Jacobo, es una más de las enormes
figuras que Guatemala posee. Podríamos afirmar acerca de él, que es el parte
aguas entre el ciclo histórico colonial y la modernidad por ser protagonista
del enfrentamiento entre una forma de producir caduca y otra que aspiraba sacar
al país de las relaciones feudales. Así lo expresó en su discurso de toma de
posesión. Sin embargo, la oligarquía heredera de los conquistadores y
degenerada en una caterva ladina mercantilista; de estrecha visión empresarial
a tenor de los tiempos, no les interesó el proyecto que los llevaría a una
nueva estatura productiva realmente independiente. Contrario a ello, querían
seguir basando sus ganancias en la explotación indiscriminada de indios y
mestizos pobres; a tal punto que rayaba ésta en la semiesclavitud plasmada en
una cartilla de jornaleros y una ley antivagancia que anclaba al colono a la
tierra y al trabajo servil.
La visión futurista de Árbenz
fortaleció pues, la discrepancia con las clases hegemónicas del país a tal
medida que éstas idearon su derrocamiento, su humillación que decantó en un misterioso
deceso en el exilio. Esa oligarquía aliada a un Imperio no entendió, aún a la
fecha, que la historia es un proceso donde el cambio es ineluctable y prefiere
seguir alimentando al mercado internacional con materias primas en bruto mientras
el mercado interno que Jacobo quería formar y fortalecer se ha ido demoliendo
en vez de ser la base fundamental que hubiera traído, a esas mismas clases
poderosas, más réditos de lo que actualmente alcanzan con consumidores
desnutridos y macilentos.
Hoy, los mismos que se jactan de
liberales, no obstante, no se han dado cuenta aún del gran legado del Soldado
del Pueblo por seguir mascullando el estribillo de esa propaganda de progreso
anticomunista que choca brutalmente con la realidad de la mayoría de la
población de este país que es similar a otras en este istmo por razones
históricas. A tal punto que, siguen matando indígenas para apropiarse de sus
tierras y riquezas; siguen persiguiendo comunistas, a pesar de cantar su
desaparición con la caída del Muro de Berlín, para desviar la atención de su
sistema extractivo y de plantación fracasado y dependiente de las cuotas de
exportación que estipulan en el Norte.
Se han conformado con una política exterior totalmente genuflexa a un Imperio
condenado a la extinción, mientras en otras latitudes países similares al
nuestro hacen negocios con potencias emergentes, mucho más justos y equitativos
sin comprometer su soberanía.
Eso, es lo que había visualizado
Jacobo. Empero, los que lo derrocaron dejaron pasar la oportunidad no solo para
el país sino para el continente. Ahora, bajo las actuales circunstancias de
descomposición, el Imperialismo se ha exacerbado en su condición
autodestructiva, maniatando con mayor fuerza a sus ámbitos inmediatos de
dominio, especialmente cuando, una visión similar a la de Árbenz, la cual,
obviamente, se nutrió de Bolívar y Martí, pero también de Árbenz, se ha levantado
en el sur a raíz de la llegada de Hugo Chávez al poder y otros líderes
democráticos como Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, Lula y Dilma en Brasil,
Néstor y Cristina en Argentina, Pepe en Uruguay, sin olvidar a la indómita Cuba.
Visión contraria diametralmente a
la “excepcional” que tiene Estados Unidos de la democracia, la libertad y la
libre autodeterminación de los pueblos.
Por ello, opino que el desarrollo
solo podrá venir por otras vías, bajo otros esquemas de producción. No bajo el
esquema tradicional capitalista pues, con todo, por nuestra cercanía regional
con la poltrona imperial, ese esquema dejó de ser funcional hasta para ellos.
La pobreza, como la conocemos los latinoamericanos, ya no es una “excepcionalidad”
en Estados Unidos. Al contrario, se va extendiendo rápidamente; lógicamente,
entre los hispanos y negros primero, pero muy pronto alcanzará a su población anglosajona.
Sino es que ya. Por tanto, nuestros países al sur del Río Grande no debemos,
por propio sentido común, seguir mascullando ese esquema. De ahí, que no esté
de acuerdo con el llamado de algunos a formar un partido de empresarios y
pequeños comerciantes de clase media, pues muchos de ellos han desaparecido
bajo la égida monopólica y oligopólica de las transnacionales, absorbidos o
destruidos, pasando a ser parte de sus tentáculos, pero, en mayor medida, proletarios.
Realidad que deriva de la ley descrita por Marx de concentración y
centralización de capitales, dando paso a saber el por qué el Imperio frenará
cualquier intento de establecer otro Japón en sus propias narices.
Si algo, tenemos que proclamar es
que Jacobo Árbenz puso en práctica las ideas bolivarianas y martianas al
proponer un modelo de producción independiente de Estados Unidos, con base en
la producción agrícola para crear y fortalecer un mercado interno que sirviera
a su vez de plataforma para una industrialización futura. Una política exterior
que, un poquito más de 50 años después, Hugo Chávez activó y extendió, haciendo
nuevos socios comerciales, no solo para Venezuela sino para Latinoamérica, a
través de instituciones regionales de cooperación y ayuda mutua que fomentan la
unidad como Petrocaribe, la ALBA y UNASUR. Incluso, con otras naciones del
planeta, especialmente, con potencias emergentes como los BRICS –Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica-, sino con otros que para el Imperio son Estados
Parias, como Irán y Siria, ésta última que sufre hoy la embestida mercenaria de
parte de éste.
Que la frase: Cuba no cometerá los errores de Guatemala,
al referirse a la defenestración del presidente Árbenz, no se equipare a
fracaso sino sea un ejercicio de reflexión que nos inste a conocer y
profundizar en la vida y acciones del héroe que se trocaron en guía para
sortear adversidades y sostenerse a pesar de la traición. Un carácter de acero
que, sin embargo, fue asediado hasta sus últimos días por el Imperio y sus
secuaces por el solo hecho de pensar para su pueblo un destino diferente. Aún
su recuerdo y su obra, hoy, es mancillada y vilipendiada por los oligarcas y
sus voceros quienes, a pesar de su cantaleta de democracia y desarrollo, han
fracasado rotundamente en encumbrar al país por sendas de dignidad, soberanía e
independencia. Al contrario, nuestra nación se debate entre la ignorancia, la
miseria y la muerte. ¡¿Qué hipocresía hablar contra el Soldado del Pueblo
cuando son unos malogrados en esos objetivos?!
La herencia de Jacobo, debe
servir no para añorar volver a esos tiempos sino para construir, actualizándolo
a nuestras circunstancias, el Programa de Gobierno del, para y por el Pueblo.
Por ese legado histórico para el
mundo, pero especialmente, para nuestra América, Jacobo Árbenz, que abrió brecha para la revolución
latinoamericana y mundial, debiera ser encumbrado a reconocerse no solamente
como el Soldado del Pueblo, sino como el Soldado de los Pueblos de Nuestra
América.
¡Viva Árbenz! ¡Viva la Revolución Latinoamericana! ¡Viva la Revolución
Mundial!
Colectivo “La Gotera”
Guatemala, septiembre de 2013. Año de la Conmemoración de los 100 años del
nacimiento de Jacobo Árbenz Guzmán.