buscaron rescatar a los heridos y a los niños perdidos en la huida. Cuando los militares se fueron, volvieron a la comunidad para enterrar, como fuera posible, a los muertos que hallaron. Sin embargo, muchos cadáveres quedaron insepultos y fueron devorados por los coyotes y los perros. Un sobreviviente cuenta: “Yo medio enterré mi familia, pero quedaron unos [sin enterrar], tuve miedo ya no fui a ver, entonces el chucho se lo comió”.
En los días siguientes a la masacre los soldados volvieron a San Antonio, hasta que el 27 de mayo se ausentaron de la comunidad y sus alrededores, lo que fue interpretado por los habitantes como una retirada definitiva. Por esta razón las familias que habían huido y permanecían refugiadas en las montañas regresaron a vivir a sus hogares.
En total, la CEH logró identificar 51 víctimas, entre ellas 45 personas que fueron ejecutadas, 4 heridas y otras dos torturadas.

IV. LA TERCERA MASACRE: 30 DE MAYO DE 1982
El 30 de mayo de 1982 llegaron de nuevo los soldados. Los acompañaban esta vez patrulleros civiles de otras comunidades del municipio de Zacualpa. Rodearon la comunidad y ordenaron a 35 hombres que fueran a patrullar. Detuvieron un número de pobladores, los trasladaron al cantón Las Joyas y los sometieron a tortura durante casi todo el día, para al fin degollar a machete a 34 de ellos. El sobreviviente declara: “Me amarraron, me tiraron al suelo, se subieron encima de mí, me empacharon con patadas … a mi suegro le cortaron la panza, le metieron un machete … el hombre tomaba la sangre de la gente que mataron … a todos les machucaban la cabeza”.
A las cuatro de la tarde arrojaron los cadáveres en una cueva próxima a Las Joyas. El sobreviviente permaneció en la fosa durante toda la noche; al día siguiente, como a las siete de la mañana, despertó entre los muertos.
En total, la CEH logró identificar a 40 víctimas, entre ellas 39 personas que fueron torturadas y ejecutadas, y una persona herida y torturada.

V. CONCLUSIONES
La CEH, estudiados los antecedentes reunidos, llegó a la plena convicción de que miembros del Ejército, actuando bajo la dirección de sus superiores, atentaron contra el derecho a la vida de 192 habitantes de la comunidad de San Antonio Sinaché, a quienes ejecutaron arbitrariamente durante los sucesos ocurridos el 16 de marzo de 1982 y el 18 y 30 de mayo de 1982. Además, los soldados fueron autores de torturas y violaciones sexuales infligidas a habitantes de la misma comunidad, que constituyen graves violaciones al derecho a la integridad de los mismos.
La CEH considera a su vez que los miembros de las patrullas de autodefensa civil, comandados por ladinos y actuando bajo la dirección del Ejército, fueron autores de actos de la misma naturaleza el día 30 de mayo de 1982.
La repetición y el ensañamiento de la violencia criminal contra esta comunidad, a la que el Ejército identificaba con la guerrilla, demuestra la intención de eliminar completamente la misma. Dicha intención no sólo se manifestó en las ejecuciones masivas, sino también en la tortura, la violación sexual y la creación de condiciones de vida que podían traer como consecuencia la muerte por hambre, frío o enfermedad. La intención de destruir total o parcialmente a un grupo que tiene en común etnia y cultura, cualquiera sean sus motivaciones, determina el carácter genocida de estos actos criminales. El acaecimiento de actos de este tipo en otras comunidades del municipio de Zacualpa, en que miembros del grupo étnico maya-k’iche’ fueron considerados el enemigo a destruir, refuerza esta convicción de la CEH.

LISTADO DE LAS VÍCTIMAS
Ejecución arbitraria
Agustina Macario Morales
Agustín Morales González
Agustín Tum
Ana Morales González
Ana Morales González
Ana Morales Turkis
Antonio MacarioTol
Antonio Shinar
Bacilia Macario Tol
Baltazar Tum
Basilia Morales Ventura
Basilia Toj Ventura
Carmen Morales Morales
Carmen Moraya
Catarina Saquic Gonzales
Cecilia Pérez
Diego Macario Tol
Diego Martín
Diego Morales Ventura
Dominga Tzaquic Tzoj
Faustino Morales
Francisco Morales Macario
Gaspar Gonzales Primero
Micaela Riquiac Panjoj
Micaela Toj
Micaela Us Us
Miguel Morales Morales
Mirtala Macario Morales
Nicolasa Hernández
Pablina Macario Tol
Pascual Morales Canil
Paulo Ventura
Pedro Suincuic Chomo
Pedro Us Us
Petrona Ventura Canil
Rocaela Morales
Rosa Morales Canil
Rosalia Méndez
Santa Us Us
Santa Us Us
Santiago Macario Hernández
Santiago Morales
Santiago Tum Morales
Sebastián Morales Toj
Sebastiana Hernández Riquiac
Sebastián Morales Lastor
Sebastián Morales Panjoj
Tomás Macario
Tomás Macario Morales
Tomás Macario Morales
Tomás Morales Macario
Tomás Morales Macario
Tomás Morales Toj
Tomás Morales Turkis
Tomás Nash
Tomás Requiac Tinihuar
Tomás Tinivar
Tomás Tinivar Raquiaj
Tomasa Gonzales Pol
Tomasa Macario Hernández
Tomasa Macario Tol
Tomasa Morales Canil
Tomasa Morales Macario
Tomasa Morales Turkis
Tomasa Tzaquic Tzoj
Tomasa Ventura Canil
Tomás Chitic Tinivar
Tomás Morales Canil
Tomás Morales González
Tomás Morales Panjoj
Vicenta Saquic Gonzales
Vicente Requiac Tinihuar
Víctor Morales Toj
Gaspar Requica Tinivar
Germina Panjoj
Geronima Morales Toj
Isabel Macario Morales
Jacinta Pol González
Jerónima Morales Macario
Jerónima Morales Morales
Jerónima Panjoj
Jerónimo Morales Morales
José Martín
José Martín Morales
José Morales Morales
Josefa Morales González
Josefa Suy Pol
Josefa Xiloj
Josefa Xiloj
José Chan
José Morales
José Morales González
Juan Macario Toj Tol
Juan Alonzo
Juan Castro
Juan Morales Panjoj
Juan Morales Panjoj
Juan Morales Toj
Juan Suar
Juan Tol
Juan Tomás
Juan Tzoc
Juana Canil Ramos
Juana Macario Morales
Juana Morales
Juana Tol Pérez
Juana Tum Riquiac
Julio Castro Coj
Julio Hernández Riquiac
Julio Macario Tol
Lucía Ventura Canil
Luis Us
Manuel Morales Macario
Manuel Morales Macario
Manuel Morales Mejia
Manuel Morales Morales
Manuel Morales Toj
Manuel MoralesTum
Manuel Panjoj
Manuel Requiac Tinihuar
Manuel Toj Tol
Manuel Tol
Manuela Morales Morales
Manuela Morales Ventura
Marcela Morales González
María Macario Canil
María Macario Tol
María Morales Morales
María Morales Morales
Mario Macario Morales
Martín Morales Morales
Martín Morales Tinivar
María Canil
María Morales González
María Toj Aguilar
María Toj Aguilar
María Toj Ventura
Mateo Canil
Micaela Mejía Calel
Micaela Morales Panjoj
Micaela Morales Panjoj
Micaela Riacac Panjoj

Ejecución arbitraria, tortura
Manuel Morales Tevalán
Diego González
Diego González
Diego González Turkis
Diego Mejía Tiniguar
Diego MejíaToj
Diego Sukuki Nas
Felipe Aguilar,Toj
Francisco Aguilar Canil
Francisco Morales González
Francisco Morales González
Gaspar Riquiac Aguilar
Gaspar Riquiac Aguilar
Gaspar Riquiac Tiriquiz
Jacinto Panjoj Morales
Juan Aguilar Toj
Juan Tevalán Quino
José González Aguilar
Manuel Aguilar
Manuel Aguilar González
Manuel Canil Aguilar
Manuel Coz Tevalán
Manuel Tiniguar
Martín Aguilar Canil
Miguel Tevalán Quino
Pedro Aguilar Toj
Pedro Canil Aguilar
Sebastián Aguilar Nos
Sebastián Aguilar González
Sebastián Calel
Sebastián Chan
Sebastián Cos Aguilar
Sebastián Cos Tevalán
Sebastián Morales Calel
Tomás Canil
Tomás Cos Aguilar
Tomás Coz Tevalán
Tomás Morales Cos
Tomás Morales Quinto

Ejecución arbitraria, otras violaciones
Josefa Morales Xiloj
Magdalena Riquiac Gonzales
Juana Nash
María Macaria Canil
Rosa Ventura
Santa Tum Tebalam
Tomasa Toj

Tortura
Micaela Morales
Tomás Riz

Muerte por desplazamiento forzado
Juan Tomás Nash
Vicente Nash
Vicente Tomás

Herido en atentado
Carmen González Hernández
Juana Morales Castro
Juana Morales Coj
Paulina Macario Hernández
Tomasa Canil Morales
Vicenta Tinihuar

Víctimas colectivas/desconocidas: 169

Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.

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