Opinión:elperiodico.com
El General en su casa
Miguel Ángel Albizures
El pasado 9 de febrero, en este mismo medio, escribía Gonzalo Asturias Montenegro un artículo titulado “Ríos Montt: Historia o escarnio” en el que se pinta como defensor oficioso del general, a quien considera una mansa paloma, señalando sin ningún tipo de escrúpulo “que es más fácil cebarse en las palomas que en los halcones”, los millares de víctimas le importan poco, pues según él, su general propuso un código de conducta y “los comandos militares eran autónomos”. Como bien le contesta Julio Cardona “A Ríos Montt no se le está persiguiendo por jalar el gatillo… A Hitler no se le atribuye que haya jalado el gatillo, sin embargo, la humanidad lo condena por el holocausto judío y de otros grupos de la sociedad alemana”.
Por eso, el sábado es 25 de febrero, Día de la dignidad de las víctimas, los familiares y quienes tienen conciencia que hay que sentar precedentes para que nunca más se masacre poblaciones, ni se realicen hechos de genocidio, estarán en las calles y recordarán los nombres de sus seres queridos y de quienes, como Lucas García, Ríos Montt o Mejía Víctores, estuvieron al mando del gobierno y fueron los comandantes generales del Ejército o quienes directamente participaron en las masacres y se ensañaron contra niños, mujeres y ancianos que nada tenían que ver con el conflicto armado.
Casualmente, cuando el general a través de sus defensores pide clemencia, se inicia el día de hoy jueves a las 8:30de la mañana, en la Sala de Vistas de la Corte Suprema de Justicia, el debate oral y público en contra del subinstructor kaibil, Padro Pimentel Ríos, quien está acusado de ser uno de los autores materiales de la masacre del Parcelamiento de Las Dos Erres, en la Libertad, Petén, hecho que precisamente aconteció el 7 y 8 de diciembre de 1982, cuando ya el general se había arrogado todos los poderes del Estado en Guatemala. Por los hechos de genocidio que el general está siendo juzgado y por los que falta hacer justicia, la casa como prisión, es un privilegio que no se debe contemplar en crímenes de lesa humanidad.
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